"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" Mariano Moreno

lunes, 4 de junio de 2012

PASCUAL CONTURSI  FUE TU AMIGO FIEL


A partir de 1880 el proceso histórico social argentino da un giro sorprendente. Podemos hablar sin lugar a errores de un cambio de época. En ese período que abarca entre la última década del siglo XIX y el ascenso del radicalismo al poder, se estructuran una serie de cambios y transformaciones que ponen fin a un contexto de marcada rigidez. Tengamos en cuenta que en ese trayecto la oligarquía se establece de manera prepotente, dándole batalla a una nueva clase media en crecimiento, cuya arquitectura principal era el caudal inmigratorio y la presencia de un proletariado anárquico en alza.
Como bien señala Jorge B. Rivera, “el impacto demográfico de la inmigración y los primeros resultados de la política de alfabetización impulsada por el liberalismo, dan origen a un público con apetito y necesidades hasta entonces desconocidos”. En ese aspecto el discurso literario va sufriendo modificaciones inesperadas. El relato cambia de manera paulatina, quedando atrás la certeza de los sempiternos enquistada en la generación del ochenta y con nombres notables como Eduardo Wilde, Lucio Vicente López o Miguel Cané. La nueva forma de interpretar la realidad estaba en marcha, cargada de fuerte impacto popular, dejando en tinieblas a  un público con tradición literaria clásica y desafiando a otro que consumía novelas y cuadernillos gauchescos, folletines y una poesía social nacida de sus propias frustraciones.
Adolfo Prieto también nos ayuda en esta evaluación: “Muchos de los hechos que en nuestro país encontraron su expresión económica, política y cultural alrededor del eje cronológico del año 1880, admiten una caracterización de tipo generacional. Y, en la práctica, se ha institucionalizado la costumbre de referirse a la historia, a la literatura, a la política de esos años, con la historia, la literatura, la política de la  ´Generación del 80´”.



Thomas F. McGann, por su parte, en su libro Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano 1880-1914, afirma  que “Alberdi resultó un malísimo profeta. La población de la ciudad de Buenos Aires aumentó en un 84% en la década de 1880 a 1890; la población de la nación fuera de los límites de la capital, sólo creció en un 29 %. La ola inmigratoria que llegaba a las costas argentinas se quebraba sobre Buenos Aires; sólo una minoría avanzaba sobre las pampas que rodeaban la ciudad. Impulsado por este influjo y por la fe general en un proceso automático, el gobierno nacional extendió enormemente los límites de Buenos Aires mediante una serie de leyes que culminó en 1888. Este gesto típicamente americano encerró dentro de los confines de la ciudad a suburbios distantes y grandes extensiones de campo abierto, llevando la superficie de la Capital Federal de veinticuatro a ciento treinta y cuatro kilómetros cuadrados. De esta manera, sus optimistas gobernantes dotaron a la Argentina con el esbozo de una enorme cabeza, una posible capital mundial, capaz de servir a sus más amplios sueños en materia de comercio internacional”.
“En esos días de febril realización nadie levantó la voz para preguntar si el cuerpo (la nación detrás del puerto) no se vería obligado a sacrificar su propio vigor en ese esfuerzo por sostener la agigantada cabeza. Pero Buenos Aires era algo más que una promesa y asilo para inmigrantes italianos y españoles, y algo más que un lugar para las mansiones de los ricos, que después de 1880 se mudaron al distrito norte de la ciudad, el barrio del norte, que llegaba desde la Plaza San Martín hasta más allá de la Recoleta. Buenos Aires era principalmente un conglomerado de fuerzas económicas, que hacía derivar su nuevo dinamismo de dos factores, sumados al de su crecida población: el puerto y la red de ferrocarriles”.
Carlos Ibarguren se suma a este panorama y nos alimenta con su descripción: “Esta generación en su mayoría –salvo excepciones como las de Estrada, Goyena y algún otro- fue de escépticos y de materialistas, cuyo pensamiento seguía la acción cambiante y apresurada de un país en formación y de una sociedad que evolucionaba. El positivismo filosófico, las corrientes científicas predominantes a fines del siglo pasado, el enorme desarrollo industrial y económico europeo, las masas de hombres y de oro que empezaron a venir a estas playas, transformó velozmente nuestra tierra. Dieron al núcleo director argentino la visión utilitaria y sensual de la vida. Tal es el ambiente en que se desenvolvió aquella generación”. (La historia que he vivido, Buenos Aires Peuser,1954)                                                                                                                                                                                                              Paso a paso, como se observa, la matriz primaria se quiebra y el discurso literario se innova con la incorporación de un indicador de cambio que acude a lo social, unido a expresiones populares como el circo, el sainete y la poesía volcada al tango. Esa literatura costumbrista, polifacética, conflictiva, heterogénea, nacida en las entrañas de un conglomerado fragmentado, dará origen al contexto de transformación que vivirá el país los próximos cuarenta años.



En mérito a esta crónica nos resulta interesante bucear en otros artículos que el tiempo va borrando insensiblemente. Nos detenemos en un colorista de las letras como Juan Piaggio y en su texto Un hombre de negocios: “El hombre de negocios viste sin pretensiones, con paño oscuro o gris, y prefiere para sus quehaceres diarios el saco al jaquet y éste a la levita. Usa calzado inglés de ancha y gruesa suela, de cuero de becerro reluciente de betún. El sombrero generalmente es de color, y en invierno, cuando usa guantes, los compra color chocolate”.
“Nuestro hombre de negocios suele ser abogado, ingeniero, antiguo empleado de gobierno, político decepcionado o ex militar. Sus aspiraciones, sus antiguas tendencias, se han aunado hoy en un solo y ferviente deseo: el del dinero.  Su inteligencia, su saber, su experiencia, toda su energía está encaminada a la consecuencia de un fin práctico, exclusivo, egoísta, personal. Se ríe de la gloria y de la fama, del prestigio, del talento y del carácter cívico”.
“El hombre de negocios del que hablamos abarca en su esfera de acción la especulación, el corretaje y el préstamo. Anda siempre a la caza de operaciones a realizar y todo negocio es bueno para él siempre que le asegure un resultado halagüeño. Su cabeza es un mundo, pero un mundo revuelto, que día a día sufre conmociones profundas debidas a los acontecimientos del centro de los negocios siempre variable, inquieto, impresionante. Y este estado de cosas le hace permanecer con los ojos bien abiertos, con el oído atento y la acción pronta para embestir en el momento preciso, para girar con precisión, para mantenerse a la capa según esté el mar proceloso en que navega, pero sin desviar jamás el norte del puerto deseado: la fortuna.”
Más clara resulta aún nuestra mirada si nos adentramos en un soporte gráfico que hoy hasta nos parecería ridículo e innecesario. Hablar de un calendario es  decididamente una antigüedad, pero en aquellos momentos se trataba de algo impactante. En 1878 aparece en Buenos Aires el primer número del Almanaque Sudamericano Ilustrado, nacido de una idea revolucionaria del periodista español Casimiro Prieto y Valdés ¿Qué cambiaba esta chispa de ingenio? Simplemente el ánimo de un público que comenzaba a distenderse, a relajarse, a frivolizarse, a mostrarse menos acartonado y lo que llamaba la atención era que en ese “almanaque” participaban intelectuales como José María Guido. Miguel Cané, Juana Manuela Gorriti, Santiago Estrada, es decir, que los célebres autores se iban acercando a una nueva realidad.
Lo cierto es que todo esto va acompañado de una hecatombe económica donde comienza a perfilarse la crisis económica que se avecina con la fuerte baja de los valores de los títulos públicos y privados. Mientras que en el terreno de las letras Friedrich Nietzche golpea con El anticristo y Guy de Maupassant con Pedro y Juan.
En 1900 Buenos Aires ya cuenta con 821.293 habitantes. Los hospitales porteños atienden a 13.864 enfermos internos y 84.787 pacientes en consultorios. Sin embargo se registra una leve epidemia de peste bubónica como consecuencia de la falta de limpieza en cloacas donde anidaban cucarachas, pulgas y ratas en grado extremo.                       
La literatura costumbrista va dando sus primeros pasos. Aparece Don Basilio, una revista que publica numerosas caricaturas políticas y el verso se va acomodando de la mano de Ángel Villoldo (1864-1919) quien fuera precursor del tango-canción. En este terreno una figura de enorme capacidad creativa traería el aire renovador, un viento de cambio que sacudirá la vida de todos los porteños. Hablamos de Pascual Contursi (1888-1932) de quien se dice llevó el tango de los pies a los labios y que los responsables de ese pasaje fueron los versos de su tango Mi noche triste en la voz de Carlos Gardel quien, a través de su talento interpretativo, fundó el tango-canción.
Contursi nació en Chivilcoy, una pequeña ciudad rural ubicada en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires, ubicada a 164 kilómetros de la Capital Federal, el 18 de noviembre de 1888. A los tres años ya estaba viviendo en Buenos Aires. Sus padres -Francisco Contursi y Catalina Maurino- se trasladaron a esta ciudad y se ubicaron en el humilde barrio de San Cristóbal. La influencia de los payadores, de esos cantores de pueblo, siempre estuvo presente en su formación poética. Aquella imagen del gaucho cantor y coplero lo marcaría y determinaría distintos pasajes de su obra poética. Consagrado, se jactaba de haber nacido en los pagos donde “habló por primera vez Juan Moreira” y nunca renegó de las influencias de José Betinotti,  Evaristo Carriego y Gabino Ezeiza.
Ya desde adolescente escribía poesías y las cantaba acompañándose con  su guitarra. Como el dinero familiar no alcanzaba tuvo que salir a trabajar. Una de sus tareas fue la de vendedor en una zapatería, donde se conoció con  Pascual Carcavallo que con los años se convertiría en un conocido director de teatro y empresario teatral.



Julio Nudler nos orienta sobre los pasos del autor en este primer ciclo de su vida: “La letra de tango fue su creación, y con ella convirtió al tango en la canción sentimental de Buenos Aires. Le introdujo temas humanos de validez universal -la nostalgia, la melancolía, las frustraciones del amor, la ambición, la codicia, la decadencia y la injusticia-, aunque su universo específico fuera el de la vida prostibularia, con sus rufianes y rameras. En aquellas primeras décadas del siglo XX, el aluvión inmigratorio había traído a centenares de miles de hombres solos, que alimentaron un enorme mercado del sexo”.
“Trascendiendo a las letrillas livianas y picarescas del tango primitivo, Contursi, radicado por entonces en Montevideo, la capital del Uruguay, estableció entre 1914 y 1915 las nuevas coordenadas poéticas del género, que incluyeron como particularidad -en algunos casos- el relato de todo un argumento, desarrollado en unos pocos versos”.
El poeta Horacio Salas profundiza la semblanza: "Más allá de los chocantes abusos en la utilización de licencias poéticas producto de sus carencias técnicas, de la ingenuidad y pobreza de las metáforas, de la temática machacona, de dequeísmos, Contursi puede ocupar con justicia el título de inventor. Mi noche triste marca la génesis del tango canción. Fue quien al transformar una simple danza en crónica, reseña, estampa, permitió que un ritmo se convirtiera en cauce literario donde aquellos que carecían de voz manifestaran sus dolores, frustraciones y angustias, con sencillez. Contursi, al permitirse incluir sentimientos, al aceptar que el protagonista llorase sus pérdidas, sensibilizó al tango, lo despojó de máscaras, lo humanizó”.
La figura de Contursi muestra a las claras que estamos en presencia de un personaje innovador  que acudiendo al lenguaje popular y directo se gana la aceptación de un público diferente, no acostumbrado al modelo europeo. Contursi es el reo que le habla a la gente con palabras fáciles, quien le toca el corazón con el verbo sensible y lo hace con una escritura prostibularia sin caer en bajezas.
En 1911 el letrista de 23 años se casa con Hilda Briano y en el mes de octubre nace José María, el único hijo de la pareja, quien fuera también músico y compositor de gran trayectoria.
Hacia 1914, se radica en Montevideo donde comienza a componer letras para tangos y a cantarlas en público. Por entonces, más que darse a conocer como poeta, Contursi se presenta como cantor. La mística que introdujo el autor consistió en que muchas de estas letras contenían el relato de una historia, generalmente vinculada a temas sobre los cuales ya habían escrito cultores de la poesía urbana como Evaristo Carriego.
En la capital uruguaya Contursi cantaba en lugares indecorosos; uno de esos tugurios era el cabaret Moulín Rouge, propiedad de Emilio Matos, padre de Gerardo Hernán Matos Rodríguez, compositor de La cumparsita. Al finalizar su actuación, el joven artista pasaba el sombrero, ya que era el único ingreso que recibía por su trabajo.
Para 1915 el tango era un paso de baile que hacía rato había dejado de ser exclusivo de los bajos fondos; fundamentalmente levantaba vuelo como género musical gracias a exponentes de la altura  de Ángel Villoldo, Eduardo Arolas,  Alfredo Eusebio Gobbi y Vicente Greco, entre otros. También en ese momento irrumpieron nuevos letristas, pero la originalidad de Contursi consistió en elaborar un relato, una historia que contenía los elementos literarios simples y sencillos que habrán de ser constitutivos de la poesía tanguera.
Entre 1914 y 1917, Contursi le puso letra a El flete, de Vicente Greco; a La biblioteca y a Don Esteban, de Augusto P. Berto; a Vea... vea..,. de Roberto Firpo; a Matasanos, de Francisco Canaro; a De vuelta al bulín, del pianista José Martínez; a Ivette , de E.Costa y J. A. Roca; y a El Cachafaz y a Champagne tango, de Manuel Gregorio Aróstegui. También compuso Flor de fango sobre la música de El desalojo, de Augusto A. Gentile y Pobre paica sobre la música de El motivo de Juan Carlos Cobián.

FLOR DE FANGO

Esta pieza, letra de Pascual Contursi y música de Augusto A. Gentile,  fue compuesta en 1917. Éste es propiamente el primer tango que Carlos Gardel grabó en un disco, si bien apareció en 1919, después de Mi noche triste. Fue cantado en el sainete El cabaret de Montmartre de Alberto Novions.

Mina, que te manyo de hace rato,
perdóname si te bato
de que yo te vi nacer...
Tu cuna fue un conventillo
alumbrado a querosén.

Justo a los catorce abriles
te entregaste a la farra,
las delicias del gotan.
Te gustaban las alhajas,
los vestidos a la moda
y las farras de champán.

Anduviste pelechada
de sirvienta acompañada
por pasar por niña bien,
y de muchas envidiada
porque llevabas buen tren.
Y te hiciste cachadora;
luego fuiste la señora
de un comerciante mishe;
lo dejaste arruinado
sin vento, amurado
en la puerta de un café.

Después fuiste la amiguita
de un viejo boticario,
y el hijo de un comisario
todo el vento te saco...
Y empezó tu decadencia,
las alhajas amuraste
y una pieza alquilaste
en una casa 'e pensión.
Te hiciste tonadillera,
pasaste ratos extraños,
y a fuerza de desengaños
quedaste sin corazón.

Fue tu vida como un lirio
de congojas y martirios;
solo un dolor te agobio:
no tenias en el mundo ni un consuelo
y el amor de madre te falto.
Fuiste papusa de fango
y las delicias de un tango
te espiantaron del bulín,
los amigos te engrupieron
y ellos mismos te perdieron
noche a noche en el festín.

En 1917 Contursi aprovecha una actuación de Carlos Gardel en Montevideo para acercarle la letra de Lita, sobre el tango de Samuel Castriota, que el cantor interpretó en el teatro Urquiza de esa ciudad y luego en el teatro Empire de Buenos Aires, grabándolo el mismo año, ya incorporado a su repertorio.
Elías Alippi, quien tenía a su cargo la puesta en escena del sainete  Los dientes del perro, de José González Castillo y Alberto T. Weisbach  tuvo la idea de presentar en escena un cabaret con la actuación en vivo de la orquesta de Roberto Firpo, que era la mejor del momento, ejecutando tangos y a propuesta de Gardel, de quien era muy amigo, incluyó al tango de Castriota y Contursi ahora con el nombre de Mi noche triste, que cantaba Manolita Poli, una actriz de 19 años, hija de padres zarzueleros.
El 20 de abril de 1918 en el teatro Esmeralda (llamado luego teatro Maipo) se estrenó el sainete que se mantuvo toda la temporada y fue repuesto al año siguiente. El factor principal de tal éxito fue la incorporación del tango a la pieza teatral y, en especial, el aplauso que el público brindó a Mi noche triste.
El tema de Mi noche triste, del hombre que lamenta el abandono de la mujer, fue retomado por Contursi en otros tangos, como en De vuelta al bulín y La he visto con otro, y la situación inversa de la mujer abandonada en Ventanita de arrabal y El motivo.

LA HE VISTO CON OTRO

La he visto con otro
pasearse del brazo...
Mis ojos lloraron
de pena y dolor.
En cambio, en su cara
sus negros ojazos reían
contentos de dicha y amor.

Recuerdo que en mis brazos
llorando me decía:
Serán pa' siempre tuyas
mi vida y mi pasión...
Jugó con mis amores...
La ingrata me fingía,
dejándome enlutado
mi pobre corazón.

La he visto con otro
pasearse del brazo.
Mis ojos lloraron
de pena y dolor...

Hay noches que solo
me quedo en el cuarto,
rezando a la Virgen
me la haga olvidar...
y al verla con otro
pasar por mi lado,
en vez de matarla
me pongo a llorar.

El historiador Néstor Pinzón, quien siguió los pasos del poeta, nos va armando este criterioso entramado sobre el camino recorrido por Mi noche triste. “En Buenos Aires, en el café El Protegido, de San Juan esquina Pasco, tocaba un trío conformado por Samuel Castriota en el piano, Antonio Gutman en el bandoneón y el violinista Atilio Lombardo. Durante ese año 1916, Castriota había estrenado un nuevo título: Lita, editado por Juan Balerio y dedicado al señor Nicolás Caprara”.
“En la otra orilla del Río de la Plata, en el cabaret Moulín Rouge de Montevideo, ubicado en los altos del Teatro Artigas, propiedad de Emilio Mattos, padre del compositor de La cumparsita, estaba Pascual Contursi cantando con su guitarra. El diario "El Día" del 22 de marzo de 1916, registra la siguiente noticia: «Tuvimos ocasión de oír al joven cantante criollo Pascual Contursi ofreciendo temas a pedido de la concurrencia, en su repertorio figuran la mayor parte de las canciones del dúo Gardel-Razzano e infinidad de títulos a los que ha puesto letras de su cosecha...» Unos días más tarde, el mismo medio destaca el éxito que obtuviera con la letra que le agregó al tango El flete, de Vicente Greco”.
“Ya había comenzado a buscar melodías ajenas para que sus letras, con algunos retoques, encajaran en ellas. Uno de sus primeros intentos fue con el tema de Augusto Berto: La biblioteca, que por entonces también fuera conocido como Son las doce y van cayendo. Otros versos suyos encontraron la melodía adecuada en La guitarrita, de Arolas, rebautizado Qué querés con esa cara. También con Champagne tangó, de Manuel Aróztegui y que dedicara al actor Florencio Parravicini, El desalojo, de Augusto Gentile, que con letra pasó a ser Flor de fango. Y de pronto ocurrió el milagro, la pegada, el campanazo, nuestro tango en cuestión.
No cabe duda que el primero en cantarlo fue el propio Contursi en el Moulín Rouge. El letrista uruguayo Víctor Soliño da otra versión. En un reportaje de 1969, declaró que en aquel momento de la creación estaban actuando Gardel y Razzano en el Teatro Urquiza de Montevideo y fue entonces que estrenaron Mi noche triste. Y que después la trajeron a su regreso a Buenos Aires. Otras notas periodísticas decían en cambio, que sólo Razzano estaba en Montevideo”.
A medida que la popularidad de las letras del autor ganaba el crédito de la sociedad, el nombre de Contursi crecía abruptamente. El hombre de la calle llegó a decir “Qué me contursi…” al referirse a un hecho novedoso. No solo eso, Leopoldo Lugones menciona a Contursi  en uno de sus versos del Romancero, en 1924:
Chicas que arrastran en el tango / con languidez un tanto cursi / la desdicha de Flor de Fango / trovada letra de Contursi.
Celedonio Flores, otra gran poeta tanguero lo rescata en su famoso tango Corrientes y Esmeralda:
Te glosa en poemas Carlos de la Púa / y el pobre Contursi fue tu amigo fiel…/ en tu esquina criolla cualquier cacatúa / sueña con la pinta de Carlos Gardel.
El éxito logrado en Montevideo  impulsa a Contursi a regresar a Buenos Aires, pero aquí  su creación se proyecta hacia el teatro. Es el momento que se tutea con otros autores. Produce así una serie de sainetes y piezas atractivas para el público con resultado no siempre satisfactorio. En los argumentos de las obras, Contursi intercala tangos de su autoría.  
La obra del poeta no fue muy numerosa, pero los tangos que él escribió mantienen una calidad envidiable e insuperable, pegaron en el pueblo, golpearon en los sentimientos de la clase postergada, en las familias humildes y mostraron, en suma, la vida cotidiana. Todas sus composiciones fueron cantadas y grabadas por Carlos Gardel. A los ya enunciados, Mi noche triste, La Cumparsita y Flor de Fango hay que agregarle el suceso que tuvo con Ivette, La he visto con otro, Ventanita de arrabal, El motivo, De vuelta al bulín, Caferata, Amores viejos y El flete. Pero además de sus versos tangueros, el dramaturgo plasmó 15 obras teatrales.
Contursi escribió, a veces solo y otras en colaboración con autores exitosos del momento como Ivo Pelay, Manuel Romero, Mario Bellini, Enrique P. Maroni, Ricardo Cappenberg, Elías Alippi, Pablo Suero y Domingo Parra, una serie de sainetes y piezas de teatro de resultado desparejo. Algunas de esas obras fueron: Hasta el San Martín no para, Con esta sí, Maldito cabaret, La milonga popular, Mi noche triste, La polca de la silla, Martineta y Carpincho, ¡Quién fuera millonario!, Pero hay una melena, ¡Atención al fogonazo!, Cabaret, tangos y anexos, La cumparsita, Percanta que me amuraste, ¡Qué lindo es estar metido¡, Caferata, Los distinguidos reos, Primavera rea, En el barrio de los tachos, ¡Porteño tenía que ser!, Un programa de cabaret, Vayan saliendo los guapos, ¡Qué calamidad!, Del tango al charleston.




VENTANITA DE ARRABAL

Tango de 1927 Letra: Pascual Contursi. Música: Antonio Scatasso.

En el barrio Caferata
en un viejo conventillo,
con los pisos de ladrillo,
minga de puerta cancel,
donde van los organitos
su lamento rezongando,
está la piba esperando
que pase el muchacho aquel.

Aquel que solito
entró al conventillo,
echao a los ojos el
funyi marrón;
botín enterizo,
el cuello con brillo,
pidió una guitarra
y pa'ella cantó.

Aquel que, un domingo,
bailaron un tango;
aquel que le dijo:
"Me muero por vos";
aquel que su almita
arrastró por el fango,
aquel que a la reja
más nunca volvió.

Ventanita del cotorro
donde sólo hay flores secas,
vos también abandonada
de aquel día... se quedó.

El rocío de sus hojas,
las garúas de la ausencia,
con el dolor de un suspiro
tu tronquito destrozó.

Pascual Contursi, como muchos escritores de la época, se dejó llevar por ese  mandato  maldito y engañoso que conformó una matriz primaria del ser nacional. Todo intelectual que se preciara como tal, tenía que pasar por París. Y Contursi, a quien bien le cabe los versos de Enrique Cadícamo, en Anclao en París: Tirao por la vida de errante bohemio / estoy, Buenos Aires, anclao en París. /  Cubierto de males, bandeado de apremio, /  te evoco desde este lejano país, no defraudó al destino.
Junto al éxito y a la fortuna que fue acumulando, el Contursi renovado entró en todos los vicios de la buena vida. En 1927 viajó a Europa y después de pasar por España recaló en París, allí escribió la última obra que se le conoce, el tango Bandoneón arrabalero con música de Juan Bautista Deambroggio.

BANDONEÓN ARRABALERO

Bandoneón arrabalero
viejo fueye desinflado,
te encontré como un pebete
que la madre abandonó,
en la puerta de un convento,
sin revoque en las paredes,
a la luz de un farolito
que de noche te alumbró.

Bandoneón
porque ves que estoy triste y cantar ya no puedo,
vos sabés
que yo llevo en el alma
marcao un dolor.

Te llevé para mi pieza
te acuné en mi pecho frío...
Yo también abandonado
me encontraba en el bulín...
Has querido consolarme
con tu voz enronquecida
y tus notas doloridas
aumentó mi berretín.


En rigor el repertorio tangero de Pascual Contursi llena toda una época, todo un período de constante transformación político-social. No es numerosa su producción pero alcanza para mostrar ese tipo de historias de amantes fracasados, de mujeres de vida fácil, de personas deshonradas que nunca encuentran su destino. Contursi es un melancólico, un “llorón”, un sentimental que se llenó de gloria y no supo manejarla. Tal es así que con una fortuna que nunca imaginó se dedicó a vivir jugando con su vida. Ese tango que sería el último no es otra cosa que su propio espejo, allí habla del fueye abandonado, un abandono que no será diferente al suyo porque, si le vamos a creer a  Carlos Gardel, él fue quien lo encontró a Contursi tiritando en la plaza Pigalle. “Pascual, ¿no tenés frío”, le preguntó. Y la respuesta memorable del poeta fue: “Estoy muerto de calor”.




Gardel, según cuenta José María Contursi, es quien le envió a Buenos Aires el telegrama informando acerca de la desdichada enfermedad de su padre, la sífilis ya había hecho estragos y la demencia jugaba con los recuerdos. Y es el propio Gardel quien organiza el retorno del letrista en un barco, encerrado en un camarote. Ya no eran las extravagancias de un “loco lindo” las que decidieron la vuelta, todos sabían que Buenos Aires estaba muy lejos y el bohemio tenía que regresar. Se lo interna en el Hospital de las Mercedes y allí pasará sus últimos años.
La noche del 24 de octubre de 1931, los grandes ases del tango deciden brindarle un homenaje a Pascual Contursi. La cita es en el Teatro Nacional y el animador de la jornada es Enrique Santos Discépolo. La función se inicia sobre el filo de la medianoche y las primeras palabras están a cargo de José González Castillo, el padre de Cátulo. Después, Charlo, con la orquesta de Francisco Canaro, arranca con Mi noche triste. Sofía Bozán y la orquesta de Julio de Caro, interpretan luego Flor de fango; Tania, la esposa de Discépolo, canta Bandoneón arrabalero, acompañada por el fueye de Pedro Maffia y, finalmente, Alberto Gómez con la orquesta de Francisco Lomuto, canta Ivette. No concluyen allí los homenajes. Los fragmentos de dos sainetes clásicos de Contursi son puestos en escena dirigidos por Luis Arata y Elías Alippi: Se trata de Los distinguidos reos y Caferata. Allí se lucen actores como Tita Merello, Sofía Bozán Aparicio Podestá, Alberto Anchart, Roberto Blanco y Sofía Bozán, entre otros.




El 29 de mayo de 1932 Pascual Contursi muere sin saber cuál es su mundo. Sus percantas, sus taitas, sus papusas lo despidieron en silencio
El 3 de enero de 1952 se estrena en el cine Gran Rex la película Mi noche triste, con guión y dirección de Lucas Demare, inspirado en la vida de Pascual Contursi y protagonizada por Jorge Salcedo, Diana Maggi, María Esther Gamas, Blanca del Prado, Jacinto Herrera, Pedro Maratea y la orquesta de Aníbal Troilo, que ejecutó el tango.
A 80 años de su muerte, la letra de su tango sigue resonado.

MI NOCHE TRISTE

Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa' olvidarme de tu amor.

Cuando voy a mi cotorro
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato
campaneando tu retrato
pa poderme consolar.

Ya no hay en el bulín
aquellos lindos frasquitos
arreglados con moñitos
todos del mismo color.
El espejo está empañado
y parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.

De noche, cuando me acuesto
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre llevo bizcochitos
pa tomar con matecitos
como si estuvieras vos,
y si vieras la catrera
cómo se pone cabrera
cuando no nos ve a los dos.

La guitarra, en el ropero
todavía está colgada:
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar.
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.