Como en la mayoría de los
escritores de ese período, la mística del barrio jugó en Conrado Nalé Roxlo
(1898-1971) un rol significativo. Acaso la nostalgia por el recuerdo de los
primeros pasos o el revivir momentos donde la imaginación y el asombro formaban
parte de una fantasía descontrolada, fueron la clave para que el escritor
despertara en versos tristes y melancólicos, hasta que el humor cambiara el
escenario y el personaje se transformara en grillo. El barrio era el mundo, el
sencillo y humilde lugar donde la fiesta comenzaba en la calle, al aire libre,
desafiando cualquier peligro y esperando el reto de los mayores cuando la
travesura pasaba el límite de lo adecuado. El barrio era trabajo, dignidad,
solidaridad, acompañamiento e historias mínimas que rescataban la realidad de
la gente sencilla. Así también lo internalizaron otros autores como Arlt, Fernández Moreno, Costantini o el propio
Borges y Cortázar en el Palermo añorado que ya forma parte del recuerdo. Claro está que
ese barrio sigue teniendo la aureola del circuito borgeano y esta maca permanente ensombreció la historia de otros autores. Así, aquel solar de Serrano 2147-hoy
Borges, aunque su protagonista nunca quiso que su apellido se convirtiera en
nombre de calle-, donde el niño Jorge Luis vivió desde 1901 hasta su
adolescencia, ofrece la mística deseada. "Era una construcción de planta
baja y un piso, con azotea. Tenía un pequeño jardín; un muro con la verja
labrada en la parte superior la protegía de la calle. La cancel era de hierro
forjado", escribe Álvaro Abós en el capítulo dedicado a Palermo de su
completa guía literaria. Allí también recuerda que los Borges volvieron a la
casa de Serrano en 1921, a
su regreso de Europa.
Y a medida que vamos transitando
sus calles y recodos, nos viene a la memoria el cuento Simulacros de Julio Cortázar donde el autor nos presenta esa casa de
Palermo: La casa tiene jardín delantero,
cosa rara en la calle Humboldt. No es más grande que un patio, pero está tres
escalones más altos que la vereda, lo que le da un vistoso aspecto de
plataforma, emplazamiento ideal para un patíbulo. Como la verja es de
mampostería y de fierro, se puede trabajar sin que los transeúntes estén por
así decirlo metidos en casa; pueden apostarse en la verja y quedarse horas,
pero eso no nos molesta. «Empezaremos con la luna llena», mandó mi padre. De
día íbamos a buscar maderas y fierros a los corralones de la avenida Juan B.
Justo, pero mis hermanas se quedaban en la sala practicando el aullido de los
lobos, después que mi tía la menor sostuvo que los patíbulos atraen a los lobos
y los incitan a aullar a la luna. Por cuenta de mis primos corría la provisión
de clavos y herramientas; mi tío el mayor dibujaba los planos, discutía con mi
madre y mi tío segundo la variedad y calidad de los instrumentos de suplicio.
Recuerdo el final de la discusión: se decidieron adustamente por una plataforma
bastante alta, sobre la cual se alzarían una horca y una rueda, con un espacio
libre destinado a dar tormento o decapitar según los casos. A mi tío el mayor
le parecía mucho más pobre y mezquino que su idea original, pero las
dimensiones del jardín delantero y el costo de los materiales restringen
siempre las ambiciones de la familia.
Al decir de Nalé Roxlo aparece El llamado.
El niño jugaba ensimismado en la alta terraza iluminada por la suave
luz del sur, más azul que dorada. De pronto interrumpió sus juegos y escuchó.
De lo más profundo de la casa, de más allá de las frescas cuevas en que los
vinos sepultados desde hacía muchos años esperaban revivir en un brindis fugaz
y una canción ligera; de más allá de los antiguos calabozos que aún guardaban
olvidados instrumentos de tortura, de un último subterráneo que la casa
ignoraba por dignidad y miedo, le llegó un lento grito, que nadie más que él
oyó porque sólo a él estaba dirigido. Debió subir disimulándose entre los
ruidos habituales; atravesando de un salto las espaciosas salas vacías:
simulando ser el aullido de un perro lejano al cruzarse con alguien. No importa
saberlo. Cosas más graves quisiéramos dilucidar y tampoco podremos.
El niño levantó la cabeza, y más que sorprendido parecía triste. Antes
de iniciar el descenso, eso sí, paseó la mirada a su alrededor buscando un
signo propicio. Pero de los árboles del parque, que ya comenzaban a cerrarse
sobre sus pájaros para el gran recogimiento nocturno, no salieron más que los
píos habituales y ningún trino más alto; ninguna manzana cayó inesperadamente
sobre la hierba oscurecida ya; la nube gris, en que fijó la mirada largamente,
no cambió de forma, y la brisa que movía las flores amarillas de la terraza ni
se detuvo ni aceleró el vuelo. El niño entonces echó a andar hacia la escalera,
y el perro no lo siguió.
Lo único que pudo hacer el Ángel de su Guarda fue taparse los ojos con
el ala.
Al pasar frente a la puerta entreabierta de la biblioteca vio a su
padre, noblemente envejecido, inclinado sobre un libro por cuyas páginas
transcurrían los pensamientos de Marco Aurelio, graves, serenos, resignados
como ríos sin pasión.
El niño pudo entrar como otras veces y, sentándose a sus pies, jugar
con las pesadas borlas de oro de su bata, pero siguió bajando la antigua
escalera, que aquella tarde no crujía, como si en lugar del niño bajara su
pequeño fantasma.
Al pasar por otro piso, frente a otra puerta, oyó las voces de sus
hermanas. De entrar, lo habrían envuelto en una alocada de puntillas y de
risas, y los polvos de arroz que se ponían exageradamente lo habrían hecho estornudar
y reírse a él también. Pero no tendió la mano al pomo azul de la puerta.
Las bajas cocinas lo envolvieron en una vaharada de aire cálido y
sabroso, y oyó el chisporrotear de aceite dorado de una estrepitosa fritura.
Descendió más. Ya estaba en la cuadra. Tropezó con un cubo olvidado,
pero ninguno de los caballos, todos mayores que él, volvió la cabeza. Pasó
antes las cuevas del vino; ante los calabozos, cuyas puertas nunca moviera el
viento. Ahora los peldaños de la escalera eran de piedra resbaladiza. Estaba en
la parte eternamente tenebrosa y aborrecida de la casa, adonde no bajan las
ratas. Una puerta estrecha cedió a la leve presión de la mano y, con los ojos
arrasados en lágrimas de amor, fue al encuentro del grito trémulo, bajo, lleno
de horrorosa ternura.
Nunca volvió a subir la escalera, aunque los habitantes de la casa y
las visitas lo siguieron viendo durante todos los años de su vida, un poco
distante, pero por lo demás, de apariencia normal y hasta saludable.
Nalé Roxlo nace en Buenos Aires,
el 15 de febrero de 1898. Es el segundo de los tres hijos varones de Carlos
Ricardo Nalé y Consuelo Roxlo, uruguayos con ascendientes entre los que
prevalecen los de origen español. Pasa los primeros años de vida en el barrio
de Flores. En 1904 muere repentinamente su padre de 41 años y obliga a los Nalé a mudarse a una
vivienda más humilde en la calle Triunvirato, cerca del cementerio de la
Chacarita. El verano lo pasa en la casa de la abuela materna en San Fernando.
Finalmente establecen allí la residencia. La muerte tan cercana por su olor y
peaje lo subraya: sobrenada como una hoja
verde sobre las oscuras aguas en que todo se hunde al fin y a cuya orilla he
pasado largas horas de inquieta meditación, quizá la más de mi vida. En San
Fernando, por diferencia, pasa los años más felices de su niñez y adolescencia,
respirando la naturaleza virgen de las quintas y esa vecindad cercana al
ferrocarril. Sin embargo, como dice Luis Alberto Murrray, Nalé es uno de los poetas argentinos más
hondamente tristes.
Luis Emilio Soto afirma que la
obra de Nalé Roxlo está apoyada en la estética que Ramón del Valle Inclán
expone en La lámpara maravillosa y en
verdad a juicio de Luis de Paola esto se debe al hecho que Nalé es un constante
admirador del escritor gallego.
La muerte de su abuelo y de
Armando su querido tío lo golpea seriamente. La situación económica obliga a la
familia a dejar la casa de San Fernando y mudarse a una humilde casita en
Flores. En 1913 se instala en La Plata y ayuda a su tío, el poeta Carlos Roxlo,
en la preparación del libro Historia de
la Literatura Uruguaya. Un año después trabaja temporáneamente en la casa Portalis y Cía y más tarde pasa al
establecimiento de su tío Manuel Nalé, en el barrio de Once. En 1916 conoce a
Roberto Arlt, en las frecuentes reuniones de
La Idea, un periódico vecinal
del barrio de Flores. En 1919 es exceptuado de servicio militar por falta de
peso y una lesión pulmonar. Por esta razón viaja a la ciudad de Encarnación, en
el Paraguay, buscando mejor salud. De allí pasa a Posadas donde trabaja en un
negocio de ramos generales y se enfrenta a una realidad cruel, violenta e
inhumana, desarrollada por los peones de las plantaciones de yerba mate. No
soporta esa vida y regresa a Buenos Aires. Ya por entonces comienza a concurrir
a las tertulias literarias del café La
Cosechera de Avenida de Mayo y Perú. Se las arregla haciendo traducciones
del francés para la Revista del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras. En
uno de esos días escribe el soneto El
Grillo que será su poema más reconocido. En 1923 recibe el Segundo Premio
Municipal de Literatura por El Grillo.
Se casa en 1925 con Teresa de la Fuente
y tiene una hija. En 1927 dirige ya la revista Don Goyo.
Tal vez la mejor semblanza
escrita sobre Nalé Roxlo sea la expuesta por Abel Posse, a través de la cual
nos transporta a ese mundo onírico de un poeta con todas las letras. Dice
Posse:
Personalidad de Nalé
En sus últimos tiempos Nalé solía recibir a sus amigos de madrugada en
su departamento del quinto piso sobre el parque Lezica, en Caballito. Le
resultaba imposible dormirse antes del amanecer y entonces hablaba y fumaba
incansablemente poniéndose más lúcido y brillante a medida que el día se
acercaba. Así es como lo recuerdo: en el escritorio de su biblioteca,
entretenido en repasar las mil anécdotas de su vida y haciendo reflexiones
sobre la poesía con esa frescura, ingenuidad y fervor de la que son sólo
capaces los poetas. Aquel escritorio sobre el: par que me parecía un taller
habitado por un artesano de rarezas, por un creador de materia noble: un
tallista o un bruñidor. No era hombre de insistencia sino más bien de poco
trabajo, pero de mucha atención y mucha mirada. En la noche tarde siempre se
veía, en lo alto, la luz atenta en su torre de vigía, de lector.
Su imagen es la de un duende nocturno, cáustico, hipersensible, despiadado
con el tonto y comprensivo con el tímido. Poco amigo de los silencios
diplomáticos o de las expansiones vulgares.
Se maravillaba que a los setenta años no hubiese podido aprender nada
del misterio de la poesía. "Mire: es realmente un misterio total. Es la
esencia más fugitiva; cuando uno cree comprender algo es justamente cuando
menos se sabe. Uno cree que va hacia la poesía, pero en realidad es ella que
viene hacia algunos". Y contaba una anécdota de Valery que le gustaba
repetir. Una vez se le preguntó al maestro qué era la poesía, en última
instancia, y Valery se limitó a hacer un gesto con las puntas de los dedos,
como si pretendiese tocar, apresar algo invisible, impalpable. Creía Nalé que
quien pretendiese construir poesía desde la razón, la teoría o un exceso de
voluntad expresiva, estaba perdido. Pensaba que el creador debía dejarse
acometer por el momento poético y que el poema era más producto de la inacción
que de la actividad sistemática. Con su habitual humor decía que los antiguos grandes
poemas no eran más que una gigantesca estantería para sostener los buenos
versos, esos capaces de hacer levantar en vuelo a toda la estantería.
Decía que así como el prosista debe aprender a desconfiar de su ocio,
el poeta debe temer escribir todos los días. El mismo tenía una natural y
aristocrática tendencia a no hacer trabajos superfluos ni "carrera".
Estaba convencido de que el único trabajo posible para el poeta era el de
posibilitar el momento poético y que éstos eran más producto de las sorpresas
de la vida que de las decisiones que podamos tomar sobre ella. Criticaba en
Lugones el exceso de trabajo y en su amigo Francisco Luis Bernárdez, el método.
Nalé creía, sin impulsos políticos ni de moda, en la funcionalidad de
la poesía, como él decía. Afirmaba que hay una poesía que actúa en el fondo de
nosotros y que está compuesta por pasajes, escenas y versos de los más diversos
creadores. Este magma poético es una especie de sensibilidad colectiva que nos
conforma y que también nos socorre. Es una especie de sabiduría poética, que va
desde la poesía popular de las canciones hasta la alta lírica. Aseguraba que en
momentos muy graves de su vida, cuando meditaba asediado, siempre, habían
surgido versos o fragmentos poéticos, que como una voz interior lo habían
ayudado positivamente.
Sentía Nalé que la poesía no es un elemento periférico aunque sublime de la cultura, sino un episodio esencial del
conocimiento y de la sensibilidad humana.
Para Nalé la poesía era una guía delicadísima, extrema, del árbol
espiritual. Allá donde las razones y las "intuiciones intelectuales"
se detienen, donde la lógica fracasa y el orden verbal se enfrenta con el
silencio, todavía era posible un paso más en el misterio y ese paso era algún
verso o, en último caso, esa tensión espiritual y sensitiva del poeta, que es
posible que fracase en el verso escrito. Sabía que hay fracasos capaces de
dejar viva y por eso contagiar una inquietud espiritual. "Lo importante es
la sugerencia última", decía.
En una noche de larga conversación le pregunté por el nacimiento de su
famoso "Grillo". Me dijo: "Estaba yo desesperado, enfermo, era
un poeta desconocido en una gran ciudad y al mismo tiempo estaba tontamente
empeñado en ser poeta famoso. Era una situación desastrosa. Pensé que escribiría
un poema románticamente dramático, como tenía pensado, tal vez abusando de la
cargazón de dramatismo que me abrumaba, y fue entonces cuando, ante mi
sorpresa, surgió ese poema casi infantil, esos versos que parecían no decir
nada en concreto, pero que en realidad me recordaban a mí, el poeta, la fuerza
pura de la vida, la alegría de la existencia en su mayor simplicidad, en la
simplicidad desprotegida de un insecto que canta: un grillo..."
Y a continuación, después de carraspear y de espantar el animal de humo
de su cigarrillo infinito, se puso a recitar con esa expresión de niño duende
que nunca se desdibujó de su rostro, aquellos versos casi infantiles, sí, pero
que encierran un intenso llamado a la alegría de la vida:
Música porque sí, música vana como la vana música del grillo; mi
corazón eglógico y sencillo se ha despertado grillo esta mañana.
¿Es este cielo azul de porcelana? ¿Es una copa de oro el espinillo? ¿0
es que en mi nueva condición de grillo veo todo a lo grillo esta mañana?
Teatro, prosa,
crítica, humorismo
El éxito y la fama que alcanzó Nalé con su comedia "La cola de la
sirena", que hubiera sido impulso para cualquier creador para una
producción mayor, no le llevó a la vasta obra que podía haber esperado. Sobre
esta pieza, la más famosa de las suyas, se puede decir que ella misma es una
metáfora (teatral) de toda su imaginación poética y de su fina sensibilidad.
En todas sus piezas, el elemento poético es decisivo, las anima. Ya sea
mediante personajes míticos o por la atmósfera en la cual la acción crece
poéticamente determinada: en el "Pacto de Cristina" será el medioevo,
en "La viuda difícil", el clima del Buenos Aires colonial.
Decía Nalé que el teatro es la forma más legitima que tiene el poeta a
mano para no tener que escribir siempre versos. Siempre se sorprendía, en cada
representación, de ver a sus personajes vivos actuando como una proyección de
su yo, de sus sueños.
En cambio, se lamentaba de no tener mucha paciencia para la prosa y
solía echarle la culpa a su enorme máquina de escribir de los años 20 (cuando
le regalaron una nueva me dijo que no se atrevía a trabajar en un aparato tan
moderno). Sin embargo, escribió cuentos de gran perfección y profundidad, con
una prosa clara y neta, sin barroquismo involuntario o manierismo sintetizador.
Algunos de ellos como "La pulga de Dios", "El cuervo del
Arca" y "El origen del árbol de Navidad" son de la mejor
antología. Hay en ellos expresión de experiencia y conocimiento seguro y un
clima de vida difícil de crear con tan pocas palabras. Palabras de castellano
puro, universal, sin localismos ni forzoso academicismo, equidistante del
hispanismo limitado, como de las lunfardias limitadoras. Tuvo un gran don para
manifestarse en un idioma personal, pero no artificioso. Siendo que los
problemas del subconsciente y del mundo onírico eran muchas veces sus más
firmes impulsos para la creación, jamás permitió que el subconsciente se
apoderarse de su idioma inclinándolo a la fácil confusión expresiva.
Se mantenía firme en este punto y le gustaba repetir una frase, que
creo atribuía a Valery: "Un clásico no es más que un romántico que
aprendió a escribir".
Su incursión por la novela fue breve, se concretó en "Extraño
accidente", obra típica de su imaginería poética. Aquí el tema de la muerte
lo ocupa como en algunos de sus mejores poemas de otro cielo y Claro desvelo.
La muerte, el amor, la opresión del misterio sobre nuestras conciencias
meramente humanas fueron sus principales preocupaciones. Sus respuestas
religiosas eran parciales y no asoman en su obra. Se declaraba creyente y le
gustaban las disquisiciones teológicas. Una vez oí decirle, dirigiéndose a un
pesado ateo pontificador: "La religión es una sugerencia del Absoluto.
Quien la entienda como un tratado de lógica o un reglamento es un tonto".
La magia de la realidad no dejó de fascinarlo en cada uno de sus días,
tal vez sólo por eso mereció el casi inaccesible titulo de poeta.
Mucho se conoce y se ha escrito sobre "Chamico", su
"alter ego" criollo que supo expresar tantas cosas simples y
verdaderas. En ese corto trabajo yo preferiría recordar al crítico literario
finísimo que fue Nalé, capaz de dar con el arma de la caricatura una profunda
interpretación de textos y autores. Es el Nalé de la famosísima Antología
apócrifa, que deberían leer con humildad esos complicados ingenieros literarios
que hoy proliferan, solemnes expositores de una seudoestética de la tecniquería
literaria.
Nalé afirmaba que escribir "pastiches" era su forma de querer
la literatura y de comprender las obras. Pocas palabras claves o algunas
actitudes cómicas de los personajes le servían para situar lo esencial de un
estilo. Recordemos las inolvidables imitaciones dedicadas a Borges, D´Annunzio,
Unamuno y Tolstoi.
Su humanismo es uno de los mejores aportes a nuestra "civitas
literariae". Fue capaz de la sonrisa en un país más bien proclive a la
carcajada o a la solemnidad patibularia. El almidonamiento nacional tuvo en él un sólido
enemigo.
Necesidad de una
justa aproximación critica a Nalé Roxlo
El tremendismo literario y la banalidad política sabemos que
confundieron en grado extremo el juicio litera río del público lector, al punto
que hoy en Argentina y América hispana casi no tenemos críticos literarios,
sino más bien comisarios de las letras o agentes de la moda. Prolifera la
crítica política ética más que estética y una sociología de la literatura que, cuando
más, explica las circunstancias, pero no el objeto.
El desgano profesional (con el critico que "ya lo tiene
sabido") y el terrorismo excluyente de los parricidas literarios
terminaron por confundir la verdadera posición de Nalé Roxlo en las letras
latinoamericanas (salvo honrosas excepciones como la de María Hortensia Lacau).
Nalé cometió el pecado de no escribir obras largas o verticalidades cósmicas,
para algunos, por esto, fue un poeta "menor".
Una de las funciones de esa critica será la de valorizar la obra de
Conrado Nalé Roxlo. Me atrevo a sugerir algunas hipótesis de trabajo: la
necesidad de destacar a este autor como uno de los pocos poetas
"puros" de la literatura argentina. Esto es, en el sentido de que fue
capaz de abordar la realidad desde una dimensión puramente poética, sin
infecciones ideológicas o racionalistas que se yuxtapusieron a su poética. Por
este difícil logro y por la perfección, o mejor por el "punto exacto"
de su lenguaje, sólo se puede parangonar con Banchs. Ambos lograron lo más
difícil para un poeta: eludir el naufragio de la mentalización de sus poéticas
y, al mismo tiempo, los limites del formalismo manierista.
Por otra parte, y con la misma intención revisionista, pienso que debe
decirse con toda claridad que Nalé Roxlo fue uno de los pocos poetas de la
existencia de su gene ración.
La motivación central de su poética fue el asedio de esos
"problemas permanentes de la condición humana". Este le confirió
gravedad a su poética dentro de la fragilidad finisecular de sus temas y la
claridad de su estilo. Nalé, tal vez sin saberlo, con la ingenuidad típica del
poeta, fue un poeta existencial, pero nunca padeció existencialismo literario.
Sus críticos sólo le dedicaron (o cometieron) erudición, elogios y
olvido. Nadie se atrevió a negarle el titulo mayor, el de Poeta, y esto es
mucho en los tiempos que corren.
María Esther Vázquez lo define
así: Menudo, de rostro delicado y gesto
firme, observó, con mirada festiva no exenta de ironía, el mundo a través de
los cristales de sus anteojos y del humo del cigarrillo que nunca abandonaba.
Gozó de una infancia y de una adolescencia libre al lado de una madre
imaginativa, un hermano cómplice y una abuela fuerte y alegre. A los quince
años, en la Avenida de Mayo, se encontró frente a frente con su ídolo, Rubén
Darío, pero no se atrevió a saludarlo. La temprana muerte del padre lo obligó a
trabajar desde muy joven y así a los diecisiete años vio de cerca los
diferentes tipos de la picaresca criolla que luego llevaría a la narrativa.
En aquel tiempo empieza a frecuentar las tertulias literarias y conoce
a Roberto Arlt, del que será amigo fraterno. Tanto, que cuando Nalé, llevado
por su destino, se emplea en Posadas como cajero de un almacén de ramos
generales, son las extensas cartas de Arlt (treinta y ocho carillas escritas en
papel de envolver con letra apretadísima) las que lo mantienen en contacto con
la civilización y la literatura. En Posadas enfrenta un mundo cruel: el de la
pobre gente explotada, despojada y reducida a la esclavitud por patrones
brutales y despiadados. Por compensación, conoce a Julio Sanders, entonces
desconocido y más tarde famoso autor del tango Adiós, muchachos.
El exilio misionero dura poco y Nalé vuelve a Buenos Aires. En la
Facultad de Filosofía y Letras asiste a las clases de los maestros de la época:
Ricardo Rojas, Alejandro Korn. Esto ocurre en 1921. Nalé vive con su madre y su
hermano menor, se gana la vida como traductor del francés y escribiendo poemas
por encargo. Una mañana, después de una noche agotadora en cuyo transcurso
compuso para la revista Insurrexit una larga composición que no ha quedado para
los goces de la fama, "Canto a Rusia", escribió de un tirón un
soneto, casi en seguida famoso, "El grillo". Este poema junto con
otros de igual calidad y frescura integró un libro ganador en 1923 del premio
de la editorial Babel. (El jurado estaba formado por Lugones, Capdevila y
Arrieta.) La primera y segunda ediciones de El grillo se agotaron rápidamente.
Según Luis Emilio Soto, "fue un libro de afirmación vital, un
deslumbramiento espontáneo y jubiloso". Y Horacio Armani escribió:
"El recuerdo de Heine flota sobre esta poesía a veces clara y luminosa y
otras veces traspasada de una sombra dramática, pero siempre musical y de
límpida interpretación".
Los años de El grillo son aquellos en que Nalé, hombre fino,
encantador, ingenioso y querido, se reúne con los jóvenes intelectuales de la
ciudad en El Almacén de la Cueva, fondín rebautizado por ellos "El Puchero
Miserioso", ya que por 50 centavos se podía comer un suculento puchero con
pan, vino y café. Un año después, en La Rioja, conoció y se enamoró de Teresa
de la Fuente. Se casaron en 1925. Empezó a trabajar en el diario El Mundo y fue
asiduo colaborador de Crítica. Bajo el seudónimo de Chamico produjo una profusa
obra de cuentos de carácter humorístico. Trabajó en el periodismo y en la
literatura incansablemente y fue uno de los escasos escritores argentinos que
logró vivir de sus escritos.
Su novela Extraño accidente trata la historia de un hombre que debe
morir pero que no puede hacerlo porque ha perdido el alma, y su ángel de la
guarda llega a la tierra para ayudarlo a encontrarla. Escribió la biografía de
Alfonsina Storni y una deliciosa Antología apócrifa donde se codean Góngora con
Alejandro Dumas, Charles Dickens con Victor Hugo, Kipling con Borges; en fin,
son treinta y tres fragmentos titulados "A la manera de...", en los
cuales desfilan grandes escritores con sus temas preferidos y sus tics usuales.
Varias veces obtuvo el Premio Nacional de Teatro por piezas inolvidables: Una
viuda difícil, La cola de la sirena, El pacto de Cristina.
Entre las treinta y tantas obras que publicó, las deliciosas memorias
de infancia, juventud y edad viril aparecidas originalmente en forma de
folletín semanal en el diario El Mundo , bajo el título de Borrador de memorias
, además de ser encantadoras, evocan un mundo y un país desconocidos para
nosotros.
Su obra poética comprende sólo tres libros: El grillo, Claro desvelo y
De otro cielo. Y, sin embargo, hoy que la poesía sufre el vacío de un tiempo
aparentemente sin destino, los versos de Nalé Roxlo vuelven a la memoria como
un resplandor en el crepúsculo:
"Va la sirena muerta por el río / con una flecha al corazón
clavada, / y desde la ribera desolada / mis lágrimas la siguen por el río. /
Mía no fue, pero fue un sueño mío. / ¿Quién la devuelve al mar asesinada? /
¿Por qué pasa ante mí, muerta y dorada? / ¿Dónde perdió su corazón y el mío? /
¿En qué arrecife de coral distante / irá a encallar su frágil hermosura? / Con
ella encallará mi sueño amante. / Y del dardo mortal la pluma oscura / indicará
en la tarde al navegante / que allí tiene la mar más amargura".
El 20 de mayo de 1941 estrena en
el teatro Marconi de Buenos Aires su primera obra teatral, La cola
de la sirena, comedia en tres actos y siete cuadros que fue galardonada con
el Primer Premio Nacional de Teatro. Publica Cuentos de Chamico, seudónimo con el que se identifica como
humorista. En 1942 reedita El Grillo
y Claro desvelo en un solo volumen.
Ha escrito guiones
cinematográficos, como Loco lindo
(1936) Una novia en apuros (1942) Delirio (1944), Madame Sans Gene (1945) Historia
de una carta (1957) Una viuda difícil
(1957). En 1960 presenta Extraño
accidente, primera y única novela. En 1961 recibe el Gran Premio de Honor
que le confiere la Sociedad Argentina de Escritores.
Cultivó la literatura infantil,
donde logró obras maestras como La escuela de las hadas. También dirigió el
suplemento literario del diario Crítica.
Junto con M. Mármol escribió las biografías de Amadeo Villar (1963) y Alfonsina
Storni (1965).
Yo quisiera una
sombra
Yo quisiera una sombra que no fuera la mía,
la de una antigua espada, la de un fino cristal,
la del pájaro en vuelo o la nube borrosa.
Una sombra, otra sombra, para verla pasar.
Otra voz que no fuera esta voz que traduce
hace más de treinta años el rumor de mi mar,
una voz de campanas o de ríos llorosos…
Otra voz de otro acento para oírla cantar.
Y quisiera los sueños que no soñaré nunca,
la angustia que mi alma no sentirá jamás,
el terror de las fieras en la selva sombría,
la alegría radiosa de la alondra solar.
De ese desconocido que ha cruzado la plaza
los recuerdos más tristes quisiera recordar.
Llenarme de otras vidas, otra luz, otras muertes…
¡No ser este hombre solo frente a la eternidad!
Epitafio para un
poeta
No le faltaron excusas
para ser pobre y valiente.
Supo vivir claramente.
Amó a su amor y a la Musas.
Yace aquí como ha vivido,
en soledad decorosa.
Su gloria cabe en la rosa
que ninguno le ha traído.
Búsqueda
Aquí perdió el caballo la herradura.
Aquí el camino de la muerte empieza.
Pocos árboles grises. Y la hondura
de la tarde, y el viento, y la tristeza.
Después hallaron el puñal caído
en el polvo amarillo, el cabo roto.
Después leguas sin nada. Y el remoto
viento moviendo el pajonal sin ruido.
Por fin el cuerpo helado
- pobre relieve gris en verde suelo -,
el renegrido pelo
a la frente pegado.
Y sobre el campo la quietud del cielo.
Y el viento que pasaba… y el pasado.
Estela
No pongáis en mi estela funeraria
mi nombre ni las fechas de mi vida,
ni la piadosa frase dirigida
a salvar mi memoria literaria.
Que en la palabra ajena no se agrave
la confusión creada por la mía,
que el mundo incierto que en mi voz vivía
el tiempo borre y el silencio lave.
Si hay un Dios que me quiere como espero,
yo que por no saber tanto he mentido
quiero aguardar mi eternidad dormido
bajo un mármol por mudo verdadero.
El árbol de la
ciencia
Yo vivía en el vago
país de la leyenda,
entre dorados héroes
y diáfanas doncellas.
De una verdad celeste
mi alma estaba llena,
como un prado de aromas
cuando es la primavera.
Pero una mala noche
traspuse las fronteras,
buscando las oscuras
verdades de la tierra.
Al ángel de la guarda
que me siguió en la senda,
lo ahuyenté con mis dudas
como a un perro con piedras.
Las ramas sin aromas
del árbol de la ciencia
hoy en mi frente triste
ponen su sombra negra.
Y fatigo mis manos
Partiendo nueces huecas.
Del otro cielo
Ésta es mi copa y la rompo.
Éste mi caballo y lo suelto.
Decid a mis amigos que he muerto.
Que el vino derramado de mi copa
lo beban mi enemigo y mi perro,
y sobre las cenizas de mi casa
dancen ebrios.
Yo con mi propia sed quiero embriagarme
hasta ser una estatua de fuego
Decid a mis amigos que he muerto.
Que mi caballo pase
bajo el arco de rosas y laureles
con otro caballero.
Decid a mis amigos que he muerto,
que he muerto y soy dichoso
de otra dicha que baja de otro cielo.
Tú que has visto las
lunas literarias
Tú que has visto las lunas literarias
que por las hojas de los libros ruedan,
ven a ver esta luna. Es una simple
luna de la naturaleza.
No digas "se parece", no hagas una
metáfora, aunque sea
la justa, la inhallable, la que nunca
visitó el corazón de los poetas.
No cuelgues de su disco claro y puro
ningún cintajo literario. Sueña
que por primera vez abres los ojos
a una noche de luna y la contemplas.
Lo imprevisto
Señor, nunca me des lo que te pida.
Me encanta lo imprevisto, lo que baja
de tus rubias estrellas, que la vida
me presente de golpe la baraja
contra la que he de jugar.
Quiero el asombro
de ir silencioso por mi calle oscura,
sentir que me golpean en el hombro,
volverme, y ver la faz de la aventura.
Quiero ignorar en dónde y de qué modo
encontraré la muerte. Sorprendida,
sepa el alma, a la vuelta de un recodo,
que un paso atrás se le quedo la vida.
Balada del jinete
muerto
Ay, alazán, alazán
si llegaremos a tiempo.
Rojas traigo las espuelas
de tu sangre, compañero,
y mi blusa azul manchada
de sangre en el lado izquierdo.
¡Cómo resuena el camino
bajo tus cascos ligeros!
¡Si llegaremos a tiempo!...
Sólo tu sombra se alarga
por el suelo ceniciento.
Ay, que mi sombra no va
con la tuya, compañero.
Alazán, alazán mío,
no corras, que ya no es tiempo.
Cuando llegues a la casa
-¡Cómo me duele el recuerdo!-
oirás cantar la roldana,
te darán un cubo fresco,
y ella, de brazos desnudos,
irá a abrazarte gimiendo;
sus lágrimas correrán
con el sudor de tu cuerpo,
y oirás cantar a mis hijos
la canción del padre muerto.
Ay, alazán, alazán,
no corras, que ya no es tiempo.
Balada de Doña Rata
Doña Rata salió
de paseo
por los prados que esmalta el estío,
son sus ojos tan viejos, tan viejos,
que no puede encontrar el camino.
Demandóle a una flor de los campos:
"Guíame hasta el lugar en que vivo".
Mas la flor no podía guiarla
con los pies en la tierra cautivos.
Sola va por los campos perdida,
ya la noche la envuelve en su frío,
ya se moja su traje de lana
con las gotas del fresco rocío.
A las ranas que halló en una charca,
Doña Rata pregunta el camino,
mas las ranas no saben que exista
nada más que su canto y su limo.
A buscarlas salieron los gnomos,
que los gnomos son buenos amigos.
en la mano luciérnagas llevan
para ver en la noche el camino.
Doña Rata regresa trotando
entre luces y barbas de lino.
¡Qué feliz dormirá cuando llegue
a las pajas doradas del nido!
por los prados que esmalta el estío,
son sus ojos tan viejos, tan viejos,
que no puede encontrar el camino.
Demandóle a una flor de los campos:
"Guíame hasta el lugar en que vivo".
Mas la flor no podía guiarla
con los pies en la tierra cautivos.
Sola va por los campos perdida,
ya la noche la envuelve en su frío,
ya se moja su traje de lana
con las gotas del fresco rocío.
A las ranas que halló en una charca,
Doña Rata pregunta el camino,
mas las ranas no saben que exista
nada más que su canto y su limo.
A buscarlas salieron los gnomos,
que los gnomos son buenos amigos.
en la mano luciérnagas llevan
para ver en la noche el camino.
Doña Rata regresa trotando
entre luces y barbas de lino.
¡Qué feliz dormirá cuando llegue
a las pajas doradas del nido!
El Grillo
Música porque sí, música vana,
como la vana música del grillo,
mi corazón eglógico y sencillo
se ha despertado grillo esta mañana.
¿Es este cielo azul de porcelana?
¿Es una copa de oro el espinillo?
¿O es que en mi nueva condición de grillo
veo todo a lo grillo esta mañana?
¡Qué bien suena la flauta de la rana!
Pero no es son de flauta: es un platillo
de vibrante cristal que a dos desgrana
gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo
es a quien tiene corazón de grillo
interpretar la vida esta mañana!
Los estornudos
Los estornudos no suelen traer
nada bueno, decían las viejas de antes, y tenían razón; pues lo que traen o
anuncias, rapé aparte, es un resfriado. Pero yo sé de unos estornudos que
fueron el soplo inspirador de cierta notable pieza literaria; y eso que no
fueron musicales expresiones de una nariz célebre por su belleza, como la de
Cleopatra, cosa que habría justificado un madrigal, sino rotundas explosiones
de las de un chinito, bastante retobado él, inspector de escuelas provinciales.
Misterios de la poesía que la ciencia no se explica.
Las cosas ocurrieron así.
El señor inspector penetró en el
aula, y, tras de retribuir con una sonrisa de vinagre de luto los almíbares que
se desparramaban por la bondadosa cara de la señorita Italia Migliavacca, mi
inolvidable maestra de primeras letras, subió a la tarima, tarima que crujió
gentilmente para ponerse a tono con los zapatos amarillos del señor inspector.
Y vino, naturalmente, una alocución, como ellos dicen.
-Niños que en este ámbito del
saber primario sorbéis las materias como la enredadera sorbe el sol...¡atchís!
-¡Salud, señor inspector! -prorrumpió la clase en pleno.
El inspector pasó una mirada
furibunda por los bancos mientras se llevaba a su importante apéndice nasal un
pañuelito muy bien planchado, que luego volvió a doblar y colocar en el bolsillo
superior de su saco negro con trencilla, y retomó el hilo del discurso:
-El sol!...,el sol!... ¡atchís!
Martirena me dijo por lo bajo, pero de modo que sonó bien
alto:
-Debe ser un resfrío de sol...
El inspector intentó matarlo de una mirada y continuó:
-El sol o, mejor dicho, sus rayos, llamados también
irradiación febea...¡atchís!
-¡Salud, señor inspector!
-volvimos a decir a coro, creyendo proceder muy correctamente. La señorita nos
hacía señas de que no insistiéramos, pero nosotros éramos muy bien educados y
no perdonábamos estornudo. Y éstos se sucedían cada vez con mayor frecuencia, y
el inspector, par retomar el hilo de la perorata, tenía antes que retomar el
hilo del pañuelo, suponiendo que lo fuera. Hasta que, con un violento "buenas
tardes", se despidió y se fue como una tromba a ponerse sinapismos, sin
duda.
Ya alejado el ogro, la clase en
pleno soltó la carcajada, y muchos se pusieron a estornudar por burla.
-Niños -dijo severamente la
señorita Italia-, nunca debemos burlarnos de los defectos físicos del prójimo.
Y para aleccionarnos trajo al día
siguiente, pues era repentista, la fábula que va a leerse y que felizmente
guardo entre mil cuadernos escolares.
EL CANARIO Y EL JAMELGO
Cierto coche de punto,
también puede llamárselo de plaza,
que formaba conjunto
con un jamelgo de raída traza,
y un anciano cochero, en el pescante,
detúvose delante
de una pajarería en cuya puerta
un canario, infatuado tenorino,
con sutil artificio,
sacaba dulce trino
de melodías rico
de su órgano bucal al orificio
también llamado pico.
El equino aludido,
cuyo nombre vulgar era "Pirincho",
no con mala intención, de distraído,
dejó escapar un natural relincho.
(Expresión incorrecta, sea dicho,
mas perdonable en tan humilde bicho.)
La gente que lo oyó, de baja estofa,
elogiando al canario melodioso
cubrió al jamelgo de improperio y mofa.
Pasó el tiempo premioso,
y ambas bestias murieron a su hora,
y escuchad, niños, lo que viene ahora.
El canario, ya inútil, fue a parar
a infecto muladar,
y, en cambio, con las tripas del rocín
hicieron varias cuerdas de violín,
en que un artista joven
interpretó a Mozart, Verdi, Beethoven.
MORALEJA
No desprecies, ¡oh, niño!, al que algún día
estornudó en momento inadecuado,
pues, como aquel caballo mal juzgado,
puede esconder torrentes de armonía.
A nosotros nos gustó mucho la
fábula. Pero la señora directora no le permitió que se la mandara como
desagravio al inspector, pues dijo que ciertas comparaciones podrían no ser
bien interpretadas por éste. Mi querida maestra fue una incomprendida en el
ambiente educacional de su época: era una precursora.
Fuente: CHAMICO, El humor de
los humores. Almanaque de la medicina para el año que viene. Buenos Aires, s.
ed., 1953 (págs. 42-43)
Receta para fabricar
un argentino medio
Tomar por orden: una mujer india
de caderas anchas, dos caballeros españoles, tres gauchos muy mestizos, un
viajero inglés, medio ovejero vazco y una pizca de esclavo negro. Dejar a fuego
lento durante tres siglos. Antes de servir, agregar de golpe 5 campesinos
italianos (del sur) un judío polaco (o alemán o ruso), un tendero gallego, tres
cuartos de mercachifle libanés y también una prostituta francesa entera.
Dejar reposar sólo cincuenta años. Luego, servir
amoldado y engominado.
La carta que hoy reproducimos, escrita por Raúl González Tuñón y
destinada a Conrado Nalé Roxlo, permaneció inédita durante 70 años. Es un
testimonio de las impresiones del segundo viaje de Tuñón a España, cercano a
las vísperas de la guerra civil, y de las relaciones de amistad del grupo de
poetas que se conoció en Buenos Aires. Su publicación permitirá aportar a la
reconstrucción de una época de sueños y luchas tristemente olvidadas.
MI QUERIDO CONRADO:
Madrid! Al fin! Te diré que
conozco casi toda la Argentina, buena parte de Sud América; que he estado cerca
de un año en Francia y que conozco "por lecturas", el resto del
mundo. Bien. No creo, que ahora, hoy, exista un país más interesante para
nosotros, poetas, que España. Otros países viven. Otros países mueren. Este
país vive y muere al mismo tiempo. Sevilla es maravillosa y más maravillosa
Toledo donde todo está vivo y todo está muerto. Donde la gente -contra lo que
sucede en Francia e Italia- pasa por sus ruinas, por su grandeza acabada, por
sus reliquias históricas, con desenvoltura, tanta, que uno se avergüenza del
poco turista que lleva adentro. A pesar de los guardias de asalto, de las
tremendas injusticias que se cometen aquí, como en todas partes, España tiene
un color distinto, un clima distinto y de la lucha entre lo sombrío de Felipe
II y lo luminoso de los árabes -que perdura en el alma de los españoles- surge
algo, ha de surgir algo que no será Europa ni África ni América sino
simplemente España. La vida y la muerte, y la sangre, que es la frontera, se
ven más de cerca en España que en ninguna otra parte.
Madrid tiene una parte nueva y
una parte vieja. Prefiero la vieja con sus tabernas y sus calles del Pozo, de
la Luna, del Barco, sus arcadas y sus plazuelas, su vino oloroso y dorado. Qué
noches. Qué madrugadas. Qué gusto vivir, y hasta sufrir, aquí, en una ciudad
con tabernas y lunas a cada paso.
Perez Mariluz, Neruda, Federico,
Ramón, Biliken Muñiz, Oliveski, Blanco Amor, Arteche, amigos de antes y de hoy,
son de lo más cariñosos con nosotros. Neruda, Delia del Carril, Cotapos, y la
barra de la Cervecería de Correos, -Ugarte, Federico, Maruja Mayo y muchos
otros (Alberti está en Cuba)- nos han recibido con mas cordialidad que la que
imaginábamos. Neruda está más afectuoso, más confidencial, mas amigo. Nos ha
dado grandes pruebas. Federico entusiasta y, como Neruda, recordándolos a todos
ustedes a cada rato. Sé por mucha gente que Federico ha dicho aquí que tú eras
el hombre de más ingenio que él había conocido en su vida. Y yo lo creo así.
"Ciudad" es una revista
semanal que hacen Oliveski, Arteche, Blanco Amor, Perez Mariluz, Biliken y a la
que me he incorporado con un gran saludo de presentación, notas mías, volantes
por las calles que hablan del "ilustre periodista" y el "gran
poeta argentino" y otras mentiras amables. Yo les agradezco mucho porque
"Ciudad", además de refugio, será para mí un puente. No sé adonde
llegaré. No sé si publicaré un libro, estrenaré una pieza teatral, etc., pero
aunque no haga nada ni nunca llegue a interesar en Madrid, jamás olvidaré la
acogida generosa de "Ciudad".
Hay una gran confusión política.
Atmósfera de temores y venganzas. Muchos fósiles. Muchos jóvenes notables. Una
inmensa inquietud. Un tronco madre al que deberíamos agarrarnos nosotros, que,
ciertamente, somos españoles de América. Creo que la veleta señala hacia acá.
Ellos nos aceptan con nuestra impetuosidad, nuestra juventud, nuestras nuevas
palabras y nosotros recibimos de ellos un viento denso, torres y pozos, vino y
lunas, y en el cruce de los ríos misteriosos de la raza, de la sangre, nuestro
espíritu es el mismo. Yo no me siento en Europa, no. Me siento en España, en
nuestra casa, en nuestra gran casona, en la matriz, de la que somos la primera
sucursal. No quiero decirte con esto que dependemos cien por cien de
"Madrid, meridiano espiritual", pero sí que aquí tenemos derecho a
opinar, a servirnos de lo que nos guste, porque nunca seremos forasteros. Es
decir, lo somos solo para sentir una cordialidad que los españoles no se suelen
gastar entre ellos.
El pobre Enrique ha sufrido mucho
con Nara, que ha estado gravísima. Ahora anda bien. Amparo muy contenta, aunque
con frecuentes ataques de nostalgia. Yo, nervioso, ávido, pero aparentemente
tranquilo como si algo estuviera madurando en mí. La vida como en Buenos Aires,
ni más barata ni más cara. Escribo unas notículas para la Andi, pero me cuestan
mucho trabajo. Tan distraído estoy con lo que me rodea.
Te escribiré con frecuencia,
aunque no me contestes. Olvidaba decirte que Ramón y Luisa, Guillermo de Torre
y Norah, también nos recibieron muy cariñosamente. Todos te mandan saludos y
Amparo y yo un inmenso abrazo y otros para Teresita, Rosita y las chicas.
Escríbeme a -Redacción de CIUDAD. Palacio de la Prensa -. ¡Te esperamos! ¡Sería
lo mejor que podría ocurrir! ¡Decídete!
Raúl
Madrid. Abril 19. [1935]
Salas, Horacio:
Conversaciones con Raúl González Tuñón . Bs. Aires, Ediciones La Bastilla,
1975. (Págs. 27-28)
El 2 de julio de 1971 Conrado
Nalé Roxlo fallece. En 1978 se publica Borrador
de Memorias.
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