"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" Mariano Moreno

viernes, 30 de agosto de 2013

FINA WARSCHAVER: EL DESAFÍO DE UNA DESOBEDIENTE



En el panorama de las letras argentinas cierta aureola romántica viste el entorno de  las mujeres. Pareciera que cuando la referencia tiene hormonas femeninas la escritura es distinta y el análisis que se desprende de ella termina en preconceptos  desacertados. La lucha que debieron enfrentar  las arriesgadas damas que pretendieron incursionar en un terreno acotado a los hombres, ha dejado una literatura para llenar cientos de páginas. Resultan inconsistentes, al respecto, muchos argumentos descalificantes. Rosina Valcárcel decía: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Por su parte Diana Miloslavich argumenta que “Una ideología tan insólita y desmesurada como el feminismo, que pretende explicar la historia de la humanidad, desde los orígenes de la civilización hasta nuestros días, como un proceso ininterrumpido de opresión de todos los hombres sobre todas las mujeres, por fuerza tiene que dejar en la oscuridad enormes porciones de la realidad histórica y social para que su argumentario conserve cierta coherencia”.
También es sumamente interesante  tomar referencia sobre un agudo análisis de Adelaida Martínez titulado Feminismo y literatura en Latinoamérica para tener una idea más acabada sobre este tema.
Los últimos treinta años han sido testigos de una revolución ideológica que, a la manera de los grandes cataclismos históricos, ha cambiado la faz cultural de la tierra. Haciendo visibles a las mujeres y dotándolas de voz propia, es decir, convirtiéndolas en agentes del poder político (aunque todavía muy limitado, queda mucho por hacer), el feminismo ha causado una transformación profunda en la sociedad contemporánea pues las mujeres están consiguiendo que se deroguen leyes anticuadas a favor de nuevas constituciones, que se corrijan convenciones y protocolos obsoletos, que se revisen actitudes vitales equivocadas y que se desechen falsos valores comunitarios. Con ello el feminismo está dando carácter de época a nuestro tiempo y está marcando las pautas a la cultura del porvenir.

La revolución feminista está ocasionando estragos en todos los ámbitos de la vida actual, desde la moda hasta los dogmas de fe y evidentemente ha cambiado los códigos de la comunicación en todos los idiomas. Baste un ejemplo para ilustrar lo que digo. El signo lingüístico hombre que, en español, en ingles y en muchos otros idiomas, había servido de significante a la totalidad de la especie, hoy se reserva casi exclusivamente para designar al varón. En broma y en serio ahora hay que puntualizar "mujeres y hombres" para significar genero humano. Se alteran los códigos de la comunicación porque ha habido una modificación en las actitudes vitales, porque se ha adoptado una nueva postura frente a la realidad. En este clima revisionista prolifera la literatura femenina. Recibe su impulso inicial del movimiento feminista y de el le viene también su extraordinaria vitalidad. Comprometida a destruir los estereotipos temáticos y formales que la habían falseado, subvierte las convenciones lingüísticas, sintácticas y metafísicas de la escritura patriarcal registrando la totalidad de la experiencia femenina (social, espiritual, psicológica y estética) en textos que van desde la denuncia airada hasta lo lírico-intimista.

La escritora contemporánea rompe con el status quo y crea universos que corresponden a sus propios valores, sin negar su biología y desde su perspectiva de mujer. El resultado es un nuevo canon en la literatura: una imagen de la realidad captada con ojos de mujer y plasmada con discurso hémbrico. Imagen que no había estado totalmente ausente de la literatura anterior pero que ahora se configura en una abundantísima publicación de textos, los que han llegado a constituir un corpus con su propio contexto, su propia voz y su propia visión, la cual debe ser juzgada por sus propios méritos.



Una vez superado el asombro por la explosión de escritura femenina que se viene registrando en los últimos veinte años por todos los países de América Latina, se está entrando en un momento de reflexión y análisis. Hay un dialogo, entablado a nivel internacional, entre escritores y críticos, para determinar los puntos de coincidencia y los de divergencia entre la literatura femenina latinoamericana y las otras literaturas tanto del tercer como del primer mundo, incluida la teoría literaria. Tarea nada fácil, pero el esfuerzo ha comenzado. Dada la globalización que en el siglo XX han ocasionado los medios de comunicación y la facilidad de viajar, ya no es posible marginar del todo ni siquiera aquellos lugares que antes parecían tan lejanos y exóticos. Así es cómo y por qué la practica textual de las escritoras latinoamericanas ha trascendido el continente aportando lo suyo a la formación de la estética que ahora rige.

La revisión del canon que efectúa la literatura femenina latinoamericana coincide con las enmiendas que hacen las literaturas femeninas de otras lenguas integrando temas antes "prohibidos," como la sexualidad de la mujer, la denuncia de la opresión patriarcal, la búsqueda de la identidad, lo que supone el proceso de escribir para una mujer en la sociedad actual. Se distingue de las otras literaturas por incorporar la problemática tercermundista del colonialismo, del silencio ocasionado por la tortura política, y de la violación ecológica. En cuanto a la expresión, la temática, así corregida y aumentada, solivianta el discurso hegemónico enriqueciéndolo con nuevos e inéditos códigos. Expongo a continuación algunas consideraciones que espero contribuyan a aclarar, por un lado, el carácter singular de la literatura femenina latinoamericana y, por otro, la coyuntura histórica en que hoy se encuentra esa literatura.

Lo que define a la literatura femenina latinoamericana es indudablemente su diversa y multidimensional especificidad cultural, repartida en diecinueve países que difieren profundamente en su constitución racial, en su desarrollo histórico y en sus estructuras sociopolíticas. La experiencia femenina en los países andinos, con su altísimo índice de población indígena y de pobreza, difiere de la experiencia femenina en el cono sur, victimizado por la tiranía dictatorial y la censura; las dos, a su vez, son distintas de la experiencia caribeña de Cuba o Puerto Rico, países mediatizados de manera decisiva y tan diferente por el poder de los Estados Unidos. Lucia Guerra afirma, con razón creo yo, que la contribución del feminismo latinoamericano radica precisamente en su énfasis en la heterogeneidad, "nunca ajena a los procesos históricos. Es también la heterogeneidad latinoamericana la que ha permitido explorar, desde una nueva perspectiva feminista, un imaginario del mestizaje en el cual la mujer se representa con una autonomía y poder que la distingue de las imágenes construidas en la cultura europea".
“... En conclusión, ya hemos empezado a superar el estallido inicial de la protesta feminista que, como el de toda revolución, fue necesariamente estridente; pero ahora que ya hemos cambiado el mundo -aunque sea mínimamente-, que ya hemos obligado a los ojos y los oídos de la sociedad contemporánea a fijarse en lo que dicen y hacen las mujeres, el terreno es fértil para formular programas y presentar demandas serenamente. Queda mucho camino por recorrer pero las nuevas generaciones no podrán deshacer lo andado por la nuestra. Ese es el contexto en el que escriben las escritoras latinoamericanas, inventándose a si mismas e inventando también a los hombres para descubrir dominios antes no explorados del ser y la existencia, construyendo nuevos signos para expresar su original percepción del universo, liberando al discurso de viejos tabúes patriarcales, inscribiendo su ideología de emancipación para cambiar voluntariamente la historia. Y todo ello en una escritura fabricada desde los ritmos más íntimos de sus cuerpos de mujer”.




En todo este panorama uno observa que el hilo de la desobediencia va suturando la trama de heridas inconfesables. La hipocresía que parece ser un modelo bastante usual, no queda descartada en este despiadado entramado donde la mujer-objeto aparece expuesta sin atenuantes a una malograda forma de vida ¿Quién puede sostener hoy  el argumento despectivo sobre  una creación literaria de hombres y otra de mujeres? El manoseado slogan de “haz recorrido un largo camino, muchacha” parece no tener efecto. Es preferible hablar de atajos y senderos tal vez poco transitados, dado que el camino no deja de ser, en muchos casos, una suerte de frase publicitaria bien armada. Tratemos de pensar por un instante en esa lucha descarnada de mujeres atrevidas que se manifestaron con letras urgentes sobre el papel no siempre perfumado. Dejemos por un momento esta suerte de primavera que hoy llena de flores los suplementos literarios y en donde las mujeres parecen contar con un jardín cuidado por expertos ambientalistas, y miremos a esa tierra arrasada, invadida con malezas y espinillos imposibles de caminarla sin una lastimadura. El espacio facilitador que se abrió con las redes sociales y las editoriales de estructura concentrada permitieron una explosión de autores que nunca como ahora ven su obra en letra de molde. Con los riesgos que atañe y los prejuicios que conlleva, podemos decir que el horizonte está más cerca y que aquellas batallas perdidas hoy se libran con otras armas y sin tiendas de campaña.
El caso de Serafina Warschaver -Fina para la comunidad literaria-(1910-1989) es un modelo que atrapa por tratarse de una mujer que totaliza toda una historia rica de definiciones. Autora de libros de ficción, ensayos literarios y estudios históricos, Fina Warschaver provenía de una familia de inmigrantes ruso-judíos que a comienzos del siglo veinte se habían radicado en el litoral argentino, huyendo de las persecuciones y los pogromos de la Rusia zarista. Allá, en los orígenes de una aldea llamada Tatarbunar (pueblo de tártaros), busco una explicación de mi propio ser, escribirá décadas después  en su Diario personal. Sus padres, José Warschaver, nacido en Nicolaeff y Berta Scheiner, en Besarabia, ambos territorios de Rusia, se conocen en Rosario y se casan el 12 de febrero de 1910. Más tarde se instalan en Buenos Aires, donde nacen sus cuatro hijos: Serafina (1910), Eva Flora (1912), Eduardo (1914) y Raquel (1918).  Don José fue un experto perito especializado en cereales, trabajaba en la Casa Dreyfus y esto le permitió acceder a una holgada posición económica. Eva Flora cursará la carrera de Ciencias Naturales, Eduardo se inclinará por la abogacía y Raquel se especializará en las  traducciones del idioma francés. Eduardo desarrollará una brillante carrera en derecho laboral e internacional. Colaborará en la Revista Qué Sucedió en Siete Días, cofundada con su cuñado Eduardo Calamaro; publicará cuentos en La Nación y Sur y artículos de Derecho Internacional en Clarín y otras publicaciones. Raquel, por su parte, estará al frente del control editorial de la editorial Nueva Visión. Los cuatro hermanos, desde jóvenes, abrazarán las ideas socialistas.
Fina, menos esquemática abandonará sus estudios en el Liceo  y se acercará al estudio del piano y canto con Clara Oyuela (1907-2001), soprano Argentina reconocida internacionalmente. Fue alumna de piano de Pallemersts, de composición con Jacobo Fischer e integrante de la Asociación de Jóvenes Compositores de la Argentina.



En 1930, el trasatlántico Monte Cervantes, construido en Alemania, inicia viajes en Argentina como crucero turístico con destino a Punta Arenas. Entre los pasajeros de esa nave están la madre y sus cuatro hijos. El 22 de enero, el barco encalla a unos pocos kilómetros de la ciudad fueguina y en pocas horas se hundirá. Los náufragos son evacuados a Ushuaia y el 28 de enero inician el regreso a Buenos Aires a bordo del buque Sarmiento. Esta experiencia traumática marcará la vida de la escritora.

Precisamente ese año comenzará la carrera de Historia en el Instituto Superior del Profesorado y se recibirá en 1935. En esa etapa se inicia en la militancia adhiriendo al ala más dura del movimiento socialista y participando en la revista Cauce, una publicación que pertenecía al espacio de la llamada “izquierda socialista”.  Digamos que en el período que va de 1914 a 1936 -por poner dos fechas emblemáticas: entre el estallido de la primera guerra mundial, el comienzo de la revolución y la guerra en España-, la dirección moderada del Partido Socialista mantuvo la hegemonía al interior de sus filas, aunque se vio seriamente cuestionada, por izquierda y por derecha. Desde esta última orientación, provino en 1927 la oposición interna y luego la escisión de lo que iba a ser el Partido Socialista Independiente, liderado por Antonio de Tomaso y Federico Pinedo.

Por su parte, los sucesivos cuestionamientos de los sectores más radicalizados derivaron casi siempre en rupturas: a fines de 1917, los sectores internacionalistas que van a fundar el PS Internacional (luego PC); en 1921, los "terceristas" que lideraba Enrique del Valle Iberlucea; finalmente, entre 1929 y 1936, la llamada "izquierda socialista", muchos de cuyos partidarios van a dar vida al Partido Socialista Obrero.

La "izquierda socialista" (1929-1936) se había constituido como un ala dentro del Partido en torno a un programa que contemplaba: insertar al socialismo en el movimiento obrero; revalorizar el marxismo revolucionario contra el reformismo; cuestionar la política de la socialdemocracia internacional (su "impotencia frente a la expansión nazi-fascista"); revalorizar la experiencia soviética; y, finalmente, cuestionando las perspectivas liberales del socialismo argentino, revalorizar el antimperalismo.

Dicha izquierda encontró apoyo institucional en la Juventud Socialista y en las Federaciones de Mendoza, Tucumán, Entre Ríos y La Pampa. Buena parte de este espacio terminó por constituir en 1937 el Partido Socialista Obrero, otros, en cambio, como Ernesto Giúdici, director de Cauce, ingresará en 1934 al Partido Comunista.
 Fina participa activamente en los primeros movimientos  feministas, se vincula a Salvadora Medina Onrubia, colabora en el Movimiento Femenino Antiguerrero y más tarde, en la Unión de Mujeres de la Argentina.  Poco después comienza a colaborar en la revista Claridad, editada por Antonio Zamora, fundador de la editorial del mismo nombre y estrechamente vinculado al Grupo Boedo. Allí publicará artículos sobre temas históricos. De ahí la sorpresa que expresa Mario Bunge en una carta que le envía cuando publica la  primera obra de ficción: "La tenía más como científica que como literata".

En 1935 cuando había conocido a Ernesto Giudici, destacado militante universitario y socialista, co-fundador del Partido Socialista Obrero junto con Benito Marianetti, había sentido una suerte de admiración hacia su persona. Con el tiempo se transforma en pasión. El 1 de diciembre de 1936 contraen matrimonio. En noviembre de 1937 nace su hija Nora y en 1941 su hijo Alberto. Nora sufre en el parto un estrangulamiento con el cordón umbilical, lo que le causa daño neurológico irreversible. La discapacidad de su hija marcará en Fina una temática recurrente en su obra.



El testimonio de su hijo Alberto es de una riqueza sustancial para conocer a Fina: “Ella siempre le reprochó a mi padre el no haberla apoyado suficientemente en el cuidado de mi hermana Nora, que requería educación especial en su crianza. No es que sola no pudiera hacerlo –tenía una energía impresionante–, sino que le dolía no ser comprendida por él. Ellos habían arrancado juntos, parejos, con la idea de que ambos iban a dedicarse a una obra creadora y militante, pero a poco de andar se consolidó una división del trabajo convencional, algo que se acentuó en los años de ilegalidad (durante el Onganiato, papá llegó a pasar siete años fuera de casa, y debíamos hacer citas para encontrarnos con él cada tanto). En una carta, mamá le reclama: ‘…yo no quería tener hijos, quería ser una mujer libre; pero los tuvimos y debemos asumir nuestras responsabilidades…’ Ese conflicto quedó reflejado en muchos textos de Fina, como una suerte de catarsis…”
Tras el golpe de Estado de 1943, Ernesto Giúdice, miembro del Comité Central del PC, debe vivir en la ilegalidad. Son momentos difíciles donde todo parecía terminar en suicidio o en la cárcel. El 30 de diciembre de 1944, Fina y sus hijos están en el cine, a la salida son detenidos. Fina permanece hasta el 20 de enero de 1945 en el Asilo San Miguel, donde están recluidas numerosas presas políticas. Por entonces, su hermano Eduardo se encuentra detenido en la Cárcel de Neuquén junto con cientos de presos políticos. Entre esos reclusos prominentes detrás de las rejas: Juan José Bienes, Víctor Sommi, Carlos Dujovne.
En 1946 inicia  su producción literaria con la novela El retorno de la primavera. Editado por la Editorial  Claridad e ilustrado por María Catalina Otero Lamas. Los responsables la saludan  y la declaran como una “nueva Roberto Arlt”.



En 1949 aparece La Casa Modesa, editado por Editorial Lautaro, un libro que marcará la literatura de ese momento. El acompañamiento social de la censura hacia aquella mujer que osaba levantar la cabeza de las ollas y pañales llegó por palabra y hasta por acción de algunos referentes de la izquierda argentina (quienes, paradójicamente, compartían los ideales de redención de los oprimidos). Al aparecer La casa Modesa, anticipo de lo que luego se conocería como “novela psicológica”, el boedista Elías Castelnuovo escribió a Fina estas líneas: “Leí su libro. Apreciación sintética: bueno. Si se tiene en cuenta que ha sido escrito por una mujer: muy bueno. (...) Su fuerte, no obstante, a mi juicio, es su punto vulnerable. Porque su fuerte –el psicoanálisis- es un arma de dos filos. Para frecuentar los llamados ‘territorios nocturnos del alma’ y proyectar allí alguna luz se requiere una valentía y una franquea difícil en el hombre, casi insalvable en la mujer.(...) Insisto, para su gobierno, que Usted tiene condiciones literarias nada frecuentes en la mujer.”
Bernardo Verbitzky así lo analiza: (...) “Resulta instructiva su lectura para todo aquel que alguna vez haya querido investigar el margen existente entre el escritor y el literato (...) Hay la indiscutible presencia de una escritora original, que nos introduce además en el complejo mundo femenino, siendo éste un testimonio valioso que no siempre percibimos en las mujeres que escriben (...) Demuestra, además, cómo la verdadera captación de la realidad, más compleja de lo que comúnmente se cree, puede llevar a la creación puramente fantástica”
El diario Crítica expresa: (...) “La Casa Modesa es un libro cruel. El libro de la angustia. (...) El clima torturante de la angustia va en crescendo desde el primero hasta el último de los relatos, encadenándolos entre sí por medio de la protagonista. Es este estado el que provoca el estremecimiento constante que transcurre entre la realidad y los sueños, cuando el pensamiento toma forma y se corporiza para adelantarse o eludir los sucesos (...) Con nobles elementos estéticos la autora construye su obra, esta obra viva y dolorosa, siempre personal. Su autora logra así un lugar entre las letras.”.

El diario La Nación se ocupa de La Casa Modesa en estos términos: (...) “Juzgada por un comité convertido en tribunal literario, La Casa Modesa sería condenada por burguesa, por minoritaria. Vista desde este ángulo, Fina Warschaver es excesivamente sutil. Comete el pecado de actuar con intención revolucionaria dentro del arte. (...) Su expresión, en muchas de sus páginas alcanza el grado de lo hermoso (...) hasta alcanzar resonancias de universalidad”.
El hipotético tribunal al que alude el comentarista de La Nación existió. Fue convocado, sin la presencia de la autora, por la Comisión de Asuntos Culturales del PC para juzgar las “desviaciones formalistas y burguesas” del libro. En esa reunión, el escritor Gerardo Pisarello defendió firmemente a Fina Warschaver y advirtió sobre los riesgos de “mutilar la libertad creadora que necesita un artista para reflejar su mundo de experiencia”. En los párrafos más salientes de su intervención –que años después (1968) le hizo llegar a Fina Warschaver -, señaló: “Resulta casi siempre nocivo para toda obra artística forzar las situaciones para condicionarla a una solución política que no le corresponde a ella darla. Por ese camino se le impone a esa obra la exigencia del panfleto.” Añade Pisarello que “en la novela de Fina predominan las sensaciones de angustia y de impotencia de una mujer sitiada por una realidad”, y se pregunta: “¿Le está vedado a un escritor comunista retratar ciertos tipos de personajes, reflejar determinados tipos de psicologías en sus novelas? Si se aceptara esto como norma, sería contraproducente” y el escritor viviría “siempre bajo el temor de herejía política. Y esto no haría sino conspirar contra su obra. Lo condenable es hacer mala literatura, sea su tema revolucionario o no.”
Otro documento revelador de esa polémica interna, es una larga carta del poeta Simón Contreras a Fina Warschaver, de la que se transcribe un párrafo.

“Estimada Fina: He leído La Casa Modesa de un ‘tirón’, es decir, interesado por su texto y apresado por el mensaje dramático que de él trasciende más allá de la voluntad de creación. Creo que realiza Ud. un verdadero aporte a nuestra literatura y le considero la mejor entre los escritores de nuestro Partido, incluyéndome con honor por supuesto. No es casual que Ud. tome el toro por las astas y se sumerja en la literatura de imaginación. (...) Dispense Ud. mi precaria condición de crítico. Deseo, únicamente, dejar constancia escrita de mi actitud ante su libro. Por otra parte, siento una profunda indiferencia por la crítica literaria sin genialidad, esa misma que no ha logrado captar que es Ud. una escritora de raza y que acaso, lo más celebrable de su libro sea lo que significa como anticipo de una gran carrera de artista. Simón Contreras, El Palomar, 17 de octubre de 1949”.
Miembro fundador de la mítica Asociación Arte Contreto-Invención, Simón Contreras fue co-firmante del Manifiesto Invencionista, junto con Edgar Bayley, Manuel Espinosa, Alfredo Hlito, Raúl Lozza, Tomás Maldonado, Enio Iommi y Primaldo Mónaco, entre otros. Este célebre documento apareció en la revista Arte Concreto N° 1, 1946 y fue el punto de arranque de la primera vanguardia orgánica de la Argentina y América latina, integrada por artistas plásticos y poetas, como Bayley y Contreras. Casi todos sus integrantes eran miembros del comunismo local pero tras los ataques de Zhdanov, en la URSS, al “arte formalista” y “decadente burgués”, fueron forzados a abandonar sus filas. La parte final de la carta de Contreras alude, evidentemente, a que La Casa Modesa fue silenciada en la prensa partidaria de entonces.
Como sucede con los buenos escritores, nada se puede decir sobre Fina Warschaver y sobre su mundo que ella no haya podido expresar antes –y mejor– con sus propias palabras, en papeles impresos o inéditos, celebrados o quemados en alguna moderna hoguera inquisitorial.
En 1951 traduce al castellano y prologa Gobernantes del Rocío del escritor haitiano Jacques Roumain (1907-1043). Aunque escrito en francés literario, el texto ofrece numerosas dificultades por el permanente uso del créole, lengua haitiana basada en el francés, con marcado aporte de lenguas del África occidental.

Colabora en Nueva Gaceta, publicación cultural que tiene como directores de Roger Plá, Héctor Agosti y Enrique Policastro. Escribe artículos sobre Erskine Cadwell  y comentarios de música.

Ya en 1952 integra la delegación argentina que asiste al Congreso Mundial de la Paz, celebrado en Viena. A su término, forma parte del grupo que viaja a la Unión Soviética y a la República Popular China  compuesto, entre otros, por María Rosa Oliver, Juan Carlos Castagnino y Leónidas Barletta. De Regreso en Buenos Aires, funda junto con Juan Carlos Castagnino la Asociación Argentina de Cultura China. Organiza exposiciones, conferencias y edita, la revista Cultura China. Publica el primer ensayo en el país sobre la obra Lu Shin, considerado por ella como el máximo escritor chino del Siglo Veinte.

Durante el gobierno de facto de la Revolución Libertadora se produce la   Operación Cardenal que fue la clara muestra de que a pesar de las promesas de democratización que el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu prometía, las acciones contra el movimiento obrero eran parte fundante de su proyecto político.




En pleno fervor de la Guerra Fría, cualquier tipo de rechazo al gobierno era visto como una provocación, un accionar ya sea de agentes infiltrados de la URSS o de miembros ligados a aquél Juan Domingo Perón exiliado. La resistencia no hacía más que perturbar la inestable paz que esperaban tener los golpistas, quienes creían que con un golpe de mano, todo volvería a la situación previa a 1945, fecha vista como el origen de todos los males. Entonces, el gobierno, luego de un sesudo planeamiento efectuó la encarcelación de 204 militantes comunistas, junto con el cierre de 24 de sus locales.
El contralmirante José Dellepiane imbuido del espíritu cesarista pronunció a los medios: “El Poder Ejecutivo Nacional, después de un período de atenta observación y análisis ha llegado a la conclusión de que dirigentes y activos adherentes de esa ideología de extrema izquierda estaban actuado contra la seguridad del Estado y atentando contra el decidido propósito del gobierno de normalizar el país”. Figuras como el poeta chileno Pablo Neruda y el músico Osvaldo Pugliese fueron las caras famosas de esta redada. Sus destino: la Penitenciaría Nacional, el Buque “París” y otras tantas cárceles dispuestas en largo territorio nacional.
Estas masivas detenciones estuvieron cubiertas por una generalidad de políticas anticomunistas, que desde ese momento ya se estaban empezando a arraigar en Argentina: tan solo tres días más tarde de estos sucesos el país participó del III Congreso Anticomunista Latinoamericano, que entre otras cosas, votaría como Día del Anticomunismo Mundial al 23 de octubre.



Entonces, la Operación Cardenal materializó un conjunto de tendencias que desde 1955 se hacían a la vista: la represión contra las organizaciones obreras, la persecución ideológica y el sistemático accionar anti-comunista, que en las décadas siguientes habrán de sumergir las Fuerzas Armadas a la nación.
En dos noches seguidas, cientos de militantes de izquierda fueron detenidos. La policía allana la vivienda de Fina buscando a su esposo. Al no encontrarlo, la llevan detenida y permanece un par de semanas en el penal de Humberto I, donde se encontraban recluidas, desde septiembre de 1955, numerosas militantes peronistas, entre ellas, la destacada dirigente Delia Parodi.
Publica en 1956 Cantos de mi domingo, editado por el Instituto Amigos del Libro Argentino. Recopilación de poemas escritos a lo largo de una década vinculados al propio yo, a la tierra nativa a su Compromiso Político.
 Entre 1960 y 1970 colabora en el mensuario Cuadernos de Cultura, con artículos sobre Modesto Mussorgsky, Cecilia Marcovich, Raúl González Tuñón, entre otros.
Publica en 1961 El hilo Grabado editado por Editorial Futuro.
Producido el golpe militar que destituye a Arturo Frondizi, una masiva cantidad de intelectuales, periodista y militantes son perseguidos y detenidos. Ernesto Giúdice es uno de esos que pasaron por las rejas. Fina se pone a la cabeza de las protestas e impulsa el Moviendo por la Libertad. La acompaña Carlos Astrada y recibe adhesiones de variados dirigente políticos, personalidades universitarias y de la cultura como también de parlamentarios de Chile y Uruguay.
Desde 1966 colabora regularmente en Testigo, publicación bimensual dirigida por Sigfrido Radaelli.
Transcurre 1972 y la poeta recibe la mención especial otorgada en el concurso Argentores-Odol por su obra teatral Los que derrocaron a Dorrego.

El 29 de julio de 1989, la notable escritora muere víctima de un infarto. En su escritorio quedaron numerosos apuntes. Un trabajo sobre la Revolución Francesa (era el Año del bicentenario), el borrador de una conferencia que debía dar dos días más tarde sobre el escritor correntino Gerardo Pisarello, su amigo entrañable  y el borrador inicial de la carta  que sería la despedida de una vida llena de pasión y compromiso. Esa carta escrita a raíz del embarazo de una niña producido por una violación, empujó a Fina Warschaver  a despacharla el día 24 de julio de ese año, cinco días antes de morir. La Nación decidió publicar la carta recién el 23 de septiembre -dos meses después- y no aclaró en esa oportunidad que quien la firmaba (“Fina Warschaver, Vuelta de Obligado 2284, Capital”) había fallecido. Por esa razón, comenzaron a llegar al buzón de la casa de Fina una serie de apoyos y mensajes de solidaridad de distintas personalidades que ignoraban que ella había muerto.
No hubo mejor homenaje, para esta intelectual argentina que recibió en vida su enorme cuota de silencio y el olvido, que esos mensajes que llegaron tardíos, inocentes, al buzón de la calle Obligado 2284, en el barrio porteño de Belgrano, cuando ya la dueña de casa había partido. En todos se trasluce el afecto y el reconocimiento que sus pares, aún sin conocerla, sentían por ella.
Reproduzcamos algunos de ellos: “Querida Fina: El 23 de septiembre vi  en La Nación una carta que me sorprendió por su valentía, su sinceridad, su manera de encarar el tema –el aborto voluntario—con toda la dignidad y la cordura que corresponde. Es una carta magnífica y la suscribo enteramente, en todos sus puntos. Me alegré, también, porque ha sido la manera de tener tu dirección…”
(Estela Canto)
“Querida Fina: Muchas gracias por su excepcional carta. Conseguí copia del fallo (32 carillas) de Remigio González Moreno (…) Si le interesa fotocopíarlo, está a su disposición. Afectuosamente.”
(María del Carmen Brión)
“Sra. Fina Warschaver: Acabo de leer su carta de hoy (…) me apresuro a enviarle estas líneas, pues no encuentro en la guía su teléfono para llamarla (…) Quiero felicitarla, estoy en todo de acuerdo con lo que dice; yo me indignaba, precisamente, con ese juez y el abogado, que no sólo avalaban el crimen, sino que condenaban a una inocente víctima, la mujer vilmente atropellada, a tener que convertirse en madre de un hijo no deseado, que puede llegar con todas las taras genéticas de un ser sin entrañas (…) Muchísimas mujeres pensamos lo mismo. Soy católica y también madre y abuela, pero aunque un sacerdote me quisiera convencer de que la opinión ‘jurídica’ estuvo bien, no la compartiría. Me gustaría conversar con usted. Llámeme.”
(Delfina Bunge)
“Estimada señora: Su carta de lectores “Mujer violada” me ha conmovido profundamente. La felicito por su claridad de mente, su libertad de espíritu y su valentía. Reciba un cordial y emocionado saludo.”
(Florencio Escardó)
La famosa carta es la que sigue:
“Una mujer no es una incubadora”
Señor Director:
“Agradezco la publicación de unas cuantas ideas en respuesta a una carta aparecida el 18-7-89 sobre el pedido de aborto de una mujer violada.
“He tenido hijos y he escrito libros. Sé, pues, lo que es procrear y crear. Crear y procrear, en el hombre, son obra del pensamiento y del sentimiento. A diferencia de los animales, en los que son obra del instinto. Esa diferencia capital define lo que es legítimo de lo que no lo es en los seres humanos. El sexo mismo tiene un sentido distinto en una especie y en la otra. En los humanos existe un incentivo que llamamos amor. Ese acto en el animal es el estado de celo, un despertar de los sentidos y nada más. Nadie puede justificar un acto de violación que nos retrotrae a la animalidad. El hombre es superior por sus sentimientos y por la razón.
“Por lo tanto avalar el crimen de la violación de una mujer –y la violación es uno de los mayores crímenes—y querer imponerle la consecuencia –no querida—de la gestación, producto de un acto de violencia irracional y no del mutuo amor, es aceptar ambas cosas: el crimen y la animalidad. No es la procreación lo que justifica el amor, sino el amor lo que justifica la procreación.
“En el asunto de la muchacha violada, que ha tenido la valentía de repudiar la violencia ejercida sobre ella y defender su derecho a interrumpir la gestación, han intervenido un juez y un abogado que dice defender el derecho a la vida del embrión. Cuánto más valido sería que defendieran ese derecho en los jóvenes en la plenitud de la vida, que son aniquilados por guerras, por la miseria y demás plagas de una sociedad injusta.
“Y me pregunto ¿es posible apoyar un delito presente –el de la violación—en nombre de un derecho hipotético, el de un injerto que no es su hijo?
“Soy individualista, y lo soy porque amo a la humanidad, que está construida por individuos. Se ha legislado sobre el derecho inviolable de la propiedad. Pues bien, he escrito ‘Mi cuerpo es mi casa’. Y es mi propiedad.
“Y si la legislación declara sin culpa al que mata al ladrón que entra en casa ajena, yo declaro que esa muchacha está exenta de culpa si interrumpe su embarazo –no querido–, producto del delito de violación. Una mujer es una persona, no es una incubadora.”
Fina Warschaver
Vuelta de Obligado 2284 Capital
(Carta publicada en el diario La Nación el sábado 23 de septiembre de 1989)
"Fina Warschaver perteneció a la Argentina invisible, la que trabaja infatigable en la sombra, lejos del escenario, aferrada a la autenticidad ya lo profundo", había dicho el escritor Raúl Larra, al despedir sus restos en nombre de la Sociedad Argentina de Escritores, el 30 de julio de 1989.




Epitafio en movimiento
Voy a morir sin dejar rastro,
menos que el caracol ovillado en su membrana,
menos que el aliento condensado en la ventana,
menos que la ojera del guijarro en el estanque,
menos que el latido de la almeja en la arena,
menos que la voluta de la pluma en el aire,
menos que el humo que empaña la mañana.
Ah, si fuera
estrella de nieve en el vidrio del recuerdo,
rosa náutica en el mar del pensamiento,
vela enamorada del viento, pasaría
como espectro de luz en la semana y dejaría
el color de cada día. Pero
voy a morir sin dejar rastro.












1 comentario:

  1. Lindo rescate de la autora en general. Lástima que no se pueda evitar que aflore en algunos subjetivemas el rechazo y el desconocimiento que se tiene respecto de todo lo que es y ha sido el pensamiento y las acciones de los muchos feminismos que existen y existieron. Este párrafo, por ejemplo, me parece que arruina todo lo que la entrada quiere mostrar:
    La revolución feminista está ocasionando estragos en todos los ámbitos de la vida actual, desde la moda hasta los dogmas de fe y evidentemente ha cambiado los códigos de la comunicación en todos los idiomas. Baste un ejemplo para ilustrar lo que digo. El signo lingüístico hombre que, en español, en ingles y en muchos otros idiomas, había servido de significante a la totalidad de la especie, hoy se reserva casi exclusivamente para designar al varón. En broma y en serio ahora hay que puntualizar "mujeres y hombres" para significar genero humano.

    Ni "hay que" ni "estragos", digo, me parece... Saludos

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