"Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila" Mariano Moreno

jueves, 28 de agosto de 2014

ALFREDO BUFANO: EL POETA DE LO COTIDIANO



En el café la voz de Vicentico  invade el salón. Somos unos pocos los que parecemos abstraídos en nuestro mundo, en esa nube de imágenes cotidianas y pinturas costumbristas. Le pido al dependiente si puede bajar el sonido de la radio y me mira con cierto desagrado. Calculo que su molestia es porque Vicentico le azucara el oído y a mí su timbre llorón  que perturba. Insisto y acudo al mozo porque no puedo concentrarme en mi trabajo sobre Alfredo Bufano (1895-1950). Se ríe y espeta…¿Usted sabe que Vicentico es el nieto de Alfredo Bufano? Silencio. Me quedo con la duda y busco en mi notebook la referencia: Patricia Rodón del diario Uno de Mendoza certifica el anuncio.




Porque Vicentico es nieto del poeta mendocino Alfredo Bufano e hijo del titiritero Ariel Bufano: dos referentes obligados si se trata de lírica y arte dramático argentino del siglo XX.
Vicentico conoce nuestra provincia como la palma de su mano y sentencia con autoridad que “Mendoza me parece la provincia más linda del país. Lejos. Y esto no es un halago gratuito. Primero porque la conozco bien”, dice, y a continuación descuelga inocentemente una afirmación por la que cualquier periodista vernáculo mataría:
“Es que mi abuelo era un poeta de San Rafael bastante conocido. Mi abuelo se llamaba Alfredo Bufano”.
–¿Tu abuelo era Alfredo Bufano? ¿En serio?
–Sí. En serio.
–Contame un poco más. Es uno de los grandes poetas mendocinos y además, uno de los referentes del modernismo en Argentina.
–(Risas) Qué sé yo, no sé. Era mi abuelo (risas). Sí, sí, sé todo eso. Era un genio y un artista impresionante. Un gran poeta. Sé que hay cientos de estudios académicos sobre él.
–¿Vos tuviste vínculo con él?
–No llegué a conocerlo porque falleció por los ’50. Pero recuerdo los viajes a su casa en San Rafael. Bueno, y mi viejo, Ariel Bufano, me contó mucho sobre él. Parece que era todo un personaje. Y mi viejo siguió la tradición artística de la familia. Mi viejo fue un gran titiritero. Otro talentoso enorme. Tengo gran parte de la biblioteca de mi abuelo en casa, primera ediciones, cartas, libretas.
–Este dato le va a encantar a los profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de Mendoza…
–(Risas) Ojalá. Está bueno. El viejo era enorme. Escribió muchísimos libros, ganó importantes premios. Mi viejo me contaba anécdotas. Bueno, y yo he leído algunos de sus libros.
–¿La poesía de tu abuelo influyó en tu escritura?
–No, no mucho. Yo siempre fui un lector curioso pero caprichoso. Leo mucho, pero no soy un lector enfermo. Tuve una formación muy ecléctica. Nunca leí sistemáticamente, ni estudié música, ni estudié una carrera. Yo leo las cosas que me interesan. Vengo de otro lado.





A Alfredo Bufano lo bautizaron “el poeta de lo cotidiano” sin ningún menoscabo, por el contrario, un mote que lo llevaba con orgullo porque el escritor fue un hombre que vivió y murió pobre, arrastrando su temperamento melancólico e introvertido. Era el quinto hijo de Leonardo Bufano y Concepción de Cristo, dos humildes inmigrantes  italianos que se afincaron en Guaymallén, donde transcurrió su infancia. Nació el 21 de agosto de 1895 en la región de las Abulias, entre los Apeninos y el Adriático, aunque el mismo siempre dijo que vio la luz  en Guaymallén.

A los dos años, por un accidente doméstico cae sobre un balde cuyo borde le provoca una herida en el rostro y una cicatriz en su cuello. Lo dan por muerto, pero sólo estaba desmayado. Su madre angustiada, hace una promesa: si su pequeño se salva, por diez años llevará el sayal franciscano. Este hecho determinará gran parte de su filosofía de vida, su espiritualidad y su concepción poética. La casa paterna estaba en Villa Nueva a pocas cuadras del Carril Nacional.  Concurre a la escuela primaria Dalmasio Vélez Sarsfield, donde no completa el ciclo primario debido a que tiene que salir a trabajar para ayudar a su padre. Esa fue su única formación académica. Autodidacta en el más duro y áspero sentido de la palabra, así lo escribe él mismo en una página autobiográfica.

“Nací en Mendoza, la tierra
que me da savia y raíz;
no me arranquen de mis pagos
porque me voy a morir”.




A los quince años, se instala con su familia en Buenos Aires. Económicamente no mejoraba la situación familiar por lo que trabaja de lustra zapatos en la Avenida de Mayo, vende globos de colores en plazas y finalmente consigue un puesto en una librería de la calle Carlos Pellegrini, es allí donde su espíritu dormido comienza a florecer porque conoce a escritores y periodistas de la época.

Entre 1915 y 1919 publica sus primeros poemas en El Correo Musical Sudamericano y abandona su empleo en la librería para ser redactor de la revista. Colabora también en  Caras y Caretas y Mundo Argentino. Publica en 1917 su primer libro El viajero indeciso. Ese mismo año se casa con Ada Giusti y le dedica su obra. Con ella tendrá cinco hijos.



Expresa Carlos Orlando  Nallim de la Universidad de Cuyo que Su primer libro, El viajero indeciso, data de 1917. La literatura argentina y, en general, toda la literatura en español, vive el postmodernismo; para algunos, la segunda época modernista. Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Enrique Banchs, Baldomero Fernández Moreno, Evaristo Carriego, influyen en el joven poeta mendocino que, veinteañero, empieza a abrirse paso en la lírica argentina. Se notan aquí, y perdurarán en él, rasgos que caracterizan su obra total: sencillez, claridad expresiva, religiosidad casi franciscana, que se fundan en el ejercicio de la soledad, en el usufructo del «otiuni cum dignitate» y en un excepcional manejo del idioma, hecho este último que se debe resaltar por tratarse de un hijo de humildes inmigrantes italianos, de un autodidacta, de un esforzado lector y estudioso.

Bufano es el poeta postmodernista más importe de Mendoza. Su voz es parte de la provincia y su verso carnal hecho de un canto doloroso no es otra cosa que su propia historia revelada, ante la desazón por la carencia, la pobreza y la fragilidad de una salud que lo hará más melancólico aún.

Soneto del divino amor

Amor es éste que por ti me abrasa;
amor es éste que hacia ti me impele;
amor es éste que de amor se duele
en amado dolor que nunca pasa.

Amor en éste que se da sin tasa,
como nunca en la vida darse suele;
amor que estoy temiendo que se vuele,
porque sin él la muerta fuera escasa.

Amor, y extraño amor, este amor mío,
silencioso y profundo como un río,
que corre interminable y caudaloso.

Amor que nada pide y nada espera;
amor que es como un lago sin ribera
bajo un cielo piadoso.

La oración por mi madre

¡Señor, porque era una madre
como tal vez no hubo dos,
porque bien se lo merece
dale tu sitio mejor!

¡Porque fue toda su vida
un gran remanso de amor,
porque fue como una cuerda
sonora su corazón!

¡Porque fue como una estrella
toda blancura y candor,
porque era toda ternura,
porque era toda emoción!

¡Porque era como una copa
de cristal multicolor,
llena de agua clara y fresca
de la que a todos nos dio!

¡Porque era para nosotros
guía inefable, Señor;
porque era para mi vida
una síntesis de Dios!

¡Porque a todos quiso mucho,
porque a todos perdonó,
porque fue mártir y santa,
y santa y mártir murió!

¡Porque se fue sin decirnos
el hondo, el último adiós;
porque se fue sin besarnos,
por este solo dolor!

Por esta angustia suprema,
¡oh Señor! ¡oh, mi Señor!
manso poeta judaico
manso y triste soñador,

porque en esta vida breve
por amarnos no durmió,
hazla dormir a tu lado,
¡no la despiertes, Señor!
Que duerma hasta que me llames
para despertarla yo!

Pueblo

Acacias, guindos, álamos, nogales,
casas derruídas, calles cenicientas,
huertos añosos, desoladas ventas,
pardos y melancólicos tapiales.
Abren su flor de nieve los perales,
corren las limpias aguas soñolientas,
y en la quietud claustral, como aves lentas,
pasan mis grises horas provinciales.
Más soy feliz. Bajo el poniente rosa,
agua es mi alma, transparente y pura;
mi verso, suave esquila melodiosa.
y en el instante que en mi amor perdura,
mi sed se abreva en música olorosa,
en claro olvido y soledad segura.

Patria

Patria es el valle y el ancho río,
la mies madura y la montaña enhiesta;
Patria es mi cielo azul y patria es esta
tierra labrada del terruño mío.
Patria es el ave y patria la floresta
en donde anida el caudaloso estío;
Patria es la piedra y el jaguar bravío,
y el sol que en nuestra pampa se recuesta.
Patria es el duraznero florecido;
yunque, arado, cincel y el brazo fuerte
por el rudo trabajo ennoblecido.
Patria es la luz que sobre el mundo vierte
nuestro amor al la tierra convertido
en recio talismán contra la muerte.

Dios  (Fragmento)

Existes. No es posible negarte un solo instante
A pesar del enorme misterio que te envuelve,
Porque tu Omnipotencia se revela imperante
Como el sol, que en la aurora la oscuridad resuelve.

Yo no puedo negarte. Yo te llevo en mí mismo
Como llevan las flores en su cáliz la esencia,
Y aunque es hondo el arcano de tu celeste Abismo
Me pongo en tela opaca tu clara Omnisapiencia.

Yo te siento en la estrella, en el lirio, en la rosa,
En el valle, en el monte, en el prado, en el río,
Yo te siento en la entraña de la cumbre asombrosa
Y en la gota más breve del más breve rocío.

Yo te siento en la arena y en la flor del sendero,
en el musgo sedoso y en las ramas del pino,
en la tenue florecilla del gentil duraznero,
en la gota de agua, y en la estrofa del trino…                                        


Romance de la flor sin nombre

Una mañanita
al nacer el sol,
Judas Iscariote
al campo salió.
Por riscos y montes
sin cesar vagó,
por montes y riscos
buscando una flor:
la flor más querida
por Nuestro Señor.
Los pies le sangraban
grande era el dolor,
pero el triste Apóstol
buscando siguió
la flor que sabía
placía al Señor.
En hirsuta cumbre
por fin la encontró
y en sus ojos fieros
hubo un resplandor.
Con sus dedos toscos
la flor arrancó
y la puso cerca
de su corazón.
Por ásperas sendas
al pueblo tornó,
muerto de fatiga,
muerto de dolor,
con la florecita
para su Señor.
Al salir, apenas
despuntaba el sol,
y estrellas había
cuando regresó,
con la flor preciada
junto al corazón.
Al llegar al pueblo,
cuando al pueblo entró,
Judas Iscariote
era todo amor,
todo mansedumbre,
dulzura y candor
En su tienda estaba
dormido el Señor.
Judas Iscariote,
en muy baja voz,
Llamó a Magdalena
con vago temor.
Y díjole: -Magda,
hazme este favor:
dale a Jesucristo
esta linda flor
que he hallado en los montes
paseándome al sol.
¡Pero no le digas, Magda,
que así llegué yo:
muerto de cansancio,
de sed y dolor!
¡Dale, Magdalena,
la querida flor,
pero no le digas
que yo se la doy!
En su tienda estaba
dormido el Señor.
Magda entre los dedos
tenía la flor;
y afuera, en la noche,
con hondo temblor,
lloraba y lloraba
Judas de Carioth.

No fue el único poeta que le cantó a su tierra, pero sí el que con dimensión más caudalosa las llevó al poema. Mendoza toma volumen a través de sus palabras.  Dice Bufano en una carta a un amigo: Yo sería un ingrato si me quejara del amor de mi pueblo y de mi suelo. Sé que lo he logrado, sé que me lo dan sin regateos, y eso me hace feliz, no por la vanidad, sino porque yo salí del seno mismo de la humildad y la pobreza.

En 1920 recibe, el segundo premio por su libro Canciones de mi casa -publicado en 1919- en un concurso organizado por la Municipalidad de Buenos Aires. Ese año muere su madre. Expresa su pena en el libro Misa de Réquiem.




En 1922 se traslada a Adrogué, inspirado en ese pueblo y su paisaje escribe el libro Poemas de provincia.


Con problemas de salud, en 1923, se traslada con su familia a San Rafael (Mendoza). Tres años después por una recomendación de Antonio Sagarna, Ministro de Educación de la Nación, Bufano asume las cátedras de Literatura, Castellano y Geografía en la Escuela Normal de San Rafael, tarea que desarrolla por veinte años. Después de quedar cesante en 1947, por no tener título habilitante, viaja nuevamente a Buenos Aires y gracias a un amigo consigue un cargo en Amigos del Libro, una entidad cultural de enorme prestigio ubicada en la calle Florida.

A los 34 años (en 1929) Bufano había perdido el oído. La sordera que padeció desde joven lo agobiaba, al igual que sus problemas respiratorios, fruto de su adicción al tabaco y de una niñez pobre que le demandó trabajos  no acordes con su edad.

De abril hasta noviembre de 1947 organiza en España la Exposición del Libro Argentino, por las ciudades de Madrid, Barcelona, Granada y Sevilla. En esta última ciudad pronuncia una conferencia sobre el movimiento literario argentino. Recorre otros lugares como Francia y África. Viajes en los que se inspira para escribir Junto a las verdes rías y Marruecos.




En 1947, luego de ser echado de la Escuela Normal, Bufano se muda a Adrogué.  No tiene ganas de vivir. Todo le parece tormentoso.Tres años más tarde fue a visitar a una de sus hijas a San Rafael y repentinamente. el 31 de octubre, un ataque al corazón lo fulmina.

Sus restos fueron llevados a La Chacarita. Una comisión de honor despidió al poeta: Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, Conrado Nalé Roxlo, Manuel Mujica Láinez, entre otros. Sin embargo, como Bufano quería que sus restos estuvieran en San Rafael, el 6 de diciembre de 1950 fueron trasladados. Su epitafio, escrito sobre piedra, corresponde a la última cuarteta de su poema Poeta, sembrador y poblador: “Por eso cuando sea eternidad, poned los huesos en el campo en flor, y en una piedra tosca esta inscripción grabad: poeta, sembrador y poblador”.