Marta Giménez
Pastor (1923-2002) fue poeta, docente, periodista, viajera
infatigable, cordial amiga, amante de la sensibilidad, de la armonía, de la
alegría, de la vida y del buen humor. Nació en la ciudad de General Pico, Provincia de La
Pampa, el 23 de diciembre de 1923. Hija de Carlos Giménez Pastor, director del
diario El Mercurio de General Pico y de Sara Aragón Neyra, maestra.
“Mi infancia fue
muy feliz en el campo, en la pampa llena de paz, de rosales, árboles y calles
de pueblo”.
Siendo aún muy
pequeña se mudó con su familia a la Ciudad de Buenos Aires, pero siempre quedó
ligada sentimental y profesionalmente a su pueblo natal, quien la recordó y reconoció como “Invitada ilustre”.
“Las imágenes de
mi infancia se han fijado en mí con tal firmeza que podría describir la casa en
que vivía, el jardín, la plaza, la calle por donde pasaba el desfile de
Carnaval, en General Pico”.
Los primeros
años de la escritora en Buenos Aires no fueron fáciles. La nostalgia por su pueblo
pampeano, por las tardes tranquilas de campo y la pérdida de su único hermano,
la hicieron una niña solitaria.
“Sólo jugaba con mi imaginación por el largo corredor de la casa de la calle Malabia - recordaría años más tarde - leía, admiraba a mi padre y a mis tíos Arturo y Aurelio Giménez Pastor, veía pintar a mi madre y no compartía fácilmente mi vida con otros chicos”.
Pero poco a poco
Marta fue creciendo en la nueva ciudad y empezó a quererla.
“Ahora adoro Buenos Aires. Me gusta todo de Buenos Aires: la gente, el color, su olor.”
“Ahora adoro Buenos Aires. Me gusta todo de Buenos Aires: la gente, el color, su olor.”
Marta creció
entre sueños. Soñó con ser bailarina, pintora, actriz, pianista y modelo. Pero
cuando llegó el momento de decidir, no se animó a tomar vuelo con sus inquietudes pese a hacer algunos
tímidos intentos como actriz y modelo.
“Yo quería
ingresar a Bellas Artes pero mis padres no me dejaron. Tenía que elegir algo
decente y bien visto para la época.”
Entonces la poeta
optó por la docencia, un camino marcado fácilmente por su madre, sin saber en
ese entonces que esa sería una de sus grandes vocaciones. Fue alumna de Escuela
Normal N°1 de Profesoras Presidente Roque Sáenz Peña y más tarde continuó sus
estudios en el Instituto Superior de Profesorado de Educación Inicial “Sara C.
de Eccleston”.
“Como estudiante
era muy mala, no soportaba las imposiciones ni la sumisión. Tenía mala conducta
y vivía con amonestaciones. Me costaba mucho la disciplina por eso más tarde,
cuando yo misma fui maestra, lo que transmití en mis clases fue la libertad y
la alegría. Yo entiendo la enseñanza dentro de un marco de libertad
imprescindible.
Cuando era maestra, los chicos no faltaban nunca, las madres
estaban encantadas porque sus hijos tenían ganas de ir al colegio y las
directoras solían rogarme para que impusiera disciplina en el aula. No
recuerdo, en veinte años de docencia activa, jamás haber repetido una clase.
Jamás usé un programa de un año a otro. Para mí fue una fiesta ser maestra.”
Así recordaba
Marta sus años como docente: “Cuando voy por la calle distraída y oigo a mis
espaladas esa exclamación intransferible “¡Ey, señorita!” se me revela el
oficio de ser maestra. Ser docente es de una riqueza incomparable. Muchos de
mis alumnos se acuerdan de mí como “la
mejor y la más divertida de todas las maestras. Ahora son hombres grandes, que guardan
detalles mínimos de su paso por la escuela. Sentí mucho amor por el magisterio.
Pero mi primera pasión, las bellas artes, no quedó en el olvido. Con el tiempo
llegué a pintar, hacer títeres, a ilustrar y pude transmitirles a mis hijos el
amor por las artes.”
Marta ejerció la
docencia durante más de 30 años. Fue maestra de grado, profesora de chicos y adultos, en el país
y en el extranjero. Escribió libros de lectura, asesoró editoriales y revistas
infantiles en el tema educativo. Dictó cursos, conferencias sobre literatura
infantil en diversas universidades venezolanas y en casi todas las provincias
argentinas. Participó en mesas redondas y fue jurado. Trabajó en el Consejo
Nacional de Educación dentro de la Comisión de textos y en la Cancillería
Argentina, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín para colaborar con el proceso
democrático.
Hasta sus últimos años, Marta contó cuentos en las escuelas, promovió la lectura, dio claves a las maestras para estimular la narración y a los niños para disfrutar de la fantasía.
LA SEMANA
Seis días de la
semana
se mueven como
hamaquitas
pero el domingo
parece
una enorme
margarita.
Siete días se
metieron
Adentro de una
manzana
y un gusano
distraído
se ha tragado la
semana.
OTOÑO
Por un camino
largo
color abano
juntando
margaritas
se va el verano,
y se quedan los
duendes,
abril y mayo,
haciendo los
deberes
sobre un
zapallo.
Un día, al
amanecer, el Rabipelado se encontró con una bandada de trompeteros.
El Rabipelado
tenía hambre y los trompeteros buscaban rica fruta para darse un festín.
-Buenas tardes,
hermano Trompetero —dijo el Rabipelado, acercándose al más grande de la
bandada.
-¡Buenos tardes,
hermano Rabipelado!- gritó el Trompetero.
–¡Caramba,
hermano, que tengo las orejas delicadas...! protestó el Rabipelado y enseguida
bostezó-. ¡Qué rápido se pone el sol!, ¿verdad?... ¡y qué sueño que tengo!,
¡creo que voy a dormir! Y ustedes, los Trompeteros, ¿dónde duermen?
El Trompetero
grande, distraído con un coquito brillante que había caído de una rama,
contestó:
-Ahí mismo, en
esa mata de sekiunwarai.
-Pues yo voy a
recogerme por allá... mientras ustedes se acuestan por aquí... -dijo el
Rabipelado.
-Está bien
-respondió el Trompetero y, con un grito de despedida, la bandada se fue a
dormir.
El Rabipelado,
calladito, se escondió en un hueco de la mata de sekiunwarai y esperó el
anochecer.
Cuando estaba
bien oscuro, el Rabipelado se subió a la mata y empezó a tocar las ramas
nudosas buscando algún Trompetero. Tocó arriba y abajo, aquí y allá, pero lo
único que sintió fueron esas ramas nudosas.
- ¡Hay que ver
qué mentiroso es el hermano Trompetero! -refunfuñó el Rabipelado y se acostó en
una de las ramas.
La rama –que no
era rama...- se movió, pegó un grito y salió volando.
Y ahí se quedó
el Rabipelado, encaramado a la mata, hambriento y enojado, mientras la bandada
se alejaba.
Todo el día se
la pasó el Rabipelado buscando comida. Al atardecer se encontró con un Piacoco,
que cantaba en una rama seca.
-Buenas tardes, hermano
Piacoco –dijo el Rabipelado, lamiéndose los bigotes- ¿Qué hace usted?
-Aquí, llamando
a la lluvia, hermano- contestó el Piacoco.
El Rabipelado se
sacudió...
-¡Qué frío
tengo! ¿Tú no tienes frío, hermano?... y parece que allí viene la lluvia. Creo
que voy a buscar un lugar para protegerme de la noche. Y tú, hermano, ¿dónde
duermes tú?
El Piacoco,
creyendo que se lo preguntaba por curiosidad nada más contestó:
-Yo duermo en el
árbol aquel.
-Pues yo... como
que voy a descansar por aquí mientras tú te acuestas por allá -dijo el
Rabipelado, y se quedó entre unas piedras esperando la noche.
Cuando
oscureció, el Rabipelado se subió calladito al árbol y empezó a buscar al
Piacoco. Tocó arriba y abajo. Toco aquí y allá pero por más que buscó y rebuscó
no lo encontró. Sólo tropezó con un paquete de ají tostado, cosa que nunca le
había gustado.
Por fin, cansado
de buscar, se bajó del árbol diciendo:
-¡Qué embustero,
caramba, es mi hermano el Piacoco!
Al amanecer, el
Rabipelado oyó un ruido en el árbol. Miró hacia las ramas donde había estado y
vio cómo el paquete de ají tostado se desenrolló y salió volando con la cola
levantada.
-Nnnnggggffff...
-gritó rabioso- ¡Ése no era ningún paquete de ají! ¡Ése era un paquete de
Piacoco! Ya verás Piacoco, poco a poco...
Pero no le quedó
más remedio que seguir su camino, más hambriento que nunca.
Caminando,
caminando, se encontró con la Poncha Relojera cantando las seis de la tarde.
-Buenas tardes,
hermana Poncha –le dijo el Rabipelado con la lengua afuera y reseca.
-Buenas tardes,
hermano Rabipelado -le contesto la Poncha.
-Ya es hora de
que se vaya el sol, ¿no crees, hermana? –preguntó el Rabipelado hambriento-. Es
hora de dormir, ¿no crees? Yo me voy a dormir ahorita mismo... ¿Y tú... dónde
duermes tú, hermana?
Pero a la Poncha
no le gustó nada cómo la miraba el Rabipelado con esos ojitos brillantes y la
lengua afuera. Por eso apuntó la cola hacia el árbol más alto y le dijo:
-¿Yo? Duermo
allá arriba... en la punta de esas ramas —y cantando se subió al árbol mientras
el Rabipelado la miraba.
Cuando el
Rabipelado vio que la Poncha estaba bien sentada en la rama más alta, se metió
en unos matorrales cercanos a esperar la noche.
La poncha,
apenas vio que el Rabipelado le daba la espalda, voló al suelo y se quedó a
dormir allí como lo hacía siempre.
Apenas
oscureció, el Rabipelado se subió rápidamente a la rama más alta del árbol.
-¡Ajá! -pensó-.
¡A ésta sí me la como!
Buscó arriba y
abajo, aquí y allá. Recorrió todas las ramas buscando a la Poncha, pero...
¡caramba!, no la encontró.
-¡Qué maligna
eres, hermana Poncha!- gritó furioso el Rabipelado-. ¡Y con el hambre que tengo
yo!
De rabia se puso
a llorar y a saltar y, en uno de esos saltos, se cayó de la punta de una de las
ramas más altas del árbol y allí se quedó en el suelo, dolorido y protestando
contra la mala suerte.
Dice la gente de
la Gran Sabana que por eso huele feo el Rabipelado... ¡por la rabia que aún no
se le ha ido, pues!
Cuento de origen venezolano, de la tribu Pemón.
Rabipelado: mamífero roedor semejante a la liebre; marsupial, "primo"
de los canguros australianos aunque su aspecto no lo denuncie. Trompetero,
Piacoco. Poncha Relojera: pájaros característicos de la región de la Gran
Sabana, al sur de Venezuela, habitada por la tribu de los pemones. Es de la
familia de las grullas y parece un pollo jorobado. Sekiunwarai: Arbusto de la
región de la Gran Sabana, al sur de Venezuela.
La vida de Marta
estuvo intensamente ligada a la docencia. Pero Marta Giménez Pastor tuvo otra
gran pasión: la poesía.
“Después de la
muerte de mi padre y con el recuerdo permanente de su amor por las letras, me
animé discretamente a hacer mis primeros pasos en la poesía. Además, hubo tres
libros claves me impulsaron a escribir: Otoño
imperdonable de Maria Elena Walsh, Muerte
del Adolescente de Maria Granata y La
rosa en la balanza de Leopoldo Marechal. Fueron tres elementos que me
llevaron a leer poesía. Así la descubrí y fue el encuentro con el destino de la
poesía”
Marta se
encontró inmersa en el importante movimiento de vanguardia Poesía Buenos Aires. De la mano de poetas
amigos como César Fernández Moreno, Raúl Gustavo Aguirre, Rodolfo Alonso, Jorge Enrique Móbili, Fernando Guibert, Nicolás Espiro, Edgar Bayley; se lanzó a la
intimidad de la escritura. Llena de entusiasmo por esta nueva pasión, en 1948,
publica su primer libro de poemas para adultos: Canciones para el mar y los caminos, una edición que pagó con su
sueldo de maestra.
En 1950 nace otro libro de poemas Acaso los dos éramos follaje y en 1953, Después noviembre.
“Finalmente las
dos vocaciones que había en mi casa, el periodismo y la enseñanza, no me
abandonaron y signaron de algún modo mi vida. Yo escribí, fui maestra, me casé
con el poeta y periodista, Daniel Viacava y mis hijos intentaron, de alguna
manera, seguir caminos afines”. Junto a su esposo funda la revista literaria Trayectoria.
“Entre diciembre
de 1953 y mayo de 1954 dirigíamos “Trayectoria“, un volante de poesía que, por
una parte, intentaba ser, con grandilocuente ingenuidad, un testimonio
permanente de la poesía argentina”.
Así describieron
Marta y Daniel Viacava su revista literaria,
que a pesar de su corta aparición atrajo a muchos poetas y estudiosos.
En 1959, con
su nuevo libro de poemas El Campeón,
gana el Premio Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E.)
. Ese mismo año publica junto a su marido la Selección poética femenina 1940-1960.
Sin abandonar su
trabajo como docente, Marta Giménez Pastor, se encuentra cada vez más presente
en el ámbito literario de la época, rodeada de escritores y amigos, todos
unidos por el amor a la poesía.
Luego de ser
madre de tres hijos y de años de trabajo junto a los niños, en 1967, Marta
Giménez Pastor decide aventurarse en la literatura infantil y publica su primer
libro de poesía para chicos Versos en
sube y baja, obra con la que ganó el I Premio del Fondo Nacional de las
Artes (1969).
Tras este
reconocimiento, su producción no terminó de expandirse. “Creo que frente a la
página en blanco y al torbellino de ideas y palabras que nos desbordan, la
responsabilidad y el compromiso son idénticos cuando se escribe para adultos o
para niños. La diferencia está en la sonrisa. Escribir para niños es como un
recreo en nuestro oficio permanente. Nos trae recuerdos de infancia, imágenes
lejanas y mucha ternura”.
Escribió obras
de teatro, poemas, cuentos, textos escolares. Incursionó en la televisión, la
radio y el periodismo. Fue
colaboradora de revistas argentinas
especializadas como Billiken, Anteojito, Jardincito y en secciones infantiles de diversos medios. Agregó a su quehacer la
crítica de teatro y libros infantiles en los diarios Clarín y La Nación, en la
revista Claudia, Vosotras y medios del interior del país. Apoyó y participó del teatro infantil con
gran pasión y manifestó permanentemente su amor por los títeres. Participó en
decenas de mesas redondas y consultas periodísticas sobre poesía, literatura y
el teatro para niños.
Sus poemas y
cuentos fueron publicados en los medios periodísticos más importantes de la
Argentina. Participó anualmente hasta sus últimos años en la Feria del Libro de
Buenos Aires y fue invitada por
diferentes gobernaciones del país. Publicó semanalmente, durante 5 años,
cuentos cortos infantiles en la edición dominical del diario La Nación. Fue asesora de la Editorial
Magisterio y Río de la Plata y dio la
oportunidad a autores y dibujantes de
nuevas generaciones.
Su vida se pobló
de premios, viajes, becas, invitaciones, homenajes, cursos , participaciones y
entrevistas. Tras dedicarse con afán durante más de 30 años a la docencia, al
mundo mágico de la poesía y a la literatura infantil, con más de 50 libros
publicados, premios y distinciones, entre ellos el Premio Nacional y el Premio Municipal de la Ciudad de Buenos
Aires y con la ausencia de su marido, Marta Giménez Pastor
decidió dedicarse a los viajes, a sus nietos y regresar a la literatura para
adultos.
“¿Acaso existen
escritores para altos, para petisos, para flacos? ¿Por qué tiene que haber
escritores para niños? Hay poetas a secas o no hay nada , decía mi amigo
Fernando Guibert y tiene mucha razón. Yo me siento escritora y punto”.
Entonces como
amante de la poesía, publicó una serie de antologías de poemas de grandes
autores como Palabras a mi hijo o Palabras a mi madre y en 1998, editó su propio y último libro de
poesía para adultos Agua Florida.
Marta Giménez Pastor dejó una obra rica, variada y muy valiosa con más de 40 libros infantiles publicados, 8 libros de poesía para adultos, antologías, artículos periodísticos, dibujos, pinturas, manualidades, títeres, pesebres y decenas de intereses más. También cuentos para niños sin publicar y una última obra inédita para adultos dedicado a la presencia de la mujer en el tango. Su título: Mariposas de Arrabal.
“Soy escritora y
no programo el destino de mis obras ni elijo mis lectores. Feliz con mi
profesión, escribo, escribo sin preguntar para quién. A veces me aceptan mis
contemporáneos, a veces me aceptan los chicos y otras veces son las mariposas,
las que llevan mis manuscritos de árbol en árbol.”
Marta falleció el 16 de febrero del 2002, en
la ciudad de Buenos Aires.
“Me interesa
todo. No conozco el aburrimiento. Me interesa estar viva, y de ahí parten las
cosas”.
Poesía para adultos
• Canciones
para el mar y los caminos (1948)
• Acaso los
dos éramos follaje (1951)
• Después
noviembre (1953)
• El Campeón
(1959)
• Selección
Poética femenina en colaboración con J.D.Viacava (1965)
• Cosas de la
vida (1975)
• Antología
"Cuentos de amor de autores argentinos" (1998)
• Antología
"Palabras a mi madre" (1998)
• Agua Florida
(1998)
• Antología
"Palabras a mi hijo" (1999)
Obra para niños
• Versos en
sube y baja (1967)
• Miau (1972)
• La pancita
del gato (1975)
• El sol en un
bolsillo (1977)
• Un regalo de
Pascuas (1978)
• El carretel
de la Tía Iris (1978)
• En el cielo
las estrellas (1980)
• La brujita
Trik (1980)
• Corazón de
galletita (1981)
• Queridos
animalitos (1981)
• Aventuras de
la brujita Trik (1986)
• Fui por un
caminito y otros cuentos (1986)
• El libro de
Juanito (1987)
• Cuentan mis
abuelitos (1988)
• A la lata al
latero (1988)
• Caramelos de
amor y otras dulzuras (1988)
• El señor
Batata (1989)
• Andar por
los aires y otros cuentos (1989)
• Un barrilete
a la luna (1990)
• Pajaritos
para Caroline (1990)
• El duende de
los sueños (1991)
• Una vaquita
en el jardín (1991)
• Silbando
bajito (1992)
• El ángel del
buen aire (1992)
• Los cuentos
que cuenta el viento, 1993
• 100 cuentos
de Marta Giménez Pastor para leer antes de dormir (1993)
• Llegaron los
chicos (1995)
• La sopa de
los bostezos (1995)
• Vinieron,
vinieron y nunca se fueron (1999)
Obras de teatro
• Respetable
público - 6 obras de teatro para títeres (1974)
• ¡Qué
comience la función!- 4 obras de teatro para títeres (1988)
• Arriba el
telón
Premios y distinciones
• 1960. Premio
Faja de honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) por su libro de
poesía El Campeón.
• 1965.
Participación del premio Martín Fierro como libretista de la emisión televisiva
Cuentos de nunca acabar.
• 1968. Premio
del Fondo Nacional de las Artes Argentinas por su libro Versos en sube y
baja.
• 1968. Premio
Elefante de Plata en el Festival de teatro infantil de Necochea.
• 1969. Beca
de la Comisión Fulbright.
• 1970. Premio
Municipal de la ciudad de Necochea, por su trayectoria
en el teatro para niños.
• 1972. Premio
Centro Editor de América Latina por su libro Miau.
• 1976. Premio
Faja de honor de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) por su libro La
pancita del gato.
• 1984. Premio
Konex - Diploma al Mérito en Literatura para niños de la Fundación Konex -
Argentina
Argentina
• 1990. Premio
Municipal de la ciudad de Buenos Aires-categoría Teatro infantil- por su obra
Respetable Público.
• 1992. II
Premio Nacional de literatura infantil por su libro Andar por los aires.
• 1994. I
Premio Nacional de literatura infantil por su libro 100 historias para leer
antes de ir a dormir.
• Ciudadana
ilustre de la ciudad de General Pico - La Pampa - Argentina.
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