"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" Mariano Moreno

miércoles, 5 de octubre de 2011

MUSEO DEL LIBRO Y DE LA PALABRA



HÉCTOR PEDRO BLOMBERG: UN POETA DE LA VIDA




“Reconocer que Héctor Pedro Blomberg es solamente el autor de La pulpera de Santa Lucía, resulta un pobre elogio. La obra de Blomberg atraviesa toda la historia patética de la cultura popular. Blomberg fue un hombre de letras completo, erudito, fértil hacedor de poemas y novelas breves en todos los géneros. Alrededor de dos motivos construyó lo mejor de su obra: el relato histórico y el llamado del mar”.
Con estas palabras Pedro Orgambide resalta la figura de uno de los principales creadores argentinos que supo interpretar los vaivenes de una cultura problemática que debía acomodarse a la nueva conciencia social, donde  la conducta del inmigrante quedaba testimoniada, entre otros aspectos, en la literatura popular. Esos textos que describían con simpatía irónica las particularidades del recién llegado, abrevaban con matices realistas y lenguaje costumbrista al caldero emocional de la transustanciación, donde el extranjero nunca terminaba de incorporarse a la surgente  realidad y como persona continuaba siendo el extraño. Es interesante para tener una idea acabada de la circulación de personas que se incorporan al territorio argentino, la estadística que establece que entre 1824 y 1924, cincuenta y dos millones de individuos abandonaron Europa, de las cuales el 93 % llegaron a América (un 72 % a los Estados Unidos y un 21% a América Latina), el 7 % restante se fue a Australia. De los 11 millones que emigran a América Latina, el 53 % es absorbido por Argentina, el 36 % por Brasil, el 6 % por Uruguay y el 5 % restante se reparte entre otros países del hemisferio.
Hoy nuestro país vuelve a resignificar este barrido de personas de su lugar de origen y una nueva interculturalidad se incorpora a la “ciudad esponja” en la que se ha transformado actualmente Buenos Aires. Esta vez no son los europeos, sino los desclasados de los países hermanos quienes se integran con sus hábitos y costumbres a la dinámica cosmopolita.
Con aquel marco de referencia de las primeras décadas del siglo XX, donde se entrecruzaban voces y particularidades de distinto origen, la consecuencia de una literatura sensiblera y testimonial era una posibilidad lógica y necesaria. Los que llegaban no parecían intelectuales, bajaban de los barcos con la carencia a cuestas y el dolor en el alma. No se trataba de pensadores excluídos sino de gente hambrienta. Como punto de partida para interpretar ese momento, es casi indispensable alejarse del eje de una literatura de rasgo académico, con un lenguaje acartonado, y comprometerse con las publicaciones periódicas que alcanzan un enorme éxito entre 1915 y 1930. La desvalorización de esas páginas a la que accedía cierto estamento social, siempre fue motivo de análisis y feroces críticas. Es verdad que un marcado sentimentalismo, a veces lastimoso, invadía los sumarios de las revistas que se vendían al módico precio de 10 centavos. También es cierto, y de ello no cabe duda, que los nombres de muchos escritores lograron acreditarse gracias a la existencia de las ediciones populares. Se estaba en presencia de un fenómeno editorial sin antecedentes que recurría al folleto de formato pequeño, de 15 a 20 páginas, para llegar a un público distinto, cuyo canal de distribución fueran los quioscos callejeros. Hablamos de un “libro de bolsillo”, con ilustraciones de artistas que después se consagraron como es el caso de Alejandro Sirio.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          





Allí aparecen: Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Enrique Larreta, Horacio Quiroga, Belisario Roldán, Benito Lynch, Arturo Cancela, Francisco Defilippis Novoa, Josué Quesada, Emilio Gouchon Cané, Luis Franco, Alberto Gerchunoff, Juan José Soiza Reilly, Claudio Martínez Paiva, Juan Pedro Calou y el propio Héctor Pedro Blomberg, entre otros.
Recordamos algunos nombres de esas colecciones: La novela semanal, La novela del día, La novela universitaria, La novela de hoy, La novela de la juventud, La novela picaresca, El cuento ilustrado, Ediciones  Selectas América.
Blomberg fue un activo colaborador en La novela Semanal, allí plasmó muchísimas historias que lo acercaron al público mayoritario. Como periodista trabajó además en  La Nación, El Hogar, Fray Mocho, Caras y Caretas. El autor, a diferencia de Eugenio Cambaceres que punzaba con el tema de la “mala vida” o la visión teratológica  del médico Francisco Sicardi, incorpora una mirada aguda sobre el cosmopolitismo y la ciudad-babel, algo novedoso porque el inmigrante dejaba de ser una esperanza y se transformaba en una amenaza. Este mito civilizador cedía ante el mito babilónico y es de esa amalgama étnica que Blomberg  habla en sus textos tipológicos sobre inmigrantes y desarraigos.
Debemos tener presente que el autor cuando llega al verso popular ya había transitado un largo camino. Su capacidad creativa le permitía pasar de lo culto a lo popular sin ningún esfuerzo. Blomberg jugaba al juego que más le gustaba y lo hacia a manera de desafío. Fue polifacético, entre sus variadas actividades podemos hablar de un ecléctico; lo hayamos  como  traductor, poeta, novelista, dramaturgo, letrista de tangos, valses y milongas, crítico de arte, libretista de radioteatro, guionista cinematográfico y redactor publicitario.
Blomberg era hijo de Ercilia López Carrillo, hija del coronel Venancio López - torturado y fusilado por orden de su propio hermano, el presidente de Paraguay quien terminó loco durante la Guerra de la Triple Alianza-, y sobrina del Mariscal Francisco Solano López. Desde niña, la aristocracia paraguaya, tuvo decidida inclinación por las letras y en las aulas infantiles compartió estrecha amistad con las hijas del comerciante Eduardo Madero, promotor del proyecto para el puerto de Buenos Aires. Es por esta vía de relación que la joven escritora y traductora paraguaya conoce al ingeniero Pedro Blomberg a los 14 años. Se casan y de esa unión nacerían 6 mujeres y un varón: Pedro Héctor Blomberg (1889-1955). Al llegar el niño, su padre tenía 33 años y su madre diez menos. La infancia  del poeta transcurre en la casa de la calle Santiago del Estero 235 del barrio de Monserrat, unida a esta mujer que vivió hasta los noventa y siete años y dejó una profusa obra. Su vocación por la memoria del barrio quedaría representada más adelante en muchos de sus poemas.
De la rama paterna poco se conoce. Su abuelo fue un marinero que navegó por todos los mares. Es casi una consecuencia que  Blomberg haya asimilado esa actitud aventurera que lo llevara a repetir las andanzas del viejo hombre de mar.   
No escapa a nadie que la personalidad del escritor bien puede ligarse  a la bohemia que comienza a imponerse a fines del siglo XIX. La inestabilidad económica de los artistas hacía que muchos de ellos se marginaran y entregaran a una vida desordenada, circulando por bares, restaurantes, almacenes de despachos de bebidas y otros espacios donde el alcohol era buen compañero para discutir y trasnochar. Blomberg se aproxima a un equilibrista. Su condición de “hombre de mundo” lo lleva de un lugar a otro. Se lo ve reunido con los colaboradores permanentes del diario La Nación y en las mesas de borrachos que quemaban sus escritos en medio de la melancolía.
Es un rebelde desde la cuna. Había estudiado en el Colegio Nacional Central y más tarde pisa la Facultad de Derecho sin llegar a graduarse. En 1906  obtiene su primer reconocimiento en las letras, tenía 17 años cuando gana la medalla de oro de la Asociación Patriótica Española por su Oda a España. Confundido, un día de 1911 caminaba por el puerto y descubre un barco que en pocas horas zarpará hacia Europa. No lo piensa demasiado. Levanta de su casa las pocas pertenencias, se enrola y parte en busca de aventura.
Acompañamos este viaje con uno de sus poemas:

La visión del navegante 
Aquella clara noche de luna el navegante 
Tuvo un extraño sueño bajo la Cruz del Sur; 
La goleta corría, fatigada y errante, 
Por aguas del Oriente con rumbo a Singapur. 
Vio en las profundidades obscuras y dormidas 
Claridades extrañas. . . Contempló en su visión 
Los ahogados de siglos y las naves hundidas 
Que arrullaba el océano con su enorme canción. 
...Y vio que aquellos muertos salían de los mares, 
Y oyó en la clara noche misteriosos cantares 
Que cantaban los buques bajo la Cruz del Sur. 
Acercábase el alba, luminosa y distante, 
Y al volver de su sueño extraño, el navegante 
Vio las luces lejanas del viejo Singapur.
 
A su regreso publica su primer libro de poemas La canción lejana 
(1912), con versos  de exquisita sensibilidad: 


Las casas donde hemos vivido 
 
Las casa donde vivimos 
Los días que se fueron para siempre 
Hoy hay rostros extraños, 
Se oyen vibrar desconocidas voces 
Y se escuchan los pasos de otras gentes 
En las habitaciones donde un día 
Enloquecidos de dolor, cerramos 
Las pupilas sin luz de nuestros muertos... 
Ajenos corazones 
Laten bajo los techos familiares, 
Viven, lloran, esperan, sufren y aman, 
Lo mismo que nosotros 
Bajo la estrella roja de la vida. 
Otras sombras divagan 
Por los patios de antaño; 
Otras lágrimas corren 
Detrás de los cristales.
 
Hay aspectos interesantes de Blomberg que conviene resaltar. 
Pocos estiman su tarea de asesor legal en el Ministerio de 
Educación y el paso por la docencia como profesor de historia y 
literatura. El poeta fue autor de trabajos dedicados a la educación 
de los niños como El sembrador, El surco, Mundo Americano
Vendimia y Pensamientos, textos que se incorporaron a la lectura 
obligatoria en las escuelas porteñas. Su capacidad como traductor 
es otro de sus méritos. 
Tradujo a Christian Johann Heine, George Gordon Byron, Henry 
Wadsworth Longfellow, Israel Zangwill, entre otros. 
 
 
 
 
 
César Tiempo recuerda que cuando él era un niño y trabajaba en la 
imprenta de los hermanos Porter, Blomberg daba clases de inglés 
en el piso de arriba.
De aspecto flaco, alto y silencioso, su figura bien podía estar
plantada en la proa de una embarcación, porque todo lo acercaba 
a un marino nórdico.
Infinidad de anécdotas pueden contarse acerca de su persona. 
Rescatamos dos de ellas que lo pintan por entero. Su libro 
A la deriva (1920) había sido reconocido con el Primer Premio 
Municipal de 1920, el segundo lugar le correspondió a Alfonsina 
Storni. 
Cuando Blomberg se entera, momentos antes de la 
proclamación oficial, le dice a los miembros del jurado 
“las damas primero”. 
El Jurado ante la sugerencia del poeta, cambia el orden de la
premiación y Alfonsina Storni resulta la ganadora.
La otra historia tiene que ver con ese submundo de malandrines 
y poetas donde se mezclaban las noches de trifulca con la 
orquesta de señoritas que llenaban el aire viciado con tangos, 
valses y mazurcas. 
Blomberg frecuentaba un café indecoroso en el cruce de Avenida
Santa Fe y el Arroyo Maldonado, hoy Avenida Juan Bautista Justo. 
El poeta rescata de ese lugar tres cosas: los amigos, 
el ombú de enfrente y a la renguita Lucía.   



En una de esas noches
mis ojos se encontraron
con su carita pálida...
Era rubia y gentil...
Yo le escribía versos...
me amó una primavera,
la renguita Lucía,
que tocaba el violín.
Yo escuchaba en silencio,
abstraído y miraba,
la vereda de enfrente
donde había un ombú.
No he encontrado a ninguno
después de tantos años:
El Café ya no es el mismo,
y ya no está el ombú...
Sólo queda un recuerdo
de amor de primavera:
la renguita Lucía
que tocaba el violín...

En 1921 el Partido Socialista Internacional adhiere a la Tercera 
Internacional y pasa a denominarse Partido Comunista Argentino. 
Las huelgas en la Patagonia son duramente reprimidas y 
en el plano internacional las tropas norteamericanas intentaban 
poner fin en Panamá a la primera reacción popular 
contra el presidente Belisario Porras. Una suerte de fogata social 
quemaba el planeta. Blomberg publica Gaviotas perdidas:

 Versos en la arena

 A nuestros pies el océano
 Iba volcando sus espumas,
 Y yo soñaba con las brumas
 De otro país vago y lejano. . .

 Todo era azul en sus pupilas;
 Todo era sol en el balneario;
 Y yo soñaba solitario
 Con mis ciudades intranquilas.

 Un viejo buque abandonado
 Agonizaba, allá a lo lejos;
 Y una canción de amores viejos
 Vino a buscarme del pasado.

 Junto a las ondas espumosas,
 Mi compañera no sabía
 Que el océano me traía
Voces y sombras misteriosas.

Nostalgia gris de otras mañanas,
Vagos recuerdos de otros días.
Figuras pálidas y frías
De amadas muertas y lejanas.

Memorias viejas y borrosas
Vagos adioses y pañuelos
De otras riberas y otros cielos,
Allá en las dársenas brumosas...

Voces de mares y navíos,
Noches extrañas de otros puertos,
Semblantes pálidos de muertos,
Rostros que amé y hoy están fríos…

Turbó una voz en la ribera
Mi ensoñación vaga y remota:
Era el graznar de una gaviota
Que se alejaba mar afuera.

“¿Qué contemplabas en la espuma?”
Después oí que ella me decía:
Y yo soñaba todavía
Con mi país vago de bruma.

"Nada", exclamé con voz serena,
Y ambos, tomados de la mano.
Dando la espalda al océano
Nos alejamos por la arena.

Treinta años

Hace treinta años que te espero, vida,
Treinta veces pasó la Primavera,
Y mi alma se ha quedado adormecida
Sin que el Amor, el único, viniera.

Hace treinta años, alma, que te espero.
En las ansias febriles del hastío
Como mis horas misteriosas, muero
Golpeando en vano al corazón vacío.

Hace treinta años que te espero. El sueño
De que vendrías, ya se desvanece,
Y nieva ya en el corazón sin dueño.

Pero si nadie ve la angustia mía.
Una alondra invisible aquí se mece
Y canta en mi silencio todavía.


El chino del “Aurora”

Porque maté aquel chino a bordo del "Aurora"?
No me había hecho nada; de una humildad sin fin,
Limpiaba mi cabina; de noche, a toda hora,
Me llevaba a la guardia los sandwiches y el gin.

Y cayó a la primera puñalada, en el puente,
Cuando ya comenzaba la Osa a palidecer;
Al arrojarlo al agua se hundió pesadamente,
Y tres veces seguidas volvió a reaparecer.

Lo maté por el pájaro negro que lo seguía
Riendo siniestramente durante todo el día.
Desventurado chino, nada me había hecho.

En las guardias del alba, en las horas más solas.
Lo veo claramente surgiendo de las olas
Con el sombrío pájaro posado sobre el pecho.

Ese año la Editorial Tor publica Pancha Garmendia: Tragedia poética en tres jornadas breves, donde Blomberg relata la vida de la niña huérfana de padre, criada por su madre Dolores Duarte hasta su muerte y recogida y educada por la familia de don José del Barrio, un español casado con la paraguaya Manuela Díaz Bedoya. Pancha era cotejada por el mariscal Francisco Solano López, pero la dama se resistía.




Héctor Pedro Blomberg integró junto a Leopoldo Lugones, José Ingenieros, José González Castillo, Vicente Martínez Cuitiño, Alberto Vacarezza, Charles de Soussens y otros notorios escritores, las mesas del famoso Café de los Inmortales de Corrientes 922, regenteado por el francés León Desbarnats y cuyo nombre se le atribuye indistintamente a una ocurrencia de Florencio Sánchez, Rubén Darío y Evaristo Carriego. Otro lugar que lo tenía como asiduo concurrente era la Confitería Richmond de Florida 453 -recientemente cerrada-, allí se reunía con Horacio Quiroga, Alberto Gerchunoff, Félix Lima y Carlos Alberto Leumann, entre otros.
En 1923 un acontecimiento deportivo acapara la atención nacional: la pelea entre Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey lo encuentra a Blomberg participando en la emisora L.O.X Radio Cultura. Ese año se conoce su obra Bajo la Cruz del Sur Nuevas canciones de los puertos, de las tierras y de los mares.
En 1924 los fascistas italianos logran la victoria electoral en Italia. En Francia triunfa la izquierda. George Gershwin impacta con Rapsodia en Azul  y Pablo Neruda arremete con 20 poemas de amor y una canción desesperada. En nuestro país aparece Proa (segunda época), Manuel Ugarte lanza El crimen de las máscaras. La Patria Grande, Nicolás Olivari La amada infiel y Pedro Blomberg Las islas de la inquietud y Los peregrinos de la espuma.
Ese año es sumamente trascendente para el autor porque comienza a desarrollar una intensa vida que lo acerca al teatro. Un año después su obra Barcos amarrados escrita en colaboración con Pablo Suero sube al escenario dirigida por Alberto Vacarezza, donde el protagonista principal era Ignacio Corsini, ese italiano que llegó a Buenos Aires en 1896 y un año después marcha a la ciudad bonaerense de Carlos Tejedor donde se desempeña como boyero y resero.  Allí descubre su vocación por el canto. En 1907 regresa a Buenos Aires y se relaciona con otro grande: José Betinotti que lo marcará como intérprete. A partir de entonces la amistad entre ambos se cristaliza y da origen a un camino que llevaría a Blomberg hacia la canción popular. Pareciera premonitorio aquello de “barcos amarrados”, porque el poeta efectivamente fondea su obra en el puerto de Buenos Aires y comienza a recrear un sinnúmero de poemas donde aparecen mezclado con la realidad y la ficción, las acciones de la vida que circulaban en los tiempos de Juan Manuel de Rosas: la divisa punzó, los jazmines de las rejas, las iglesias de San Ignacio y San Francisco, los candombes, los cuchilleros, los sargentos restauradores, las pulperías, las mujeres de la época y el broche de oro con final trágico.
Este punto de inflexión en la obra de Blomberg provoca en cierta crítica malintencionada un argumento peyorativo que aún persiste. Pareciera que acercarse al lenguaje popular no era buen visto en ciertos círculos de la intelectualidad. No son pocos los que sostienen que Blomberg atraído por el aplauso y el dinero se dejó llevar hacia una literatura fácil. En rigor, el dinero no fue tanto y la fama siempre dejaba un sabor amargo. Blomberg solo da crédito a una serie de hechos sociales que lo arriman  al pueblo, la visión poética tiende hacia lo cotidiano y su camino es una línea recta al tango, al sainete, al relato costumbrista. Mucho tiene que ver en este proceso Ignacio Corsini quien lo relaciona a Enrique Maciel, guitarrista, pianista y compositor, con quien se integraría y producirían una extensa obra. En su mayoría las obras del binomio tienen referencia con los sucesos acontecidos en los años del gobierno de Juan Manuel de Rosas.  




Con Enrique Maciel el poeta realizará toda su obra, excepto el vals Novia del mar que lo concreta en colaboración con Otto Wiengreen y la ranchera Bajo la Santa Federación, en colaboración con Salvador Mérico. Todas fueron llevadas al disco por Ignacio Corsini, con las guitarras de Rosendo Pesoa, Enrique Maciel y Armando Pagés.
Los títulos que quedaron grabados por Corsini fueron: El adiós a Gabino Ezeiza (milonga), La pulpera de Santa Lucía (vals),La mazorquera de Monserrat (tango), Violines Gitanos (tango), Tirana unitaria (tango),La viajera perdida (tango), La que murió en París (tango), Siete Lágrimas (canción),La guitarrera de San Nicolás (vals),  No quiero ni verte (vals),Los jazmines de San Ignacio (canción),La canción de Amalia (vals), La china de la Mazorca (canción) y Me lo dijo el corazón (tango).
Blomberg desacraliza la figura del intelectual e inaugura un estilo de creador despojado que se tutea con las personas de todos los días. Se acerca a Carlos Schaeffer Gallo, el periodista y autor teatral con quien comparte cenas en el Conte de la calle Cangallo, frente a la cortada de Carabelas, donde solían ir Elías Alippi y Enrique Muiño. También se aproxima a Carlos Max Viale Paz, crítico y director teatral. Con él realiza en Radio Nacional -después Belgrano- un ciclo de enorme éxito llamado Bajo la Santa Federación.
En 1929, todavía imbuido con la nostalgia de los mares, publica El pastor de estrellas, poemas ligados a su juventud donde aparecen los viajes, los barcos, marineros y tierras exóticas.
Las veladas del bar 
 
Las veladas del bar Garibaldi tenían 
Olor a sangre, a whisky, a espuma y a carbón; 
Allí, cuando los hombres llegaban o partían, 
Sonaba de los mares la terrible canción. 
¿Dónde estarán aquellos rudos aventureros, 
Ulises andrajosos que hablaban en inglés 
De extrañas Odiseas a bordo de veleros, 
Y de obscuras Ilíadas hacia el Este de Suez? 
Eran de Glasgow y Génova, de Cádiz y el Pireo, 
De Hamburgo y San Francisco, de Capetown y Bombay. 
A veces, en la noche, parece que aún los veo, 
Y escucho alguna historia que sucedió en Shanghai.
 
Ese mismo año muestra una recopilación de artículos periodísticos 
bajo el título Las puertas de Babel con prólogo de Manuel Gálvez: 

No conocía una sola página de Héctor Pedro
Blomberg cuando leí "El Chino del Dock Sur".
Quedé encantado y sorprendido. Deliciosamente
encantado, profundamente sorprendido ¡Por fin
iba a tener Buenos Aires un narrador artista de
sus barrios extraños y siniestros! Pero mayor fue
mi entusiasmo cuando Blomberg publicó ese doloroso
cuadro, vibrante de color y de emoción, que
se titula "Las cigarras del hambre". Desde entonces
le insté incesantemente a que formara un
volumen, y ahora puedo decir, con satisfacción de
artista y de argentino, que a mi empeño se debe
que "Las puertas de Babel" aparezca. Quiero aun
agregar que este prólogo no me ha sido solicitado.
Yo lo he ofrecido. Considero que los muy contados
escritores a quienes el público escucha, tenemos el
deber patriótico de difundir y hacer triunfar a los
jóvenes de verdadero talento. Conozco demasiado
las pequeñeces del ambiente literario y periodístico
para no ignorar que un escritor nuevo del valer de
Blomberg, sin prestigio aún, no encontrará quien
tenga el coraje de pretender imponer su nombre
al público, elogiando su libro como merece que lo
elogien. Hay mucho cabotinismo en las redacciones
de los grandes diarios. Sea usted un verdadero poeta
y llámese Fernández Moreno o Capdevila y sólo
obtendrá reproches — cuando no ironías y desprecios,
pues el caso ha ocurrido — de los fracasados
y pobres diablos que se agazapan en la crítica. Pero
escriba usted versos mediocres y tenga parentesco
o amistad con los propietarios del periódico, y verá
su nombre llevado a la popularidad sobre los hombros,
dóciles y habituales, de una multitud de epítetos
y de lugares comunes. Esto es humano y,
por ello, no lo critico. Pero sí afirmaré que tales
reputaciones de cabotín confunden al público y
desilusionan a los jóvenes. En cuanto a los escritores
que "han llegado", como solía decirse hace
quince años, ¿cuántos comprometen su nombre, 
ensalzando al que aún no adquirió prestigio por ser
joven o no haber publicado libros? Por todo esto,
y con la certeza de que nadie se interesaría tanto
como yo en el éxito de "Las puertas de Babel",
he querido prologarlo, para hacer su elogio con toda
la sinceridad que existe en mí. No es esta página,
pues, una estricta obra de crítico. En casos
como este prefiero hacer política literaria. Y así,
a los muchos millares de personas que tienen la
benevolencia de leerme, quiero recomendarles este
PROLOGO de un joven escritor talentoso, que se revela
aquí como artista de singular sensibilidad y como
extraño e interesantísimo poeta.
Los puertos de Buenos Aires y los barrios que
los rodean: la Boca, el Dock Sur, el Paseo de Julio,
son las puertas de Babel. Por ellos se entra en la
ciudad monstruosa e inquietante donde todos los
idiomas del mundo y todas las razas se confunden
y mezclan. Arriba está la ciudad rica y poderosa.
Abajo, es decir en las puertas de Babel, se aglomera
la caravana de los parias, la turba sucia y doliente
que arrastra por los puertos y los mares su
desolación y su miseria.
Multitud de lamentables figurillas humanas desfilan.
Marineros ingleses, borrachos y brutales, pasan
junto a suaves y contemplativos chinos. Holandeses
e italianos codéanse en los antros del Paseo
de Julio con árabes melancólicos que invocan
a Alá y añoran las amadas de Argel. Mujeres
de todas las razas — las cigarras del hambre —
cantan y danzan en los cabarets siniestros: andaluzas
de Cádiz y de Málaga, griegas de Salónica, mulatas
martiniqueñas, inglesas de Liverpool y de
Swansea. Todos los barrios trágicos de la tierra
son evocados en las puertas de Babel: el Bund,
de Shangai; el Sombrero Rojo, de Marsella; las callejuelas sucias de los barrios que circundan los grandes puertos.
Y todas las canciones de la tierra dilúyense en los ámbitos
de Babel: coplas de Sorrento, que hacen soñar con el
mar azul;fados portugueses, sensuales y lánguidos;
cantares desolados de los archipiélagos, oídos en las
radas de Oceanía;baladas cándidas y fragantes
que evocan lasmárgenes del Yang-Tse-Kiang;
viejas guajiras de Cuba; lúgubres coplas andaluzas.
Y todas aquellas gentes van pasando bajo las arcadas
del Paseo de Julio, o por las calles de la Boca
o del Dock Sur, o se amontonan en los antros, en
los cabarets, en las hamadas, en los fumaderos de
opio. Y la tragedia estalla a cada paso, allí en las
puertas de Babel. Hombres tatuados se apuñalean
por alguna de aquellas cigarras del hambre, pintarrajeadas,
repugnantes, torturadas, "gaviotas de
todos los puertos", como también las llama Blomberg.
Lo que más se destaca en este libro es el poderoso
sentido del carácter que revela Blomberg. Nada
hay de trivial en sus páginas. Todo tiene en
ellas un extraordinario color. Y puedo decir "un
extraordinario color local", pues si bien los personajes son 
extranjeros es un libro a la vez exótico y bonaerense.
Nos descubre rincones de Buenos Aires poco explorados
y por primera vez salvo algún precedente aislado como ciertas páginas de mis novelas "El mal metafísico" y "Nacha
Regules" — los lleva a la literatura.
A los que ignoran en absoluto las barriadas que
evoca Blomberg, este libro ha de producirles una impresión
singularmente extraña y aturdidora ¿Es posible
que en Buenos Aires haya esas gentes y ocurran
tales cosas? Sí. Blomberg no ha hecho sino interpretar
la realidad, mirarla con su espíritu de artista.
Y esta es otra característica del autor: haber tratado
asuntos realistas, gentes y cosas repugnantes,
con espíritu poético. Ha ennoblecido la realidad,
convirtiendo en verdaderos poemas lo que en manos
de un escritor naturalista habría resultado una
cosa desagradable, aunque tal vez más fuerte. No
es, pues, un escritor realista, precisamente. Tiene
demasiado lirismo para serlo. La realidad aparece
en sus cuadros no sólo ennoblecida sino también
deformada. Pero esta deformación es casi indispensable
para extraer de una cosa su alma. Si
Blomberg describiese la Boca y las poblaciones de
la Isla Maciel y del Dock Sur con sus colores
exactos y sus líneas precisas, sin retocar ni deformar
nada, no lograría mostrarnos el alma de aquellos
lugares. Así, cuando nos habla de "las aldeas,
negras de la Boca". Para el observador superficial,
que paseara por las poblaciones de la Isla Maciel
y del Dock Sur, en un día de sol como son casi
todos los días en Buenos Aires, nada vería de negro
en ellas. Y sin embargo el epíteto es admirable
y da una idea del alma de aquellos lugares solitarios,
verdaderamente siniestros a la noche, refugio
de ladrones y de criminales.
En las narraciones de Blomberg no descubrimos
un conocimiento serio del arte de componer y de
contar. Pero, en cambio, una gran emoción interna
da vida a sus historias trágicas y poéticas. Seguramente,
pudo evitar repeticiones, concentrar
más sus relatos, cortar los muchos flecos que sobran
aquí y allí. Pero todo esto, importante para quien
busque la perfección, apenas lo es para los que buscamos
el carácter, el color, la emoción, la poesía.
"Las puertas de Babel" es uno de los más bellos
libros publicados aquí en los últimos diez años. Es
imposible leerlo sin soñar y sin entristecerse. Aquellos
nombres sonoros de países lejanos, aquellas
canciones sin patria, aquellos mares remotos, aquellas
almas desoladas y vencidas, todas estas cosas
que pasan por el libro de Blomberg nos infunden
la melancolía de los viajes, el ensueño de países
exóticos que no veremos nunca, la impresión dolorosa
de que nosotros también pertenecemos a las
caravanas de los parias, de que somos por ahora
"barcos amarrados" y lo seremos hasta el día en que
soltemos las amarras y partamos para aquel eterno
viaje del que nadie retoma.

Blomberg es ya para esta época una promesa cierta. Su actitud con el “genero chico”, como se definía al sainete, lo populariza. Se estrenan La mulata del restaurador, La sangre de las guitarras y La pulpera de Santa Lucía.
A pesar de ser un hombre parco, el escritor tenía una forma de mostrarse afectuosa que irradiaba confianza.  Pablo Taboada, el coleccionista más joven de discos de tango de nuestro país y admirador del escritor, se anima a dibujar un boceto acuarelado sobre el poeta.

Oda adrede a Héctor Pedro Blomberg

Abandonada pluma reposa en el olvido
de historias ancestrales de mares y cenit,
de noches y mareas, estelas, bergantines,
borrascas, horizontes, alondras y confín
Figuras espumantes de nieblas y de brumas
modelan en las anclas un amarrado fin
que un sueño marinero anhela en la penumbra
pero se desvanece teniendo que partir
Delirio iluminado de cielos y de lunas
paisajes estrellados del sud, oscuridad
luciernága de un faro titila rebosante
sirviendo como espectro ante la inmensidad
Leyenda murmurante de un eco ya perdido
retorna con el viaje del puerto de Bangogk
susurro de un aliento, vencido y resignado
suspira con el viento que pasa por Hong Kong
Alférez que apenado recuerda en una estrofa
el nombre de una amada que conoció en Japón
y el rostro de una anciana que pareció su madre
cuando su nave andaba por tierras de Solón
Cantinas embriagadas de cantos y de copas
de eternas soledades muriendo una vez más
como el romanticismo, bohemio y delirante
de la esquela arrojada, cerca del Mar de Aral
Tu abuelo fue marino y encalló entre las rocas
ahogando todo un grito de desesperación
tu padre en igual sino renació entre las locas
tristes y desoladas olas de Nueva York
Caminos en el agua, trazaron tus noruegos
tu padre aventurero, vivió y murió en el mar
tu abuelo en su destino de capitán sincero
buscó su abrigo un día, en la profundidad...
Hoy retornó tu pluma, vieja y abandonada
que vive en las historias de versos de ultramar
poeta que amaneces con lirios en el alba
entiendo tu martirio, que naufragó en el mar.

Como vemos no podemos quedarnos solamente con el resonante éxito de La pulpera de Santa Lucía que comenzó con un fracaso y terminó en la gloria. El empresario teatral Pascual Carcavallo, su asesor musical y otros colaboradores consideraron, ni bien tuvieron en su mano  ese vals, que sería “un fiasco”, pero Ignacio Corsini no pensó lo mismo, un año después lo estrena en Radio Prieto (1929), con una repercusión increíble. El público reclamaba la repetición del vals  por teléfono, por correspondencia y hasta personalmente. Enseguida “El Caballero Cantor” lo graba y es una avalancha de ventas impresionante. En pocos meses se distribuyeron más de doscientas mil copias, algo inesperado para la época. Finalmente, con esta obra, Ignacio Corsini se consagró definitivamente.
El empresario teatral reconoció su error, cuando volvió a cruzarse con Maciel, le dijo: “Con usted me equivoqué una vez, pero no he de equivocarme más”. Así es como Corsini salvó a La Pulpera de Santa Lucía del olvido, y la llevó al cariño popular, la gloria y la inmortalidad.

Era rubia y sus ojos celestes 
reflejaban la gloria del día 
y cantaba como una calandria 
la pulpera de Santa Lucía. 

Era flor de la vieja parroquia. 
¿Quién fue el gaucho que no la quería? 
Los soldados de cuatro cuarteles
 suspiraban en la pulpería. 

Le cantó el payador mazorquero 
con un dulce gemir de vihuelas 
en la reja que olía a jazmines, 
en el patio que olía a diamelas. 

"Con el alma te quiero, pulpera,
 y algún día tendrás que ser mía,
 mientras llenan las noches del barrio 
las guitarras de Santa Lucía". 

La llevó un payador de Lavalle 
cuando el año cuarenta moría; 
ya no alumbran sus ojos celestes 
la parroquia de Santa Lucía. 

No volvieron los tropas de Rosas 
a cantarle vidalas y cielos.
 En la reja de la pulpería 
los jazmines lloraban de celos. 

Y volvió el payador mazorquero 
a cantar en el patio vacío 
la doliente y postrer serenata 
que llevábase el viento del río: 

¿Dónde estás con tus ojos celestes,
 oh pulpera que no fuiste mía?"
¡Cómo lloran por ti las guitarras,

 las guitarras de Santa Lucía!

En esos años que podemos establecer a finales de la década del 20 y hasta el 30, al binomio Blomberg- Maciel los presentaban como los “precursores de la canción histórica de la República”. La referencia sobre el barrio y la pulpera tiene como dato cierto la documentación que acredita que la parroquia de Santa Lucía estuvo en el barrio porteño de Barracas y fue creada a partir de un oratorio que ya existía en el siglo XVIII. En cercanías del templo actual, en la esquina de la avenida Caseros y Martín García, había una pulpería en la que vivía Dionisia Miranda, quien sería la inspiradora de los versos de Hector Pedro Blomberg.
La historia transcurre "cuando el año cuarenta moría", es decir, a fines de uno de los años de represión política más sangrienta. Este verso fue adoptado por el habla popular, como ha sucedido con otras frases de canciones, para indicar un acontecimiento sucedido hace muchísimo tiempo: "¡Eso fue cuando el año cuarenta moría!", solía decirse. Incluso la expresión se fue alterando, hasta convertirse en la frase sin sentido "cuando el año cuarenta María”.
El autor publica en 1934 su Cancionero Federal: los poetas de la tiranía y dos años después Canciones históricas.La radio, el teatro y el cine son tres pasiones que también despiertan al creador, mientras hacía camino con su carrera radiofónica en Radio Nacional y luego en Radio Belgrano, su pluma continuaba lista para el guión teatral y cinematográfico.

 

A fines de 1938, con 19 años, una joven actriz de papeles secundarios encabeza el elenco de la recién creada Compañía de Teatro del Aire, con otro actor de escasa trayectoria, Pascual Pelliciotta. El primer radioteatro que esa compañía puso al aire en Radio Mitre de lunes a viernes fue Los Jazmines del Ochenta de Héctor Pedro Blomberg, cuya actriz no era otra que Eva Duarte quien con el tiempo lograría la inmortalidad pública.

En esos años un poema impacta en el sentimiento de la gente. Blomberg con su obra hace llorar a todo su público.


Canción a Myriam Grey

Siento aún temblar tus manos en las mías febriles,
y tu voz aún me canta canciones de ayer,
pero tus ojos negros no me miran como antes
Miriam Gray
Mujeres de mi vida que se desvanecieron
como pálidas sombras en el amanecer;
sólo quedó en el mío tu corazón ausente
Miriam Gray
En las obscuras olas del mar de mi agonía
vi tu perdida sombra y te soñé volver;
a mi voz suplicante respondía el silencio,
Miriam Gray
Me dicen que no sueñe, me dicen que te has ido
y en inmóvil sueño que nunca podré ver
dejé mi puerta abierta para que tú volvieras
Miriam Gray
Gitano del recuerdo me iré por los caminos y
cantaré como antes las canciones de ayer
Pero tú que estás lejos no escucharás mis cantos
Miriam Gray
Y morirán los años, se llenará de nieve
el corazón que fuera de una sola mujer
¡Y tú no sabrás nunca lo que te quise un día
Miriam Gray!

La producción literaria de Blomberg es enorme, podemos agregar: Los pájaros que lloran (relatos de la Guerra del Paraguay 1865-1875), Las lágrimas de Eva, Mujeres de la Historia Americana (biografías). Para la cinematografía nacional aportó el argumento original, la adaptación fílmica y las canciones de Bajo la Santa Federación que dirigió Daniel Tinayre en 1935 y que fuera un éxito radiofónico.
La obra poética de Blomberg repentinamente quedó olvidada. En los cincuenta la rescata el poeta Raúl González Tuñón, quien reconoció la existencia de una deuda lírica con Blomberg.
Casado con Elena Smith, sus últimos años los pasa en el número 731 de la calle Caseros, donde fallece el 3 de abril de 1955.
La referencia indica que ni Charlo, ni Gardel grabaron temas de Blomberg. Solamente Magaldi, una vez, con la canción La parda Balcarce, registrada el 28 de septiembre de 1932.
Pedro Héctor Blomberg fue sin dudas el letrista exclusivo de Ignacio Corsini.
Sobre La que murió en París, otra de sus más famosas letras de tango, diremos que nació de un viaje. Cuando el poeta fue corresponsal en París del diario La Razón, lo acompañó una chica en el rol de secretaria. Una muchacha que se encargaba de difundir por todos los medios las crónicas que Blomberg escribía sobre el tango. Durante esa estadía la joven se enferma y muere al poco tiempo.  Blomberg sensibilizado  se inspira y le dedica ese recordado tango. Ella se llamaba Alicia Elsa French y se cuenta que era descendiente del prócer de la Revolución de Mayo Domingo French.
Hace algunos años, Juan "Tata" Cedrón vuelve a rescatar al poeta,  el artista descubre un viejo poema de Blomberg y lo musicaliza. Se trata  de Las dos Irlandesas.

Las dos irlandesas

Aquí estoy con los chinos y las dos irlandesas
que llegaron a bordo del Jamaica Marú;
Maggie, la mayor, tiene ojos como turquesas
y bebe gin en este viejo bar del Dock Sur.

Nancy, la menor de ellas, parece una gitana,
pero nació en el barrio más pobre de Dublín;
arde en sus ojos negros una pasión lejana
y en su pálida frente hay una cicatriz.

De dónde las trajeron los chinos taciturnos
Maggie me habló al oído: “los conocí en Shangai...”
(En el bar se morían los murmullos nocturnos
y en los labios de Nancy se apagaba un cantar...)

El Marú había partido con rumbo a Yokohama.
Maggie me amó en las noches siniestras del Dock Sur;
Me hablaba de su vida errante, y una llama
de pasión palpitaba en su mirada azul.

Nancy, junto a nosotros, cantaba dulcemente
canciones misteriosas de la China y del mar.
(Quién las llevó de Irlanda al infierno de Oriente,
y por qué las trajeron los chinos de Shangai).

Pero yo amaba a Nancy, la irlandesa morena;
los chinos, silenciosos, miraban a las dos;
las casuchas dormían bajo la luna llena
y en los negros navíos temblaba un resplandor.

¡Nancy! ¡Nancy! Una noche su canción quedó trunca;
los chinos dormitaban borrachos de chandú...
¡Pobre Maggie! Esa noche bebió más gin que nunca
y se arrojó a las aguas oscuras del Dock Sur.

 

La pulpera de Santa Lucía fue interpretada por cantantes disímiles. Podemos citar a Enzo Valentino, Nelly Omar, Antonio Tormo, Ginamaría Hidalgo, Roberto Rimoldi Fraga, Argentino Luna, Mecha Anzoátegui, Andrés Calamaro, Palito Ortega, Soledad, Virginia Luque, Susana Rinaldi, Elba Berón, entre los más conocidos.

En la actualidad, el folclorista santiagueño Raly Barrionuevo reflota nuevamente la canción  vals La pulpera de Santa Lucía, un homenaje impensado para Héctor Pedro Blomberg que aún sigue vigente.