Uno elige vivir y decide también morir.
Todo por aquello de la vida es un viaje y en ese viaje se nos va la vida. Así
de sencillo, duro, emocional.Transito lento y medroso cuando nos ponemos en la piel de un poeta
que cargó con el dolor del pueblo y sus injusticias. Un caminante que no se
detenía a ver las luces de la ciudad y prefería las fogatas de la periferia. Un vagabundo que
compartía su mendrugo y las ganas de trasnochar con esos pares desprotegidos,
oscuros, olvidados por la cultura del consumo. No resulta fácil hablar de Julio
Huasi (1935-1987) sin dejar de lado la pasión, la mística del militante, el
compromiso con el semejante. Decimos de un ser entregado a la lucha fundida en
los laberintos de una poesía caliente, sanguínea, cargada de denuncia, frente a
un enemigo golpeador y sangriento, perverso e hipócrita que robaba vidas y
cerraba conciencias. Callado, taciturno, melancólico, un retrato de esos soñadores que siempre aparecen en algún
café donde se tejan historias maltrechas. Un rebelde hecho a pluma voraz sobre
el papel temeroso que no espera otra respuesta que el alivio a tanta
desigualdad cotidiana. Le tocó vivir sobre la hoguera y supo que su final
estaría predestinado a la soledad en el cuarto infesto de un departamento
alquilado. Toda vez que uno mira su rostro se da cuenta que la tristeza no es
casual. Huasi había renunciado a la gloria de esos intelectuales de modales
educados y se había cobijado en el espacio amplio de un pueblo que pedía a
gritos ser liberado. Como muchos de sus pares no se arrodilló y tuvo la
decencia de mantener la frente alta y el corazón caliente.
Paula Chahin lo recuerda como “el
poeta de mirada triste” y sin caer en una semblanza acomodada, nos dice:
El
“juglar de la revolución”. Así llamaron en los 60 a Julio Huasi, que era en
realidad el poeta argentino Julio Ciesler. Desde los albores de su vocación
de poeta y periodista, optó por estar del lado de los marginados y cambió su
apellido europeo por uno indígena, que en mapudungun significa “la casa de
todos”. Así era él, tenía su casa abierta a todo el mundo, aunque sólo fuera
para compartir un pedazo de pan y un mate.
Poeta, periodista, militante,
autor de canciones populares, Huasi vivió en Chile más de cuatro años a fines
de los sesenta. Allá se casó y tuvo una hija. Colaborador de Punto Final, simpatizaba con el MIR, y
tanto que escribió poemas dedicados a Miguel Enríquez y a Luciano Cruz,
fundadores de la organización. “Vivo en América Latina, en el lugar donde sea
más necesario”, dijo alguna vez quien además fue redactor de la revista
uruguaya Brecha y de la agencia
cubana de noticias Prensa Latina. En
Chile no sólo desplegó toda su calidad artística sino que también tejió grandes
afectos.
Más tarde, en su exilio español y marcado por las muertes de sus compañeros, escribió un nuevo volumen de poesía que está dedicado -entre otros revolucionarios latinoamericanos- a Víctor Jara, Augusto Olivares y Augusto Carmona, estos dos últimos, compañeros de redacción en Punto Final.
De su vida personal no es mucho
lo que se sabe. Así como hospitalario, era muy reservado. Además de su hija,
que hoy vive en España, se conoce que tuvo otro hijo en Argentina. Pero al
momento de morir estaba solo, así que se desconoce el día exacto de su
suicidio. Mes trágico para Argentina, del más sangriento golpe de Estado, marzo
fue también el mes de su muerte y nacimiento: había nacido en 1935 un día 20,
en Buenos Aires, en el seno de una familia humilde. También en ese mes decidió
pegarse un tiro en la sien en la soledad de una pieza de alquiler, a los 52
años. Sus amigos y compañeros de trabajo recuerdan que pobreza y melancolía
marcaron su vida.
Recuerdan también que el último
día que lo vieron en su trabajo -la redacción del semanario argentino El Periodista- se despidió de sus
compañeros y llevó regalos a las mujeres. Le preguntaron a dónde iba. Y
respondió, simple como su pluma: “A ningún lado”.
Conocida fue también su forma de
emplear y recrear el lenguaje, tanto que se habla de una estética propia, sin
convenciones ni reglas tradicionales. Generalmente, escribía sin mayúsculas y
publicó títulos como Humanería, Estrellea, Tragibundo, Asesinaciones.
Su primer libro se llamó Sonata popular en Buenos Aires, ciudad a
la que Julio Huasi amaba. No era un poeta común, tenía el don de los juglares.
Visitaba cárceles, plazas y fábricas dando a conocer sus versos a los
protagonistas de huelgas, injusticias y rebeliones. De plaza en plaza iba
recitando sus creaciones, que eran aplaudidas también por capitanes de la
poesía (Julio Cortázar y Juan Gelman, entre otros, eran admiradores de su
obra).
Pero él definitivamente quería
estar del lado del pueblo. Su poema “Malambo del ferroviario” se lo envió a los
obreros detenidos en la cárcel militar de Magdalena -en el litoral bonaerense-
quienes lo retribuyeron con una hermosa carta donde lo llamaron “poeta del
pueblo”. Debe haber sido uno de sus máximos orgullos, ya que abogaba por el fin
del paternalismo de algunos intelectuales que escribían “para el pueblo”.
Su poesía trascendió las
fronteras y llegó a todos los rincones de América donde se urdía la palabra
liberación. El poeta cubano Nicolás Guillén -en vísperas del triunfo
revolucionario en su país- escribió un extenso artículo reconociendo la calidad
poética y el compromiso de Huasi: “Ya tiene bien ganado un hermoso futuro en el
esplendente pero difícil rumbo que él mismo ha buscado: el de su pueblo. Allí
no existe el mezquino maquiavelismo ni la malsana adulonería y snobismo de los
pisaverdes que rondan el arte y la cultura”.
Militante de las causas populares
y ferviente admirador de su compatriota Ernesto Che Guevara, Huasi afirmaba que
crear una nueva cultura latinoamericana “depende de todos en cada puesto de
lucha. No le tocará a ningún elegido. No es una gracia de Dios, sino de dos: de
dos pelotas”.
En 1976, cuando se dio el golpe
de Estado en Argentina, partió al exilio perseguido y amenazado por quienes
tomaron el país por asalto. Llegó a Madrid, donde continuó su labor de poeta y
periodista; pero jamás se pudo recuperar del dolor de ver caer a tantos
compañeros, de éste y el otro lado de los Andes. Allí conoció y trabó amistad
con las Madres de Plaza de Mayo, cuya valentía admiraba. Al regresar a Buenos
Aires -tras el retorno a la democracia- se unió fervorosamente a su lucha.
Hasta el día en que se quitó la vida, jamás faltó a las marchas “acompañándonos
en nuestro reclamo de justicia, en nuestro dolor y en nuestra rabia”, recuerdan
ellas. “Hasta el jueves, compañero”, lo despidieron las Madres en su periódico,
del cual Huasi también fue redactor.
Como homenaje, a la biblioteca
que tienen las Madres en su sede le pusieron el nombre de Julio Huasi e
inauguraron una exposición de arte donde hay un retrato suyo, obra de Armando
Propati, artista popular que lo admiraba. Las Madres de Plaza de Mayo lo
señalan como un “hombre entero, algo de lo que muy pocos pueden vanagloriarse”.
Para ellas, Julio Huasi decidió quitarse la vida porque no soportó una sociedad
que no le dio nada. “No le dio trabajo porque vino del exilio; no lo reconoció como
ser humano ni como persona, no le dio afecto y lo marginó”.
Sus amigos admiraban su talento,
su humildad y un sentido del humor un poco ácido, siempre tierno. Por eso,
quedaron desconcertados por su decisión. “Duele mucho más cuando lo ejecuta un
hombre que había apostado los cinco sentidos a defender la vida y a convertirla
en una gesta solidaria”, dicen.
Julio Chaneton nos habla de la
“dupla de julios” enriquecedor testimonio que agregamos para ampliar la mirada
sobre el poeta.
Julio Huasi, un amigo, un
compañero militante, un compañero de nuestro periódico, se suicidó porque no
soportó vivir esta vergüenza que nos toca vivir hoy. No se bancó esta sociedad
que no le dio nada de lo que necesitaba, que no le dio trabajo porque vino del
exilio, que no lo reconoció como ser humano, como persona, que no le dio
afecto, que lo marginó. Julio no se lo bancó, pero nos dejó un ejemplo...”
Del mensuario Madres de Plaza de Mayo, abril, 1987.
Habrá sido en mayo o en abril que
se mató. No sé. No me importa saberlo (este último enigma lo planteo yo, el
firmante de esta nota).
Tengo que decir que el Julio del
epígrafe fue amigo mío. Lo conocí en la redacción del diario de las Madres; o
en la Plaza, yo no sé... Pero está aquí hoy, entre nosotros, porque fue uno de
los poetas más (¿geniales?; ¿talentosos?)... Cuando se habla de poesía y de
poetas todo adjetivo es impropio. Se es poeta o no se lo es. Se escribe poesía
o lo que se escribe es otra cosa. Herman Broch dijo, en el paroxismo de su
lucidez, que “cuando la poesía se degrada, se convierte en literatura”. A mí,
Julio me enfrenta, cada vez que él lo quiere así, a esa demoníaca sentencia de
Broch.
Yo no tomo nota de la fecha del
suicidio de mis amigos o compañeros de militancia o de las personas que, sin
ser amigos o compañeros, quiero. Por eso, no sé cuándo se puso el revólver en
la boca o en la sien, Julio. En realidad, nadie lo sabe, porque vivía solo. Sí
creo que murió en un desangelado departamento de Palermo, vacío de todo confort
y al cual le faltaba, sobre todo, amor, afecto, flores. Yo conocí ese
departamento. Otros dicen que murió en una pensión. También conocí a un hijo
suyo que llevaba en la mirada y en la piel todo el estupor que heredaba de su padre.
A Tania, la hija que vivía en
España, no la conocí. Sólo sé que Tania Huasi vivía en España y que tenía
teléfono. Yo la llamé y cumplí, a pie juntillas, cuando llegué a Madrid en
1986, lo que Julio me había pedido: “Besos de su papá y su hermano, que escriba
por favor a la dirección de “El Periodista” y que mande fotos suyas...” También
me pidió que me contactara con un amigo de él, de apelativo Manuel Ríos Ruiz,
Editora Nacional, Gran Vía 62, 1° izquierda.
Soledad. Eso es soledad; eso es
clamar por amor. Eso es anhelar pertenencia a un conjunto humano contenedor,
que la vulgaridad institucionalizada llama “familia”. Pero el horror que nos
inspira esa palabra (la “familia” es, en Occidente, matriz con poder para crear
la locura; hontanar de perversiones sin límite, escuela de sujeción, cuartel
disciplinatorio, principio de realidad impuesto, aunque el jefe de los
católicos nos quiera convencer de que no es así), nos hace preferir, en vez de
“familia”, afectos cercanos y sin condiciones como deseo no realizado de Julio
Huasi, nacido Julio Ciesler. Él quería eso: afectos, seres humanos que lo
amaran, hijos cercanos...
Ahora vamos a lo esencial. Julio
Huasi fue “el poeta”, en el cual deben mirarse los escribidores de pavadas que
hoy publican con fruición sabedora de que eso es “lo que debe ser la poesía”.
Los “medios” no hablan de Julio. Están en otra cosa. Algunos lavan más blanco,
como Rinso, y/o sufren la muerte confusa de algún pisaverde perdido en gestas
transgresoras o directamente contradictorias con los intereses de “la familia”.
La familia, siempre la familia.
¿Qué crimen no se ha gestado en una familia?
Cortázar dijo de Huasi muchas
cosas. Cortázar es el otro Julio, el otro exiliado, el que -destinatario de una
actitud miserable- no fue recibido por Alfonsín (después de haber eludido el
terrorismo de Estado y de haberse pasado años fuera de su país) cuando pudo
arribar a estas playas, en 1983.
¿De qué podrían haber hablado
Alfonsín y Cortázar? Por cierto que no de literatura. Pero la razón última que
explica la gambeta trapera con que el devenido Presidente eludió ese espíritu
superior fue otra. Julio C. era, ya se sabe, “comunista”, hablaba bien de Cuba
y de la reciente revolución sandinista, y su mujer de entonces, Carol Dunlop,
había descripto al país de los volcanes en un libro que se llamó “Llenos de
niños los árboles”.
Esto, para un radical en la cima
de su gloria (que es ganar una elección) es prueba contundente de comunismo y,
si no, de problemas que es mejor evitar. Exhibió, con ello, Alfonsín, debilidad
de carácter, por decirlo en términos respetuosos. La misma que nos obsequió a
los argentinos cuando -con Rico sublevado y para disimular- dijo que la casa
estaba en orden y que los “amotinados” (no cabía el término, no se trataba de amotinados,
sino de delincuentes que se habían alzado contra la legalidad) eran, “algunos
de ellos, héroes de Malvinas”.
Como se ve, esta nota busca
reabrir heridas del pasado, que más valdría cicatrizar. Esta nota no es
políticamente correcta. El “cobro, luego existo” que cultiva la prensa
funcional al poder burgués en este país no es, por cierto, el sino de CRISIS. Y
para una adecuada explicación de lo que es el “funcionalismo sistémico” en
Sociología, ver Zaffaroni, Raúl; pero verlo personalmente; y preguntarle.
Bien. Sigamos con los dos Julios.
Dijo Cortázar después de leer una obra de Huasi,
“Asesinaciones” ...
“Querido tocayo: (...) Te
imaginás lo que siento al leer “Asesinaciones”, lo que puede sentir un
argentino ante cada uno de esos poemas. Y digo cada uno porque es así, porque
no hay ni uno solo que salga de esa línea espantosamente lúcida (...). Y cuando
llegué al El Gurí se me aflojó la canilla, que querés, la presión de todo lo ya
leído me cayó en la espalda.
“Aludo, sobre todo, al ataque que
le llevás a la lengua, la forma en que transgredís sin miedo cualquier tabú del
«castellano» para crear formas expresivas de una fuerza enorme. ¿Quiénes
entenderán esto, a partir del título, que ya es un salto en lo nuevo? ¿Quiénes
tendrán el coraje de sacarse los pantalones del cerebro y los calzoncillos de
la tradición para ver cómo los estás metiendo en una dimensión diferente. Y
tanto más, Julio..”.
Todo esto escribió Julio Cortázar
de Julio Huasi. Y tanto más, como él dice.
Julio Rolando Revagliatti es otro
de los amigos que los recuerda con
nostalgia: Yo andaría en mis 18 años cuando asistí a un espectáculo poético
cuyo único intérprete era el poeta Julio Huasi, porteño, nacido en 1935 y
suicidado en 1988. Hasta donde me consta, algunos de sus poemarios editados
entre 1959 y 1985, son: “Sonata popular en Buenos Aires”, “Yanquería”, “Los
increíbles”, “Sangral América”, “Asesinaciones”, “Matria mía azul”,
“Comparancias”. Y es en 1958 cuando obtiene el premio de poesía en el Concurso
Literario organizado por el Consejo Argentino de la Paz, cuyo jurado integraban
Atilio Dabini, el premio Nobel Miguel Ángel Asturias, María Rosa Oliver,
Bernardo Verbitzky y Raúl González Tuñón, del cual transcribo unas líneas:
“...intención crítica, ironía, tras la aparente balandronada juvenil. Es
posible que algunas palabras vulgaricen la frase poética, rocen el mal gusto
(...) Esto no supone que no sean lógicas cuando ambiente y forma las
justifique, les asigne un valor funcional”.
increíble de la carta
que dejó el desocupado
en su bolsillo
izquierdo
amurado contra la niebla sangro
afilo mi navaja en las chimeneas
desnudo despojado de retórica
espero la ofensiva de los cuervos
que pronto vendrán a desnacer
entre tanta traición me queda un tango
para sucumbir abrazados a la nave
sólo la noche heredará mi camisa
mi plato y mi cama bajarán de la cruz
y mi espacio lo llenará el crepúsculo
mi soñadora ya no sueña exhala rosas
ellas alzan mi viola malherida
y en la última nota cantan órdenes
de vengar al rehén de la miseria
por la sangre que nunca secará
gaviotas rojas despeguen de mi piel
con instrucciones sagradas y en el ala
un ardiente capítulo especial
sobre el amor el dolor y los perdones
(de los increíbles, 1965)
increíble de la
libertad
libertad querida ¿quién te conoce?
no hace mucho que ando en el planeta
una juventud tirada a los perros
no te vi ni una vez en este baile
y la verdad es que me estoy cansando
te raptaré una mañana de estas
a punta de tormenta de furor
con una pistola llena de música
amaré tu cuello tu voz tus ojos
ah mi amor uno muere de soñarlo
bajará una patrulla flor y flor
por la violenta sangre que ya truena
para matar la contraflor y el resto
de la sucia baraja que nos pisa
con la espada en la mano te tendré
con el oro haremos los anillos
con el basto el lecho las ventanas
y con la copa nos emborrachamos
hay que festejar querida el casorio
de dos que se encontraron vírgenes
(de los increíbles, 1965)
hogar
vivo con siete ratas exangües y un perro
sobre mi escuálida cama, en la brumosa pared,
arde la vaga sangre de un sujeto anterior
cerca de un cristo que no pudo zafarse,
fue en la sien derecha, fino calibre, es indudable
por la perspectiva, el suave tamaño de las manchas.
El perro se sienta frente a mí solemnemente,
jugamos al ajedrez y él siempre me gana.
Entre el alcohol hablamos de nuestras costillas,
las estaciones, beethoven, ciertas naves ilusorias
y de mujeres, pero se le humedecen los ojos:
la última que trajimos se congeló de súbito
al quitarse una media, en mitad de un muslo,
oh la bella inmóvil, la venus de carne finita,
la cenamos con dolor, nos duró una semana.
Esto es muy frío para cuestiones de amor,
ya quemamos el ropero, las puertas, los recuerdos
y la guitarra crepitó en otoño su dulzura póstuma.
El perro escribe genialmente a medianoche
y yo ladro con locura pero él me mira furioso
si se inspira o hay luna o piensa en la ausente.
Cuando posemos los dos restos, los dos hálitos,
vendrán las siete ratas dialécticas, tenaces,
nos acabarán con su liturgia, es una pena.
Me sangra el hocico de infinita tristeza
al pensar que la casa quedará tan sola.
(de bandolor, 1965-66)
palestinos
a
leila, a jaled
sus raíces carnales al aire claman a un cielo de napalm,
una bóveda roja de lobos devora los corderos celestes
de la antigua patria y patea las cenizas del hogar,
los niños arden entre sus brazos como teas.
Te has pasado de infiernos, señor, en mis
pies deambulan eras de pies trashumantes,
amo de este barrio sideral, jehová, deus, alá,
responde donde estés si es que estás, se acabaron
los desalojos del planeta, los inquilinos elegidos y los
parias,
la tierra es de quien la sangra y todos caben bajo las uvas
del sol,
dios quiera, dios, no te cuelguen el triste hatillo de los
éxodos
y sepas cuánto pesa la cruz de tus errabundos,
esto será un carro de amor para todas las criaturas,
o hay mundo para todos o no hay mundo para nadie
(de Asesinaciones, 1972-81)
quinta ley contra la
quinta rueda
al doctor e. en rosario y azul
por esa ley dialéctica según la cual
cada cual busca a su cual en el torbellino
del caos y contracaos en travesía
de florecer y besar entre muerte y muerte,
hallarán en mis hermanos, novias, cuñados
los seres más bellos y creadores de la creación
y en mis lobos la depredación más horrenda,
tal cual, pueden averiguarlo en nuestro infierno,
patria mía donde los padres entierran a sus hijos,
lo que es yo, ínfima conjetura de versículos,
verdísimo de mate hasta el cerebelo sólo
quiero propagar su sílaba a semejanza de sus besos,
siempre bebió de su pezón insigne el poeta cachorro
por su ser y contraser, ellos son mi crucifijo y mi belleza,
aquí no hubo pirámides enterradas,
las erigimos con lajas y brújulas de sangre
tropezando en la niebla con nosotros mismos
y así vamos oliéndonos a escoger cada cual a su cual
para ofrendar sus soles a los proletarios del mundo
desunidos
(de asesinaciones, 1972-81)
muchachos
tan solo, tan lejos, tan sin ellos
buscando a ciegas un fusil para traerles un milagro
que harán los muchachos ahora, dónde duermen si duermen,
qué hacen sus manos queridas, qué’ acarician si acarician,
qué dolor estrangulan a solas sin ruido
que un hombre macho no debe llorar.
Argentina, te llevo oculta como un ladrón,
tus puntas me rompen la piel y me delatan,
quedate quieta, amor, nos miran, somos tus huerfanitos
entre la última curda y la revolución
disparando en tu honor estos cachos de muerte.
Hoy ando con una garúa feroz, cómo llovizna tu sangre,
llevo treinta nenes llorándome en el alma
todos juntos.
(de Sangral América, 1971)
a
miguel ángel bustos
augusto carmona
haroldo conti
roque dalton
víctor jara
augusto olivares
mauricio rosencof
roberto santoro
francisco urondo
rodolfo walsh
y todos, todos
los hermanos,
donde estén
tu frío es más antiguo que los pobres
y tus vientos, darling, penetran por mis tajos,
me terminan de esparcir por tu nochumbre
blue cual un largo asesinato sin aullidos, muy love.
huyo de tus bayonetas goteantes, ranger mía,
me arrastro por el túnel de mis huesos
que ya no tienen sitio para mí, yo que
les di de comer, preciosa, antes del holocausto.
tiritan las uñas, las torres y las calaveras
resuenan sus dentaduras resecas
que dios olvidó desconectar, salgamos
a bailar, baby, es nuestra pieza preferida.
y están vacíos tus bares y colmadas tus plazas, dolly,
humanerías carneadas flamean en tus faroles
una luz rosada sobre tu rocío que cae en
panes tibios, fragantes aún a harina de cadáveres,
my sweet, déme un beso reina, mejilla a mejilla
sigamos el swing, la música suave de los tanques
que laminan a tus niños prófugos contra el dulce asfalto,
dancemos al compás de los disparos, cariño, y las
sirenas sicodélicas de tu Cacería Strip,
de pie, muertitos, es el himno nacional.
piedad, piedad, por qué me has abandonado.
Alberto Arias lo recuerda de esta
manera: A Julio Huasi lo conocí en 1985, en una librería donde yo trabajaba. No
fueron muchas las ocasiones de gran charla, pero suficientes para simpatizar.
Él llegaba y discutíamos rápida y
cordialmente sobre las perspectivas de las opciones políticas de entonces,
sobre internacionalismo y esas otras cuestiones poéticas que a algunos nos
preocupan tanto como la palabra que nos falta cuando más la esperamos. Pero
nunca concretamos el prometido encuentro en el bar de la esquina, para ir más
profundo.
Y él, que rebosa
latinoamericanismo por donde se lo lea y oiga, no aceptaba del todo -aunque
sonreía- mi absoluta falta de pertenencia patriótica. Eran algo así como
discusiones entre su especial realismo lírico latinoamericanista y mi
internacionalismo surrealista de entonces.
Fue entonces cuando él
manuscribió una dedicatoria en el ejemplar que me obsequió de su reciente libro
tripartito Asesinaciones, matria mía azul, comparancias. Dice así: "para mi hermano alberto arias, poeta,
argentino, latinoamericano y congénere, pa’ que no se nos olvide. con un
abrazo, julio huasi. 8 julio 85, buenos aires".
Julio Huasi ha quedado
latinoamericanista de pe a pa y para siempre. Por mi parte, cada día que pasa,
y cuanto más nos acosa la verdadera guerra de carne y hueso, más y más
internacionalista me hago, si es que se puede serlo aun más y más hacia lo
hondo ignoto del planeta.
Han pasado estos veloces
dieciséis años- octubre 2001- y aquí estamos aún discutiendo, ambos congéneres.
Pero lo notable es que hoy lo hacemos en este Ciclo con su nombre como bandera.
Con el nombre de quien en su poema Palestinos ha escrito: ‘‘o hay mundo para
todos o no hay mundo para nadie’’.
Y hoy aquí, hoy y como siempre,
Julio, hermanos quedaremos, porque no me he olvidado; y menos ahora, que
mercenarios y mercaderes están dispuestos más que nunca a arrasar con el
derecho al pan y el derecho a la poesía.
antiréquiem para
julio
a Julio Cortázar
volviste enrollado en espiral, ultrafeto
de julio por julio al infinito en tu dulce potencia,
polizón de una trompeta cósmica en trasbordo
a las matrices locas de la galaxia colérica,
mi hermano largo en tu juliura de adagios
te sobran las piernas por todas las partituras
del dolor de la humanía y su clave de alcohol
quién pondrá su alpiste al canario del suicida
con tu ojo absorto en un no bemol que transfuga
la pauta enrejada del serúmano, julión,
tras un canon de caricias y besos inéditos,
subterráneo, su vainillita de almas pálidas,
quién será como vos más humilde cuanto más
genial tu cuentura ulterior de lucanor para acá,
quién narrará en el sangrío fogón de los américos
los romances en guerra de los ernestos y las magas, turro
mío me anunciarás un prólogo para matria nuestra lacerada
y me clavaste el negror de un epílogo a traición
sin decir ni chau besos a mi sobrino, tocayo, eso
no se hace, hermanón, uno no se muere así
como así, no debieran ni siquiera los cortázares
morir si no quién contará los salmos ocultos en la materia,
si hoy lo viera a dios le pegaría tanto almazo
en la mandíbula con ganchos cruzados del calvario,
de la asesinación del pueblo venía tu ternura brava,
con suma excelsitud te agarraste con sus hienas
mas el expiro de carol te devoró los últimos glóbulos
de atrás como estila el altísimo cabrón del cabronal,
no te perdono, hermanito inmenso como la angustia argentina,
bajaste la guardia en un descuido muy julioso
al volar con tu ala tremens a disparar tus besuras
junto al hermanal amado amoreciendo en managua
elevo mi antiréquiem desde el llagal impatrio,
llevo en andas tus gusanos sobre todas las bordonas,
no me lo hagas más, hijo de mi madre, no me mueras otra vez
de esa forma tan matrera, hubieras esperado al menos
que las gaviotas tomaran el poder en nuestro finismundi,
en el sur de nuestro horror en rebelión con una cinta
celeste alando en las gargantas de su gardelaire
cortázar corta azahares del naranjo de omotepe
para las novias del allá.
américalatina, dulce
hogar
brazos contra piernas, pies sobre mejillas,
un torso paterno desemboca en los labios
de una niña que fluye su aire de tres años
en los testículos orlados de canas,
una masa de miembro late hasta el tejado,
dormimos, dios, loado sea tu reino.
Un ojo brilla entre el vaho visceral,
como un planeta sangra y se apaga en el hedor
que no aparece en las fotografías de la unesco,
el ciudadano ha muerto, un voto menos.
Un bosque de pies eleva sus cristos ahorcados
bajo coronas de uñas patéticas en tanto
un pene flamea su espesa bandera,
gatilla sobre el útero más próximo.
Esto es una cajita de música y los vientres de los niños
son más tersos y redondos que el culo de Jacqueline Kennedy
esta cúbica ola carnal es más bella que Miami,
tómese una foto con el guitarrou, señor turista,
si recibe un balazo será pura coincidencia,
pasen nomás, hijosdeputa, a ver los monos.
San Pedro y San Pablo
(tango)
Letra Julio Huasi - Música Ismael Spitalnik -
I
Los purretes trajeron la madera,
tablones, sillas rotas, un catre y un cajón.
La montaña se hará pronto una hoguera,
las viejas tendrán brasas, no gastarán carbón.
Y las casas serán rojos fantoches,
millares de fogatas habrá por la ciudad,
surgirá la mañana en plena noche,
paloma y papa asada los pibes comerán.
II
Fantasmas de aserrín,
y a aquel viejo violín
las cuerdas le sacaron
el alma en el Dzhin-Dzhin (Yin-Yin).
Cantando un "Capuchín"
pebetas de carmín,
un viejo distraído
chamusca su botín.
I (bis)
Se cortará el piolín,
la noche tendrá fin, y el viento hará milongas
de cenizas y de hollín.
Un incendio crepita en... cada esquina,
en medio del invierno todos tienen calor,
las muchachas de risa cantarina
los ojos se les queman: fogaratas de amor.
Yo quisiera poner algún muñeco
llenarlo con las penas, la angustia y el sufrir,
y tirarlo cual pobre palo seco
y que se vuelva humo por siempre en mi vivir.
La Gaviota
Letra Julio Huasi - Eduardo Carrasco
Con tu puñal desatado
Abriendo la inmensidad
Te pareces demasiado,'
Gaviota, a la libertad.
Quiero seguirle en el vuelo,
Gaviota, si me dejás;
Ya nos robaron el cielo
Será muy duro volar.
El gringo roba hasta el aire
Roba la tierra y el mar
Y una garúa de sangre
Nos moja sin acabar;
Hay que matar esa nube
Con una gran tempestad
Para romper la costumbre
Gaviota, de lagrimear.
En las orillas de américa
Eres la dueña del mar
Yo soy esclavo en mi tierra
Mi continente sin pan,
La sangre sigue cayendo,
Gaviota, sobre los dos,
El yankee ríe por dentro,
Gaviota, parémoslo.
Con tu armamento de espumas
Con mi puñal vengador
Con su balazo la luna
Con el gatillo del sol
Hay que matar esa historia
Con un disparo final
Para que lluevan auroras
Sobre mi tierra y tu mar.
Quilapayún - La Gaviota (Basta, 1969)
cosmópolis
conversó largamente con epicuro antes de saltar de su
caballo
y ponerse en la boca aquel smith and wesson 44 imitación
con el que se trabucara los soles y estrellerías de chile
para beberse toda la muerte de un solo trago
y seguir rugiendo por sus cráteres, remezón de bardos cíclopes
increíble de los dulces nombres
digo todo tu olor lo llevo entre la noche
ser tu poeta tu voz tu aire en armas
sabés vos lo sabés bajo todos los disfraces
fui más que un cantor fui un cantamor
que desbuitren los accesos al amor a tu nombre
te haré reina de la tempestad y sus alondras
para que en tu cuello florezca la liberación
que sangre un nombre de mujer entre mis labios en guerra
para amar hay que jugarse hay que batirse amando
parirán los tambores la caricia más pura
guerra al mundo viejo guerra al contramor
por vos por el amor por lo que más quieran
poesía o muerte amor o muerte venceremos.
la sangrura nacional
... somos un pueblo, una patria, una nación, sí,
un pueblo carneado en cortes seriales
en procesión por los ganchos de esta factoría,
nos descuajan el ojo, la lonja fina del alma
en la banda de montaje del solar invadido,
enlatan nuestro aullido cual joya de exportación
y orean nuestras vísceras en vísperas de feria,
matria mía estaqueada en crucetas cardinales
abierta en canal te vas por mil sangreductos
a tus puertos funerarios donde aguardan los galeones
de tus siete añares de vacas crematorias
nuestros coágulos enredados en sus hélices,
oro de tigres prensados, lingote de amoríos en gajos
vendidos antes de nacer con su nana y su santita,
no es justo, matria, la muerte es de quien la trabaja.
Y somos una patria descalza y en andrajos sublimes
los pies lacerados pisan un absurdo de esmeraldas,
al trasluz de tus tobillos traspasados se estampan
los ojos de tus niños que devoran tus suspiros
en los tarros de basura junto al portón del matadero.
Y una nación, sí, con peluca frigia
remolina su cartera en las esquinas del mundo
y entrega su diezmo al cabrón del bajo fondo
en su atuendo magno de barras fosforescentes
y vende a sus hermanas prestando sus verdugos,
mueca pintarrajeada del contraser nacional,
matria mía crucificadita en treinta mil agonías.
Tus madres tocaron sus cabezas humeantes con pañales
de sus atrapados en esta fábrica de angustia
y escribieron con sangre sus nombres en sus dulces
tejeduras con balbuceos aún en sus hilos vagibundos
y dan vueltas por la tierra con sus fotos calcinadas,
calesita de alas ígneas y mamonas del telar lechoso,
carrusel de cirios con sonajas y gatillos de mechones
vas matria azul aspa clamorosa por el planeta oscuro
con tu plumaje de trinos raptados en el nido,
noria inexorable tus pañuelos terribles vuelan
en círculo fatal con un vampiro en el centro
como aquellas gaviotas bajo las lunas densas de octubre
tras los reflectores sutiles de sus ojos perdidos,
con pañuelos, matria, que limpiaron nuestros culos y
sueñales
juntan la tropilla puma a puma, pastoras del infierno,
capitanas de la resurrección, los bellos renaceres
y nos sobraba donde morir mas no donde caernos vivos,
zurcidoras de agujeros de la noche letal cuando
los machos públicos ni pasaban el tacón de las hembras
públicas,
guitarra, guitarra mía, pon a volar ese pañal en tu diapasón
de estrellerías hondas, vihuela máter, tango surensis
con tus madres en la jefatura de toda la armonía,
cuánta sangre aún bajo tus puentes sonoros,
estremecido de añoros y venires sólo te diré
que mi sonata se asomó con el ojo en la punta del mástil
al futural y vio que allí los besos eran muy fragantes,
los prójimos se acariciaban los unos a las otras
y ponían a bailar su humanía en una pista galaxial
bajo una música infinita jamás oída en era alguna
y yo pulsaba feliz tu guitarrura y bandonaires
y hubo una ovación a tus pies desde universos muy arcanos
y para mis cómplices voraces alrededor de tu pezón
cuando volvías futurosa y eras millones, somos
un pueblo, una patria, una nación, sí,
en un croquis de sangrones cruciales, mi azul?
Son sus conjuntos poéticos
(publicados en 6 libros): sonata popular
en buenos aires (1959), lírico hollín
(1955-57), yanquería (1958-59), violento casorio o las bodas universales
(1961-62), los increíbles (1965), bandolor (1965-66), sangral américa (1971), asesinaciones
(1972-81), matria mía azul (1983) y comparancia (1982-84).
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