La vida multifacética de León Benarós
(1915/2012), también conocido como Ernesto Segovia o Juan Garré, fue
apasionante. Abogado,poeta, historiador, narrador, investigador, folclorista,
crítico de arte, pintor, letrista de tangos, entre otras cosas; su camino estuvo
lleno de anécdotas que sin duda sobrepasan las líneas de esta crónica. Sin
embargo, antes de perfilar la cronología de algunos hechos rescatables, nos
llamó la atención una historia de cuando todavía Benarós no era notable y
reconocido. Nos referimos a “Recuerdos de Zambonini”: dicen que ocurrió por el
Centenario, quizás un par de años más tarde, en un café de camareras en el
barrio de La Boca. El hombre de unos treinta años, al que apodaban El Rengo, marcó profundo con la hoja de
su cuchillo el rostro del muchacho, Roberto
Firpo, al que respetuosamente ya lo trataban como Don Roberto. Las razones
de aquel violento ataque sólo fueron conocidas por los testigos presenciales,
quienes guardaron un honorable silencio.
También se supo, que no conforme con la
agresión, el atacante marchó hacia su casa y, de inmediato, agregó las notas
musicales que faltaban en un pentagrama y, con firme morosidad, dibujó letra a
letra las palabras del título de un tango: “Recuerdos de Zambonini”, en alusión
al tajo inferido y utilizando su propio apellido, para que todos supieran del
hecho. Un acierto impensado, porque el título perduró para siempre y la melodía
pronto fue olvidada.
El agredido restó importancia al asunto y sólo
dijo haber sido herido de a traición. Pero fue más allá, también hizo un tango,
“Mal pegador”, que no tuvo ninguna importancia dentro de su posterior obra
autoral. Y aquí por lo que sabemos, todo terminó.
De Don
Roberto, es mucho lo que ha trascendido como personaje fundamental del
tango, de El Rengo Ernesto Zambonini,
muy poco.
En cuanto a su vida casi nada
se conoce; sobre su aspecto, es interesante la breve descripción que dejó León
Benarós:
«Yo era un joven abogado
trabajando en un juzgado de San Martín donde era juez en lo civil el novelista
Miguel Angel Speroni, quien me comenta:
—¿Sabés quién anda siempre por el
boliche de enfrente?... Zambonini.
—¿El de “La clavada”?, pregunté.
—Exactamente.
—Esto es más importante que la
sucesión —agregué—, y me crucé al bar. Y allí estaba, sentado junto a una
mesita con un vaso de vino blanco. Aceptó el elogio que le hice por el tango
nombrado y con unos vinos más se puso algo locuaz.
—¿Usted sabe que yo le pegué un
tajo a Firpo por debajo de la barbilla? Estuve preso, En la cárcel vinieron de
una editorial de música y me hicieron firmar un papel. Yo creía que era una
autorización para editar una obra y resulta que era una cesión de derechos.
Menos mal que cuando salí pude arreglar el asunto.
Era un hombre chiquito, hosco y
lo más curioso es que estaba en camiseta y con los pantalones rigurosamente
sujetos con un alambre».
Benarós fue un hombre muy ligado al folclore y
su capacidad creativa quedó reflejada en muchas obras de enorme popularidad. Profundo
admirador del caudillo Martín Miguel de Güemes, al que siempre trataba de
hacerlo conocer en público, muchas letras de su autoría quedaron reflejadas en
canciones, coplas, vidalas y bagualas dedicadas al caudillo salteño.
Verdadero apasionado de la música nativa, volcó
su inspiración en canciones testimoniales ("El Chacho", "Viva
Güemes" y otros caudillos) y en la bella y delicada zamba La tempranera, suma de fina poesía, de
asegurada vigencia, actualizada por jóvenes y nuevos cantores que celebran el
hallazgo y la plenitud de su texto.
TODITA LA TIERRA EN ARMAS
(León Benarós - Hernán Figueroa Reyes)
(vidala)
Don Martín Miguel de Güemes
venga y vámonos con todo
que allá por el lado de la frontera
van amagando los godos. (bis)
Mi General San Martín
vaya a libertar naciones
que en tierras de Salta se queda Güemes
desbaratando invasiones. (bis)
No han de pasar, no han de pasar,
barreras les pone Salta
Si hasta los changuitos se están peleando
todita la tierra en armas. (bis)
Señores déjenme solo
con mi paisanaje rudo
que se me retiren los oficiales
que les voy a hablar en crudo. (bis)
Don Martín Miguel de Güemes
si hasta me parece verlo
en el entrevero soltando un ajo
cuando era el caso hacerlo. (bis)
No han de pasar...
SEÑORA MACACHA GÜEMES
(León Benarós - Agustín Carabajal)
(chacarera)
A ver Magdalena
Güemes
por lindo apodo Macacha
ahí andan los Infernales
cayendo de puta y hacha.
Salteña de pura cepa
aparcera de su hermano
cuando luchó por los libres
bien supo darle una mano.
También lució en los salones
pero según y conforme
al soldado de la patria
haciéndole el uniforme.
Que viva Macacha Güemes
por su valor y coraje
revistando de a caballo
las tropas de su gauchaje.
Señora Macacha Güemes
mujer de Román Tejada
la patria le debe gloria
por noble y determinada.
Bien haiga la chacarera
de aquella dama patriota
manteniéndose en el triunfo
creciéndose en la derrota.
Bondades fueron las suyas
la llaneza fue su escudo
por que usted trató al humilde
lo mismo que al copetudo.
Que viva Macacha Güemes
por su valor y coraje
revistando de a caballo
las tropas de su gauchaje.
¿SE ACUERDA DON MARTÍN GÜEMES?
(León Benarós - Ramón Navarro)
(zamba)
Se acuerda don Martín Güemes?
se acuerda digo, se acordará
cuando San Martín y usted
en Salta hicieron una amistad. (bis)
Y una amistad de varones
que dio a la patria seguridad
cuando querían quitarnos
el justo anhelo de libertad. (bis)
Desde arriba de los cerros
un huracán de paisanos
viene bajando al galope, señor,
adiosito y lanza en mano
y cómo no.
Se acuerda don Martín Güemes?
allá en el cielo se acordará
junto con Pachi Gorriti
por vernos libres, combatirá. (bis)
Tiempos de la patria vieja
Tal vez un día quieran volver
porfiando por darle al cuerpo
el alma gaucha que hay que tener. (bis)
Desde arriba de los cerros
un huracán de paisanos
viene bajando al galope, señor,
adiosito y lanza en mano
y cómo no.
LA YEGUADA DE LOS
SAUCES
(León Benarós - Carlos Carabajal)
(malambo)
recitado:
1817
cinco de mayo
está a la vista allá
en Los Sauces
insolente
el campamento Realista.
Gauchos de Güemes en la noche
van a soltar al invasor
una yeguada enfurecida,
enloquecida de pavor.
cantado:
La noche en suspenso
parece esperar
el tumbo y retumbo
comienza a sonar.
Los cascos imitan
salvaje tambor
La noche es estruendo
y oscuro pavor.
Los duendes del cerro
de guardia estarán
laureles y cedros
allí velarán.
Alturas del Chañi
se asombran también
yeguadas salvajes
sin rumbo se ven.
Resuenan los tiros
en gran confusión
nocturno fantasma
de desolación.
Millares de patas
golpean sin fin
el bronco retumbo
repite el confín.
Un río de yeguas
de extraño furor
consume el desastre
del campo invasor.
El día descubre
la gran mortandad
bravía defensa
de la libertad.
EL ESCUADRÓN DE
INFERNALES
(León Benarós - Canqui Chazarreta)
(zamba)
Allá van esos bravos
paisanos leales
son los gauchos de Güemes
los Infernales, los Infernales. (bis)
Chaqueta colorada
gorro de manga
boleadoras y lazo
¡huija a la carga!, ¡huija a la carga! (bis)
Cayéndole al invasor
al tiro habrá de salir
queriendo está toda Salta
ser libre si no, morir. (bis)
Infernales de Güemes
melena y barba,
guardamontes de cuero
¡torazos mi alma!, ¡torazos mi alma! (bis)
Gauchos salteños sí
como no hay otros
espuelazas de fierro
bota de potro, bota de potro. (bis)
Cayéndole al invasor
al tiro habrá de salir
queriendo está toda Salta
ser libre, si no, morir. (bis)
LOS DE PONCHO COLORADO
(León Benarós - Pedro Alberto Favini)
(canción)
Los de poncho colorado
son fronterizos cabales
no los paran ni los pumas
ni tampoco gamonales.
Ya bajaban de los cerros
en los ranchos no hay ninguno,
con su par de guardamontes
y su sombrero ovejuno. (bis)
Don Martín Miguel de Güemes
con sus hombres bien montados,
a los del lado del Rey
los verá desesperados.
Contra tanto gaucho bravo
de verdad no han de poder
los que defienden a Salta
tienen lo que hay que tener. (bis)
recitado:
Aventándole las ganas
a todo su pobrerío,
viene hablándoles de patria
para templarles el río.
cantado:
Libres los ha declarado
de toda contribución
ya bastante con que pongan
el cuerpo y el corazón.
Dis que se ven recelosos
los señorones de rango
que vayan ellos al Cerro
a parar los maturangos. (bis)
Don Martín Miguel de Güemes
con sus hombres bien montados,
a los del lado del Rey
los verá desesperados.
Contra tanto gaucho bravo
de verdad no han de poder
los que defienden a Salta
tienen lo que hay que tener. (bis)
CUANDO GÜEMES SE MORÍA
(León Benarós - Hernán Figueroa Reyes)
(canción)
Trabajos del año veinte
pesares del veintiuno
Don Martín se ha de cortar
un diecisiete de junio.
¿Quién trajo gente del Rey
con tanta tropa y cartucho?
Ese Valdéz ha de ser
que llaman el barbarucho.
Dura la suerte de Salta, ay señor
la pisa la planta del invasor. bis
Macacha, hermanita mía
me voy para el Chamical
ardiendo me está la herida
pierdo de sangre un caudal.
Diez días hace que Güemes
se viene así desangrando
a la sombra de un cevil
se estaba el cabo cortando.
Dura la suerte de Salta, ay señor
se muere el salteño, bravo y mejor. (bis)
Adiós mi tierra de Salta
te dejo en esta contienda
mi espada para recuerdo,
mi corazón por ofrenda.
A mis paisanos les digo
que no dejen de pelear
que mi alma desde los cielos
los ha de capitanear.
Bravos salteños, que viva Salta,
sigue hasta vernos libres,
la guerra gauchá,
la guerra gauchá.
LA TELESITA
Santiagueño soy, señores,
de aquella tierra bendita
donde ya suman añares
que alentó la Telesita.
y ya que el caso ha venido,
permítanme que les cuente
de la vida y los milagros
de esa criatura inocente.
Rendidos amaneceres
dormida la habrán mirado
a las orillas del Dulce,
por las costas del Salado.
Humildita y pobrecita,
fue una casita de nada,
como un brotecito tierno
que pudo quemar la helada.
Donosa en su honestidad,
linda al par de otras muchachas,
apenas la malcubría
su camisita en hilachas.
En sus grandes ojos negros
iba temblando una pena.
Sus dos trenzas daban marco
a su carita morena.
Era, en su desasosiego,
como esas estrellas puras
que, SIempre por apagarse,
desmayan en las alturas.
Temiendo servir de estorbo,
contenta con lo preciso,
vivió de la caridad,
como pidiendo permiso.
Con su carguita de leña
o su atadito pasaba,
cuidando de no perder
la limosna que lograba.
De alguna gente piadosa
conseguía merecer
un pedazo de tortilla,
quizá de pan de mujer.
Sones de caja y violín
la tienen embelesada.
Su reino es la chacarera.
Fuera del baile no es nada.
Allí donde escucha música,
azorada se encamina.
(Las pencas de los senderos
no le mezquinan espina).
Ya se le enciende la luz
de sus grandes ojos mudos.
Ya se entrechocan de gozo
sus piecesitos desnudos.
Al eco de una mudanza,
con gracia se zarandea,
bailando para ninguno
hasta que el día clarea.
Así, danzando y cantando,
libra sus penas al viento.
¡Qué pecado habrá tenido,
si le faltó entendimiento!
No tiene caudal alguno.
Poco pesa sobre el suelo.
Será por eso que Dios
le mandará ese consuelo.
¿A qué puerta llamar puede
que le den sosiego y calma?
¿Qué otro consuelo hallará
que bailar, solita su alma?
Sola vive en este mundo,
sola a su danza se entrega;
sola canta sus vidalas,
sola se va, sola llega.
Pudorosa de la lumbre
del sol y su reverbero,
su carita le mezquina
de vergonzoso lucero.
y ya un ansia la conmueve
si apunta el alba rosada,
desde que estira la luz
su primera pincelada.
Todavía los violines
llorando están sus gemidos.
A vagar entre los árboles
vuelve a sus lares queridos.
Dicen unos que la hallaron
una mañana de hielo,
tumbada sobre una acequia,
con los ojos hacia el cielo.
Aunque suponen los más
que, en una noche funesta,
viendo el incendio de un bosque
lo tomó por una fiesta.
Ciega de lo que mentían
sus pupilas asombradas,
las que miró como luces
se le hicieron llamaradas.
Poca tarea sería
para ese fuego infinito
hacerla una brasa viva,
envuelta en su vestidito.
En puñado de cenizas
lueguito iría a parar.
A quemazón semejante,
¡qué trabajo le iba a dar!
Un dijecito de plata
llevaba siempre en el pelo.
La conocieron por él,
con el más dolido celo.
Ya murió la Telesita,
en su tormento quemada.
Promesantes del lugar
la miran santificada.
Siete chacareras bailan
a tenor de su deseo,
y le dedican envites
de aguardiente con poleo.
Unos le ruegan salud.
Otros, con pedidos mil,
que las ovejas perdidas
las restituya al redil.
Unas velas de colores
le encienden a la finada.
La tierra fue su calvario,
será el cielo su morada.
Allí, donde la humildad
tiene duradero brillo,
quedita se estará el alma
de Telésfora Castillo.
LA TEMPRANERA
(zamba)
Letra: León Benarós
Música: Carlos Guastavino
Eras la tempranera,
niña primera, amanecida flor,
suave rosa galana,
la más bonita tucumana.
Frente de adolescente,
gentil milagro de tu trigueña
piel.
Negros ojos sinceros,
paloma tibia de Monteros.
Al bailar esta zamba fue
que, rendido, te amé.
Eras mi tempranera,
de mis arrestos prisionera.
Mía ya te sabía
cuando, por fin, te coroné.
Era la primavera,
la pregonera del delicado amor.
Lloro amargamente
aquel romance adolescente.
Dura tristeza oscura,
frágil amor que no supe retener.
Oye, paloma mía,
esta tristísima elegía.
Al bailar esta zamba fue
que, rendido, te amé.
Eras mi tempranera,
de mis arrestos prisionera.
Mía ya te sabía
cuando, por fin, te coroné.
Los caudillos también están presentes en gran
parte de su obra, sobre todo Vicente Chacho Peñaloza, a quien dedicó un disco
junto con Jorge Cafrune. ¿Qué encontró en Peñaloza el autor que lo inspiró más que
otros?
Reflexiona Benarós: “Peñaloza era un caudillo
totalmente atípico, no era prepotente como Facundo. La mano derecha de Rosas,
tenía la provisión de carnes en La Rioja y al tipo que no lo compraban.
Peñaloza era más inocentón. Él no invadía un lugar, mandaba a sus oficiales a
pedir limosna para alimentar a los soldados. Armó órdenes militares que no
tenían que ver con las otras, confundía a los opositores. Inventaba cañones con
cuero crudo”.
"Nací en San Luis porque mi
padre tenía allí campos y una casa de comercio que se llamaba La Bola de Oro.
Después pasé otra parte de mi infancia en una quinta que teníamos en Lomas de
Zamora. Mi padre murió joven, y un tío que era poeta, que trabajaba para una
gran casa de comercio, comenzó a viajar y me llevó con él. Fue así como conocí
varias partes del país. Al folklore yo lo viví antes de escribirlo. En una
oportunidad, cuando vivíamos en Mendoza, teníamos una casa tan grande que
empezaba en una calle y terminaba en la otra. Andaba a caballo, y empecé a
tocar la guitarra. Viví en la ciudad tucumana de Monteros, por eso hay una
zamba mía que cita a ese hermoso lugar. También estuve radicado en Chivilcoy y
en La Pampa”.
“Yo trabajé siempre con mi poesía
en dos sentidos: un sentido de la poesía lírica y una serie de romances
históricos. Así pude dar a conocer personajes increíbles. Recuerdo a un señor
llamado Vicente González, militar, que era conocido como Carancho del Monte.
Era un tipo fanático de Rosas que una vez se fue vestido como cura a una
iglesia, y cuando el sacerdote estaba hablando le dijo: "Usted será cura
pero yo soy el que reina". Terminó mal luego de haber degollado mucha
gente. Se hacía llamar Su Majestad Caranchísima, y pidió que esa denominación
fuera oficializada para estar en la lista del ejército”.
León Benarós supo tener un
excelente vínculo amistoso con Jorge Luis Borges y Pablo Neruda. Recuerda el
autor: “A Borges lo conocí por el premio que tuve por el libro El Rostro Inmarcesible. Él era jurado.
A Borges le gustaban mucho las milongas. Una vez me preguntó algo que utilizó
para un cuento. Tenía que hacer un enfrentamiento entre paisanos y quería
diferenciar los cuchillos. Le conté que hay cuchillos que tienen filo hacia
arriba y otros que forman una especie de U, como el que usaba Juan Moreira.
Borges tenía un talento y una memoria increíble.
Con Neruda, estando en Buenos Aires la que era secretaria de la revista Anales, que dirigía Borges, me dijo que Neruda quería conocerme y me dio su teléfono. Lo llamé y le dije: "Señor Neruda, para mí es muy halagador que quiera conocerme". Luego me confesó que se interesó por mí a raíz de un poema dedicado a Dorrego que escribí para la revista Anales. Me contó que mi forma le gustó mucho porque él quería trabajar con un sistema en su poesía más apretado, no tan barroco. Me dijo que fuera a Isla Negra, donde él vivía, y que me quedara el tiempo que quisiera. Nunca pude ir porque tenía otros compromisos, pero cada vez que venía a Buenos Aires nos encontrábamos”.
Con los grandes tangueros Benarós
había logrado ser uno más de ellos y su relación fue de mucha cordialidad. “Con
Troilo -afirma- estuve a punto de hacer una obra, pero como ya tenía una oferta
anterior de Cátulo Castillo no lo hicimos por respeto. Troilo era un tipo muy
gracioso. Recuerdo que una vez Julián Centeya hizo un poema en el que decía:
"Qué querés Benarós que yo te diga". Fue él quien me presentó a
Troilo, en el teatro Odeón. El gordo se paró frente a mí y me dijo: "Qué
querés Benarós que yo te diga". Esta vena por la música ciudadana lo
acercó a la Academia del Lunfardo como uno de los fundadores. Siempre atento a
la voz popular su valorización sobre el lenguaje es determinante: “Los
estudiosos del lunfardo tenemos un lema: "El pueblo agranda el idioma".
No se puede estar dentro de una norma rígida, hasta los ministros emplean
palabras del lunfardo, como "pibe". En una época se impuso la palabra
"cheto". Luego, las nuevas generaciones inventan palabras que los más
viejos ya no reconocemos, pero con el tiempo las adopta todo el mundo. Hay que
destacar que nuestro idioma, el español, desciende de un latín vulgar, no
académico. El español fue un lunfardo de la época. En aquellos tiempos se
decía: "Esto no es latín, es español", pero luego se aceptó. Incluso
el Dante en La Divina Comedia usa palabras en italiano, lunfardas para la
época. Hay que aceptar estos cambios”.
En Buenos Aires, colaboró en las
revistas Sur, Nosotros, Verde Memoria, Lyra, Tarja, Realidad, Pájaro de Fuego,
Anales de Buenos Aires (dirigida por Jorge Luis Borges), Conducta, Columna, Atlántida,
Continente, Reseña de Arte y Letras, Agonía, en el periódico Correo Literario,
y otras más. Colabora en los diarios La Nación , Clarín y en la revista Proa,
de la que fue uno de los secretarios.
En el exterior, colaboró en
Cuadernos Americanos (México), Asomante (Puerto Rico), Viernes (Venezuela),
Poesía de Venezuela, Cordillera (Bolivia), La Gaceta de Chile, dirigida por
Pablo Neruda, La Estafeta Literaria (España).
En verso, ha publicado El Rostro Inmarcesible
(1944), Romances de la Tierra (1950), Versos para el Angelito (1958), Romancero
Argentino (1959), Décimas Encadenadas (1962), El Río de los Años (1964),
Memorias Ardientes (1970), Romances de Infierno y Cielo (1971), Romances
Paisanos (1973), Carmencita Puch (1973), Elisa Brown (1973), La Mano y los
Destinos (1973), Romancero Criollo (1978), Romances Argentinos (selección,
1981), El Bello Mundo (1981), Flora Natal (1983), Canto de Amor a Buenos
Aires (1983) y Romances de Pueblo (1999).
En prosa, Libro de Vacaciones
(1980), Antonio Porchia (1988), Leyendas Argentinas (1981 con cuarta edición,
1955), El Desván de Clio (1990), y Mirador de Buenos Aires (1994), así como
monografías sobre los pintores argentinos Lino Enea Spilimbergo, Miguel Carlos Victorica
y diversas compilaciones anotadas.
Con música del maestro Carlos
Guastavino, el texto del poema sinfónico Despedida y las poesías de los albumes
Flores Argentinas, Canciones del Alba, Pájaros, 15 Canciones Escolares, y la
letra de diversas canciones de cámara y populares como La Tempranera grabada
por Mercedes Sosa.
Con música del maestro Sebastián
Piana, el álbum Cara de Negro (12 candombes y pregones de Buenos Aires).
Fue autor de las letras de los
discos titulados El Chacho (vida y muerte de un caudillo), cantado por Jorge
Cafrune; La Independencia, igualmente cantado por Cafrufe; Viva Guemes, cantado
por Hernán Figueroa Reyes; Gente criolla, cantado por Chacho Santa Cruz y
Forjadores de la Patria, cantado por el conjunto Los Arroyeños.
Entre otros premios, ha obtenido
los siguientes: Premio Municipal de la ciudad de Buenos Aires por El Rostro
Inmarcesible; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y
elección 'Libro del Mes' (noviembre del 1944) por el mismo libro, por decisión
del jurado del 'Club del Libro' integrado, entre otros, por Jorge Luis Borges,
Adolfo Bioy Casares, Pedro Henriquez Ureña, Ezequiel Martínez Estrada,
Baldomero Fernández Moreno, Angel J. Battistessa, Ricardo Baeza y Victoria
Ocampo. Premio Nacional IPCLAR, de la provincia de Santa Fe, por Memorias
Ardientes (en calidad de inédito). Primer Premio Municipal por Memorias
Ardientes (1970). Tercer Premio Nacional por Memorias Ardientes y Romances de
Infierno y Cielo (1978). Segundo 'Premio Especial Ricardo Rojas' de la
municipalidad de Buenos Aires, por Leyendas Argentinas. Premio 'Cesar Mermet'
de la Fundación Argentina para la Poesía. Premio 'Recorrido Dorado' de la
Sociedad Distribuidora de Diarios, Revistas y Afines (1988), Gran Premio de
Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (1982), Premio Trayectoria del
Fondo Nacional de las Artes (1995), Gran Premio de Honor de la Sociedad
Argentina de Escritores SADE (noviembre de 1998), Personalidad Emérita de la
Cultura Argentina por la Secretaria de Cultura y Comunicaciones de la
Presidencia de la Nación.
Perteneció a la Asociación
Argentina de Críticos de Arte (AICA), a la Assocation Internationale des Critiques
d'Art con sede en París, a la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), a la
Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC) y a la Sociedad
Argentina de Autores (ARGENTORES) y fue co-fundador de La Academia Porteña del
Lunfardo
Ha pronunciado conferencias sobre
pintura argentina contemporánea en París, Madrid, Lima, Bogotá, Caracas, Quito
y La Paz.
Algunas de sus poesías han sido
traducidas al francés, al inglés y al alemán. Su poesía La Telesita ha sido traducida al quichua.
"Fue un hombre cordial y
generoso, conocedor a fondo de los temas históricos y de la cultura popular,
con una memoria impecable”, señaló el poeta y ensayista Horacio Salas. El ex
director de la Biblioteca Nacional remarcó la generosidad del autor: “Cada vez que
tenía una duda sobre algún aspecto del tango de los primeros tiempos, lo mismo
que sobre el folklore de las distintas regiones del país acudía a él -indicó-.
Generoso con su biblioteca, más de una vez fotocopió libros enteros para
facilitarme la bibliografía que consideraba esencial para mis trabajos”.
La obra "El rostro
inmarcesible" ubicó a Benarós, según Salas, en la primera línea de la
poesía argentina: "Es una colección de poemas de amor que ocupó un primer
plano en la generación del 40” ,
describió.
“Pablo Neruda me confió en 1968
que, en su criterio, Benarós poseía un manejo formal del romance que superaba,
incluso, los trabajos de Federico García Lorca, tal como lo publiqué en su
momento. Los sabios no suelen aparecer con frecuencia. León Benarós lo fue. Sin
duda”, indicó Salas.
“Minucioso coleccionista de
folletos largamente centenarios, en los que siempre me señalaba alguna
curiosidad. Conocedor de botánica y al mismo tiempo lingüista. Periodista,
algunos de sus artículos fueron recopilados en el libro `El desván de Clío`.
Sus artículos eran verdaderas indagaciones en profundidad. Nunca leí nada suyo
que no albergase hallazgos dignos de recordar. También fue dibujante,
caricaturista y pintor”, aseguró.
Benarós, que en 1983 publicó su “Canto
de amor a Buenos Aires”, fue declarado Personalidad Emérita de la Cultura por
la Secretaría de Cultura y Comunicaciones de la Presidencia de la Nación y
recibió el Premio Manuel Mujica Lainez.
"Ha dado con el idioma y el
tono justos, y cuánta sabiduría, cuánto conocimiento evidencian sus
composiciones. Es mucho lo que he revivido y lo que he aprendido al voltear sus
páginas", dijo justamente a propósito de su producción el autor de
"Bomarzo" y "Los viajeros".
León Benarós, falleció a los 97 años.
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